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A Control Remoto

Mercedes Sosa, la voz que enfrentó el miedo

Se están cumpliendo diez años del fallecimiento de la notable cantante argentina, quien sumó la reivindicación social a su arte y por ello sufrió censura y exilio por parte de la dictadura en su país

  • AQUILINO JOSÉ MATA

04/10/2019 01:00 am

La madrugada del domingo 6 de octubre de 2009 se apagó la vida de la gran Mercedes Sosa, la cantante que paseó el nombre de su Argentina natal por los escenarios de todo el mundo, actuó con algunos de los intérpretes más reconocidos, cantó en el Vaticano y grabó discos de canciones imprescindibles durante una larga carrera, que coronó el mismo año de su deceso con el lanzamiento de un álbum de dos volúmenes de sus temas más celebrados, en nuevas versiones interpretadas a dúo con notables luminarias de la música, que de esta manera festejaron con ella una trayectoria llena de episodios memorables.

Haydée Mercedes Sosa, tal era su verdadero nombre, nació en San Miguel de Tucumán, Argentina, en 1935, en el seno de una humilde familia de origen obrero descendiente de indígenas. Empezó a cantar profesionalmente temas populares argentinos cuando aún era una adolescente, pero su primer disco, La voz de la zafra, no apareció sino hasta 1962. Esta grabación es considerada un valioso precedente del movimiento de la Nueva Canción, que pretendía rescatar los valores estéticos de la música folclórica, típica y popular del continente. Militó en el Partido Comunista de Argentina desde 1960 y a partir de 1965, tras una brillante actuación en el Festival Folclórico de Cosquín, sumó la reivindicación política a su proyecto artístico, para convertirse, junto a sus compatriotas Jorge Cafrune y Atahualpa Yupanki, en símbolos de la lucha contra las injusticias sociales. A esta nueva orientación correspondieron discos como Yo no canto por cantar (1966), El grito de la tierra (1970) y Cantata Sudamericana (1971), así como también Hasta la victoria (1972) y Traigo un pueblo en mi voz (1973).

Su compromiso político le valió la prohibición de sus grabaciones durante los años de la dictadura militar argentina (1976-1983). Entre 1979 y 1982 vivió exiliada en Europa, primero en París y luego en Madrid. A partir de la década de 1980 su sonido se enriqueció con aportes del tango, el jazz y el rock. Discos significativos de ese período fueron Mercedes Sosa en Argentina (grabación en directo registrada en el Teatro Ópera de Buenos Aires en 1982, tras su regreso al país), Como un pájaro libre (1983), ¿Será posible el Sur? (1984), De mí (1991), Alta fidelidad (1997) y Misa criolla (1999).

En el proceso de grabación de su último trabajo, el álbum doble Cantora: un viaje íntimo (2009), en el que interpretó 34 canciones a dúo con estrellas hispanoamericanas de la estatura de Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Caetano Veloso, Franco de Vita, Shakira, Fito Páez, Jorge Drexler, Diego Torres, Gustavo Cerati, Charly García, Lila Downs, Víctor Heredia, Daniela Mercury y Vicentico, entre otros, la cantante ya había sufrido diversos problemas de salud, pero finalmente pudo llevarlo a feliz término. Vale decir que resultó un éxito y fue premiada con dos Grammys Latinos, por mejor álbum folclórico y diseño de empaque.

Rockeros al rescate
Mercedes Sosa nunca abandonó la denuncia política, a la que sumó en sus últimos años la lucha por la conservación del medio ambiente. En 2008 la nombraron Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco. Un aspecto relevante de su carrera fue su relación con el rock argentino, que a raíz de su muerte reseñó la revista Rolling Stones de la siguiente manera:
“El rock recién entendió a Mercedes Sosa como icono contracultural cuando volvió del exilio, en 1982, con una serie de trece shows en el teatro Opera, donde por primera vez cantó junto a Charly García y otros como León Gieco. Estos shows multitudinarios, que se convirtieron en un espacio artístico de resistencia, fueron registrados en varios elepés dobles y editados bajo el título de Mercedes Sosa en Argentina, influenciaron al rock de aquel país a tal nivel, que constituyen un apreciable y representativo legado de este cruce de estilos”. 

Y más adelante puntualiza:
“En los 80, el rock nacional (primero Charly y León Gieco, después Fito Páez y al final hasta los Illya Kuryaki) se abrazó a Sosa. Y no la soltó nunca más, como el sobrino malcriado que se prende de las faldas de esa tía mullida, siempre comprensiva y sonriente. En el 85, Sosa registró la canción Vengo a ofrecer mi corazón, de Páez y Canción para Carito, de Gieco y Antonio Tarragó Ros. En el 88 editó Amigos míos, un disco donde grabó por primera vez con Charly y Fito. Pero selló su amistad definitiva con el rock cuando, en 1997, editó Alta fidelidad, Mercedes Sosa canta a Charly García. Ese mismo año acompañó a Charly en su presentación en el festival Buenos Aires Vivo, ante 120 mil personas”.

A diez años de su muerte, habrá quien recuerde tiempos convulsos de bohemia, poesía, guitarras y canciones de protesta. Y serán pocos los que no reconozcan el inconfundible timbre de contralto de “La Negra”, como era conocida popularmente, la misma que puso música a las emociones y el compromiso político a toda una generación. Nunca la vamos a olvidar.
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