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Alejandro Sebastiani Verlezza: "Partir puede ser un estado del alma"

"Partir", el libro que el comunicador acaba de dar a luz bajo el sello editorial Oscar Todtman, traduce un estado interior de extrañamiento, y no solo semántico, sino también en lo formal

  • Diario El Universal

18/08/2019 01:00 am

MARITZA JIMÉNEZ 

Hijo de inmigrantes italianos, Alejandro Sebastiani Verlezza (Caracas, 1982) conoce el exilio por dentro. Lo vivió en el cruce de dos mundos: el que se deja, el que se recibe. El de puertas adentro y el del afuera. 

Por eso, partir puede ser un estado permanente. "Una forma del cambio, de la huida, del viaje, y en el fondo esta palabra me remite a una de las inquietudes más fundamentales para mí: el movimiento. Y a la vez una forma de estar que me remite al jazz, su paso asincopado, sostenido y rapsódico". 

Pero en la Venezuela que vivimos, el exilio no es solamente el del que parte. Exiliados estamos también los que nos quedamos en este país extraño en el que hoy a duras penas nos reconocemos. 

Partir, el libro que Sebastiani acaba de dar a luz bajo el sello editorial Oscar Todtman, traduce ese estado interior de extrañamiento, y no solo semántico, sino también en lo formal. Es, a la vez, el libro de su propio proceso creativo, en el que epígrafes, referencias al pie, signos tipográficos, cursivas, y otros elementos visuales, dejan sentir aquellas voces que se aparecen al poeta en el acto mismo de la escritura, haciendo de este un título inusual en nuestra poesía. 

Sebastiani es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Santa María y en Letras, por la UCV. Actualmente cursa diplomado en Estudios Liberales en la Universidad del Valle de San Francisco y maestría en estudios literarios en la Universidad Central. 

Acucioso seguidor de nuestra cultura, dicta regularmente talleres literarios y sus crónicas, ensayos y entrevistas aparecen con frecuencia en medios digitales e impresos nacionales e internacionales. Ha publicado los libros Posdatas (Caracas, El Pez Soluble, 2011) (Caracas, Bid & co, 2013) y Canción de la encrucijada (Eclepsidra, 2016). Profesor en la Escuela de Letras de la UCV, ha dictado talleres literarios en la ONG Corriente Alterna, Librería Kalathos, Centro Cultural Chacao, La Ventana-Artkao, la USV y el Instituto de Creatividad y Comunicación (Icrea). 

En conjunto con Adalber Salas Hernández publicó una muestra de poesía venezolana contemporánea: Tramas cruzadas, destinos comunes (Común Presencia, Colombia, 2014). 

El exilio interior 

"En mi familia la experiencia del viaje ha estado muy presente, porque ese asentamiento siempre se las ha jugado entre muchas idas y vueltas, y yo lo he acompañado. La sensación de la extranjería estaba muy presente, aun dentro de una evidente asimilación al paisaje local, incluida la lengua". 

"Recuerdo, de niño, con nitidez -prosigue- cómo puertas adentro estaba ante un mundo que sonaba y sabía de una manera, por la música, por la comida, por una oralidad poética a más no poder, por la oscilación entre el italiano y los dialectos que se hablaban en casa y que yo aprendía al mismo tiempo que mi español caraqueño. Así podía partir sin moverme". 

Pero, al salir de su entorno, es una realidad otra la que espera: "Una vez que ponía un pie fuera de casa me podía encontrar literalmente en otro país: el que también es mío, al que estoy adherido de modo raigal, sobre todo a dos o tres de sus paisajes. De hecho, me recuerdo más de una vez en Italia, cuando llegaba a la casa de tal o cual pariente, me sobrevenía una sensación muy similar a la que tenía en el mundo familiar caraqueño, como si entre un espacio y otro no hubiese diferencia alguna, ni distancia geográfica. Y al mismo tiempo, conmigo, el vínculo raigal con el país". 

El país que partió 

Partir (con mayúsculas, como subraya Alfredo Chacón en el epílogo del libro), es también el sentimiento de pérdida y transformaciones: "En un sentido aún más personal, Partir me remite a todos los cambios que una persona debe hacer en sí misma para sobrevivir, más aún en un país como el que tenemos ahora. Un país que alguna vez deseamos y ahora, hasta nuevo aviso, "partió" para dejarnos en la plena desolladura, la incertidumbre y la pobreza. La república, así, partió, pero insistimos en su vuelta, porque la llamamos y la queremos. Partir, a su vez, son los pequeños viajes, los hechos en la ciudad, esas peripecias invisibles donde toda una vida puede cambiar: aquella habitación, aquel amor, aquella peripecia entrañable, entre la ciudad y el mar, aquella amistad, aquel paisaje que ha conmovido por un momento y luego se esfuma y tengo que dejar ir. Partir, entonces, me conduce a todo lo que he tenido y amado y me toca despedir. O sea que es partir y ver partir. Hablaría de esa ambivalencia -o polivalencia- más que de una ambigüedad. Partir, también, me recuerda a mi padre y su viaje definitivo, quien partió hace ya doce años, pero llevo en mi corazón. A quien evoco en un poema, no sin desgarro y con cierta coartada medio mítica, como para matizar la emoción y dejarla que "parta" al poema". 

-Aunque hay en este libro alusiones, jamás va directamente al hecho concreto que parece ocupar la literatura y la vida actual de Venezuela, la diáspora. 
-Podemos hablar de diásporas, de éxodos, de exilios, de mareas humanas desplazadas; de migraciones, interiores y exteriores; de confinamientos, de claustros forzados; de insilios, si quieres de trastierros y de destierros. Y pueden ocurrir tantas veces sin llegar a poner un pie fuera de las fronteras. Sabemos que el país todo gira alrededor de estas experiencias de manera escandalosa. Parten los que agarran sus maletas para no volver, o para dejar abierta alguna esperanza de vuelta. Parte el que se queda aquí y asiste con perplejidad al derrumbe del país y vive una vida de horarios restringidos, confinamientos de todo tipo y vive la "partida" de los que no aguantan más. Visto todo lo anterior, las expresiones creadoras de un país se ven afectadas, porque no ando en el parnaso, ni escribo desde los cómodos sillones de la prepotencia. Vivo en una tierra que no halla cómo parar su tragedia. 

-¿Ha considerado la posibilidad de migrar en algún momento? 
-Siempre ha estado presente esa posibilidad. Es un horizonte que se asoma, me saluda, se oculta, y me trae aquí, al lugar -que es un sinlugar- donde estoy ahora: Por las circunstancias personales que decía, siempre ha estado presente en mí "una otra parte" a la que suelo volver, sea cruzando el charco o no. Se me aparece hasta en sueños la imagen de ese "otro país". Diría que estoy aquí y a la vez no. O estoy de modo muy lateral, discreto, pues hasta la vida pública se ha disuelto. "Estamos, así, sobreviviendo en pequeños mundos, a veces aislados, a veces vinculados entre sí. Es un claro confinamiento, un límite que estrangula. Es un drama de mi generación y de las que vienen, hasta nuevo aviso. Veremos qué sale de todo esto. Y si no fuera por algunas presencias casi providenciales, yo sería un desplazado más, estaría cruzando la frontera", finaliza el poeta. 
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