Moulin Rouge: todos los musicales en uno
Ricky Rojas representa a Suramérica en el estreno más estrambótico del año en Broadway
Nueva York.- “Un monstruo; es un gigante este show”, dice Ricky Rojas al definir Moulin Rouge, el musical que lo ha traído de vuelta a Broadway, luego de diez años.
“Suceden muchas cosas en escena. Hay mucho tráfico, es un rompecabezas. Todo tiene que calzar. Si no, puedes terminar poniendo la pata en la cabeza de alguien”, explica con ironía. “Gracias a dios, no nos ha pasado”.
Rojas recién cumplió 40 años y está mudado temporalmente a Nueva York por este proyecto, luego de nacer en Chile, crecer en Australia y vivir en Inglaterra y Francia. Fue en Londres donde consiguió el papel de Santiago, “el argentino” pobre asiduo al decadente cabaret en Montmartre, “alguien que canta y baila de forma cómica”, describe.
Ha estado en el proyecto desde el comienzo: seis semanas en Boston el año pasado y ensayos en Nueva York desde mayo, hasta debutar oficialmente el 25 de julio con un despliegue sin ahorros ni minimalismos.
Es la largamente esperada versión teatral de la película australiana Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001) que logró 8 nominaciones al Óscar y trajo de vuelta a los musicales, un género que se consideraba “pasado de moda” y hasta muerto. Casualmente lo hizo cuando el mundo más lo necesitaba, tras los ataques terrorista del 11 de septiembre.
A su vez, el film se inspiró en tres clásicos que se complementan: las óperas La Traviata (Verdi, 1853) y La Bohème (Puccini, 1896) y la novela La dama de las camelias (Dumas, 1848), sobre el destino fatal de una refulgente cortesana, en un París desigual donde el amor es una elegante mercancía.
Mezclando referencias reales y ficción, en la mente de Luhrmann la heroína (Satine) trabaja en el cabaret más famoso del mundo –cuna del cancan-, que sí existe y en octubre cumplirá 130 años. Además es amiga de Toulouse-Lautrec, famoso pintor que creó posters para el Moulin Rouge.
En la trama, es la plena Belle Époque, y la sensualidad de Satine surge como la única opción de salvar las finanzas del club acostumbrado al derroche y en vías de la bancarrota, pese a ser amado por igual por aristócratas conservadores y bohemios liberales.
En la película ella reina –el papel lo hizo Nicole Kidman-, pero curiosamente en el musical el protagonista masculino (Christian) tiene más peso, con un sorprendente trabajo del actor Aaron Tveit, liderando un elenco de primera con Karen Olivo, dirigidos por Alex Timbers.
Es una “fiesta salvaje”, resumió complacido The New York Times. Es 1899, pero se usan más de 70 canciones del siglo XX y XXI –cual rocola o miniteca- y cientos de cambios de vestuario, a un ritmo trepidante de baile, bisutería y luces con obvio predominio del rojo (Rouge).
Sin duda, un actor de apellido Rojas tiene sobrados motivos para sentirse en casa, mientras los productores sueñan con arrasar en las nominaciones a los premios Tony 2020.
Como dice el anfitrión del cabaret, "Bienvenidos ustedes, hermosa colección de reprobados y sinvergüenzas, artistas y arribistas, piltrafas y sodomitas (…) No importa tu pecado, eres bienvenido aquí". Así, nadie en Broadway queda por fuera.
acorrea@eluniversal.com

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