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A CONTROL REMOTO

Fred Astaire, perfección y elegancia en el arte de danzar

Considerado el mejor bailarín de la historia del cine musical, participó en memorables películas del género. Celebramos su trayectoria al cumplirse 120 años de su nacimiento

  • AQUILINO JOSÉ MATA

06/07/2019 10:11 am

Personificaba la elegancia y la sincronía perfecta. Pocos danzaban como él lo hacía y de allí su brillo en la época en que el género musical vivía su máximo esplendor -entre los años 30 y 50 del siglo pasado-. Su técnica era tan perfecta, que resultaba imposible no rendirse a sus pies. Fue, sin ninguna discusión, el mejor bailarín de la historia del cine. Siempre será recordado por la química especial que tenía con Ginger Rogers, la más destacada de las parejas danzantes que tuvo en la gran pantalla. Así se podría definir a grandes rasgos la carrera del gran Fred Astaire, de quien se acaban de cumplir 120 años de su nacimiento en Omaha, Nebraska, Estados Unidos, el 10 de mayo de 1899.

Frederick Austerlitz, que así era su verdadero nombre, era hijo de un inmigrante católico australiano y una madre estadounidense de padres luteranos. Empezó su carrera en 1905, con solo seis años, junto a su hermana Adele, con la cual actuaba en teatros de variedades. Ya a esa edad se le conocía con su nombre artístico de Fred Astaire, en honor al apellido de un tío suyo. Mientras sus padres evadían las leyes de trabajo infantil de la época, la carrera de los hermanos empezaba a ganar nombre en el mundo del teatro.

Aunque ahora se le conozca por películas como La alegre divorciada o Sombrero de copa, su fama y prestigio vinieron de Broadway, pues ya en los años 20 Astaire y su hermana triunfaban en los escenarios de Nueva York y su celebridad se extendió a Londres, ciudad en la que arrasaron con espectáculos como Lady Be Good y The Band Wagon. Fue en 1932, después que el dúo de bailarines se separó, cuando Fred pone el ojo en el cine.

¡Hola Hollywood!
Con un pequeño debut en Dancing Lady, al lado de Joan Crawford y Clark Gable, se convirtió en una de las estrellas de la RKO después de triunfar al lado de Ginger Rogers en Volando a Río, de Thornton Freeland. En este filme ambos tenían un rol secundario, pero era tal la química y el carisma que desprendían, que enseguida deslumbraron, al extremo de que rodarían juntos diez películas más, que están entre las mejores producidas en los años 30. Aquí se incluyen, entre otras, La alegre divorciada (1934), Sombrero de copa (1935), Swing Time (1936) y Shall We Dance (1937).

A Fred Astaire se le reconocen dos innovaciones importantes en las películas musicales. La primera era su insistencia en que la cámara (casi estacionaria) filmara una rutina de baile en una única toma, mientras mantenía a los bailarines en el encuadre durante todo el tiempo. Y en segundo lugar, enfatizaba en que todas las canciones y bailes estuvieran integrados en el argumento, ayudando así a que la historia avanzara.

Pese a su éxito con Ginger Rogers, era reacio a tener su carrera atada a una sola pareja, por lo cual negoció con la RKO para emprender el camino en solitario con A Damsel in Distress (1937), que no tuvo buenos resultados, lo que lo llevó a hacer dos películas más con Rogers, Carefree y The Story of Vernon and Irene Castle, para luego dejar el estudio, mientras Rogers permaneció y se convirtió en su luminaria más consistente. Luego volverían a reunirse en 1949 para su décima y última aparición en The Barkleys of Broadway.

Una voz suave y elegante
Aunque poseía una voz suave, era admirado por su lirismo y su buena dicción. La gracia y elegancia tan apreciada en su baile, parecía tener reflejo en su canto, una cualidad que llevó al eminente compositor Burton Lane a describirlo como “El mejor intérprete del mundo”. Irving Berlin lo consideró “tan bueno como Jolson, Crosby o Sinatra, no necesariamente por su voz, sino por su idea de proyectar una canción”. Por otra parte, Jerome Kern lo calificó como el intérprete masculino supremo de sus canciones y Cole Porter y Johnny Mercer también admiraron su tratamiento único de los temas de ambos, mientras George Gershwin escribió para él muchas de sus canciones más memorables.

En 1939, al dejar la RKO para buscar nuevas oportunidades cinematográficas, trabajó con Bing Crosby en Holiday Inn (1942) y Blue Skies (1946), además de tener otras parejas de baile, como Eleanor Powell en Broadway Melody (1940), Paulette Goddard en Second Chorus (1940), Rita Hayworth en You’ll Never Get Rich (1941) y You Were Never Lovelier (1942), Joan Leslie en El cielo es el límite (1943) y Lucille Bremer en Yolanda and the Thief (1945) y Ziegfeld Follies (1946).

Después de anunciar su retiro con Blue Skies en 1946, pronto volvió a la gran pantalla para reemplazar a un aquejado de salud Gene Kelly en Easter Parade (1948), junto con Judy Garland y Ann Miller, y para la ya comentada reunión final con Rogers, The Barkleys of Broadway (1949). Continuó haciendo intensamente cine musical en la década de los 50, en un fructífero período que abarcó treinta títulos. Más tarde anunció que se retiraba de bailar en el cine para concentrarse en el teatro dramático, faceta en la cual obtuvo críticas muy favorables, sobre todo en el drama sobre la guerra nuclear On the Beach (1959).

Murió el 22 de junio de 1987, a los 88 años, como consecuencia de una neumonía.

@aquilinojmata
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