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Ocarina Castillo: "Comer es un acto de libertad"

La antropóloga y exdirectora de Cutura de la UCV fue seleccionada para formar parte de la Academia Nacional de Historia

  • JORDAN FLORES

23/06/2019 01:00 am

En un momento de la historia nacional en que la comida se ha convertido más en una causa de preocupaciones que de deleite, la antropóloga y profesora titular de la Universidad Central de Venezuela, Ocarina Castillo, busca en la cocina la raíz de nuestra cultura, e intenta rescatar la mesa como el punto de encuentro que nos une bajo una misma identidad. 

Magíster en Historia y con un doctorado en Ciencias Políticas, ocupó la Secretaría de la UCV entre 1996 y el 2000, y fue su directora de Cultura (1988-1992), consagrando 42 años de vida dedicados al mundo académico en paralelo a su pasión por la gastronomía, la cual ejerce como miembro de la Asociación Venezuela Gastronómica y profesora honoraria de la Universidad Le Cordon Bleu de Lima, además de ser distinguida con la mención "Tenedor de oro" de Academia Venezolana de Gastronomía. 

Castillo, junto a su colega Reinaldo Rojas, fueron seleccionados para incorporarse próximamente a la Academia Nacional de Historia como Individuos de Número, cargo que afirma, le llena de satisfacción pues ocupará el sillón Q que alguna vez perteneció a la reconocida profesora Ermila Troconis de Veracoechea, directora de la institución entre 2003 y 2007, y quien falleció el año pasado. 

- ¿Qué papel siente que debe ocupar la Academia en su labor de preservar la historia en la actualidad? 
- En el momento que estamos viviendo, yo creo que todos tenemos una labor que cumplir. En el caso de la Academia, yo diría que hay unas tareas muy particulares. Una primera creo que tiene que ser la restauración del sentido de nuestra historia y de nuestros procesos, porque en estos últimos 20 años hemos tenido una especie de tsunami que ha querido llevarse por delante nuestro imaginario, nuestra iconografía, nuestra cronología, incluso las fechas. Otra segunda labor es de repetir, insistir y reafirmar lo importante que tiene el proceso de documentación, registro, investigación, divulgación y publicación de todo lo que tiene que ver con nuestros procesos históricos y sociales, porque estamos en una hora menguada en la cual es dificilísimo poder investigar, tener acceso a los archivos y bibliotecas, pero además no cuentas con ningún financiamiento para tus investigaciones y el tema de las publicaciones, se ha convertido en un tema verdaderamente cuesta arriba. 

"La Academia de la Historia, al igual que las otras academias con las que contamos son un faro, un faro de discusión, de libertad de pensamiento, un faro de diálogo para visibilizar los problemas más importantes que tenemos, pero sobre todo, para visibilizar hacia dónde vamos, las posibles soluciones para ver el camino en su horizonte y para hacer ensayos de hacia donde debemos caminar. Eso es muy importante y además en este momento donde estamos ansiosos de oír voces plurales, nuevas, interpretaciones distintas sobre tantas cosas", agrega.

Menciona el reciente caso del cambio de nombre del estado Vargas por "La Guaira" como parte de ese tsunami rojo que se ha encargado de invisibilizar a los personajes civiles que ayudaron a construir la nación, decantado por un militarismo romantizado; razón por la cual cree importante mantener viva esa memoria, especialmente en campos como la ciencia, el arte y la cultura, para salvar a sus próceres del olvido. "Hoy en día es difícil conseguir a un egresado de educación media que conozca a Mariano Picón Salas o a Mario Briceño Iragorry, si no fuera por la constante de si canonizan o no a José Gregorio Hernández también pasaría al olvido", afirma. 

- Incluso se puede decir que algunos personajes solo son rescatados cuando son convenientes para la ideología del Estado… 
- Sí, e incluso en algunos casos les han inventado una historia o una biografía edulcorada que pueda cuadrar con su esquema ideológico. En el caso de (Armando) Reverón, por ejemplo, se ha inventado una historia oficial y complaciente para acomodarlo a una determinada ideología cuando justamente de lo que se trata es de que nosotros podamos conocer a esa figura en la riqueza de las circunstancias en las que les tocó vivir, las opciones que tuvieron, las elecciones que hicieron y la relación con el ambiente en el que les tocó vivir y crear.

-¿Por qué el venezolano históricamente ha sentido esa necesidad de estar bajo la figura de un caudillo?
- Creo que probablemente eso tiene que ver con la figura de Bolívar y con las características de nuestros héroes militares de la independencia, a la importancia que le hemos dado a las personalidades fuertes, hemos construido una manera de acercarnos y de sentir que nos dan seguridad y que son ellos siempre los iluminados que saben para dónde van. Eso en el siglo XIX se repitió con los personalismos: primero con los protagonismos militares, que fueron esas figuras que hicieron su carrera en la era de la guerra de Independencia y fueron como las figuras importantes para dirimir cualquier conflicto y cualquier proceso, después los caudillos propiamente dichos, que eran superiores entre sus pares y que eran como la cúspide de una pirámide donde estaba lo político, lo social, lo económico incluso y lo cultural. Todo eso ha abonado esa figura de hombre fuerte, de personalidad de líder de masas y yo creo que todo eso tiene que ver con la fragilidad de nuestra institucionalidad como sociedad, porque en la medida que existan y apostemos a las figuras así, siempre queda inmaduro nuestro sentido de corresponsabilidad, porque nosotros entonces estamos en otra posición, esperando a que ese abanderado vaya conduciéndonos. 

La universidad que resiste a la sombra

En sus más de cuatro décadas dedicada a la docencia, Castillo nunca había visto más oscuros como los que actualmente vive la Universidad Central. Entre la asfixia presupuestaria que recorta cada vez más las posibilidades de adquirir nuevos equipos y libros, la inseguridad que conquista cada vez más rincones y el deterioro de una ciudad universitaria reconocida como Patrimonio de la Humanidad, no duda en destacar el valor que tienen los profesores y estudiantes que aun resisten en sus aulas.

 Afirma que la universidad tiene su "médula espinal" en esa consciencia de la responsabilidad histórica que conlleva pertenecer a la "Casa que vence a la sombra". Como parte de ese compromiso, destaca los 18 años recién cumplidos que tiene el Programa de Cooperación Interfacultades (PCI) fundado por ella, a través del cual alumnos de diferentes escuelas pueden complementar sus estudios con programas de otras disciplinas que promuevan la cooperación y formación integral entre facultades.


Foto: Nicola Rocco

"En este momento estamos empeñados en tratar de adelantar lo que tiene que ser nuestro proceso de reconstrucción que tiene que venir en paralelo con el proceso de reconstrucción del país", acota.

Reconoce que los problemas que atraviesa la UCV la han rezagado en materia de investigación respecto a otras universidades, cosa que ve con profunda angustia y tristeza, sin embargo, señala que hay que continuar haciendo lo que se pueda e insistir, para transformar esa rabia en una fuerza creativa para seguir haciendo del campus un espacio para el encuentro con las ideas.

"Salir con todas las dificultades a las seis de la tarde y ver la puesta de sol en la plaza del Rectorado, el reencontrarse con eso, y no solamente eso, sino que la universidad sigue siendo un espacio para el pensamiento, para la búsqueda", añade.

Resiliencia en la mesa 

Como investigadora, Castillo ha centrado gran parte de sus estudios en el tema alimentario y los hábitos de consumo del venezolano, siendo fundadora de la cátedra de Antropología de los sabores en la escuela de Sociología de la UCV, así como del diplomado "Alimentación y Cultura en Venezuela". 

Allí, asegura que ha encontrado un espacio maravilloso en el cual confluyen la historia, antropología, geografía y arte, y donde no solo se ve reflejado nuestro pasado, sino incluso nuestra realidad actual. 

-¿Cómo diría que ha influido la cocina en la formación de la cultura del venezolano? 
- Yo creo que mucho. En primer lugar, porque la cocina es cultura. A mí me gusta decir que la cocina es un texto, los alimentos y la comida son textos que nos hablan de nuestra memoria, de nuestros símbolos, de nuestro pasado, de nuestro ambiente, nuestra naturaleza, nuestros recursos, de las fusiones de lo que hemos tomado de otras culturas y los distintos sabores y cómo hemos logrado incorporarlos a los nuestros. Es el resultado que ha salido de esas fusiones y esas mezclas. 

Al más puro estilo del Holodomor, aquel holocausto perpetrado por la Unión Soviética de Stalin en el que murieron de hambre millones de ucranianos, la historiadora asevera que la actual situación de escasez e hiperinflación que mantiene vacías las neveras de los venezolanos es producto de una estrategia de control político, en lo que califica como una situación de "violencia alimentaria" que "no es solamente el hambre, el desabastecimiento o la desaparición de los alimentos, sino toda la destrucción de la importancia de los elementos simbólicos de la alimentación, de la memoria, las preferencias. O sea, es la violencia que no solamente te golpea en lo objetivo en lo material, sino también en lo simbólico, en lo intangible, en lo espiritual".

"En este momento tan difícil yo creo que la mesa es un campo de resiliencia muy importante. Lo que presenciamos en los hogares venezolanos es una resistencia muy importante, pero además una resiliencia creativa donde hemos aprendido a mezclar cosas, reconocer ingredientes viejos, buscar viejas recetas e inventar nuevas. Creo que ha sido una experiencia que nos va a dar algunos resultados que vamos a poder investigar y decir 'estos son los recetarios de la crisis'", opina. 

- ¿Se ha roto entonces el paradigma que tenía el venezolano hacia ciertas comidas? 
- No sé si se ha roto, pero lo estamos bombardeando. Hay un dicho famoso, “gente no come monte”, desde el punto de vista nutricional eso es un disparate, pero forma parte de nuestra cultura. Ahora estamos aprendiendo a comer monte y que es muy bueno para nuestra salud y hay gente que está aprendiendo por primera vez a comer monte. 

 -¿Y puede decir que tiene futuro un país con hambre? 
 -No. Comer es un acto de libertad. Uno elige lo que quiere comer y cómo se lo quiere comer. Todas nuestras opciones alimentarias, que son muchas, permanentes y constantes, son un acto de libertad. Un país con hambre no tiene futuro.

@JJFlores94
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