Después de haber hecho no pocas incursiones, todas sobresalientes, en programas de aficionados en su Puerto La Cruz natal, Mayra Martí, todavía adolescente, llega a Caracas en 1966 de la mano de Mario Suárez, uno de los grandes intérpretes de nuestra música, cualidad a la que sumaba la de tener una probada intuición para descubrir nuevos talentos de la canción; y si no que lo diga, no solamente la ya mencionada intérprete del éxito Elevación, sino también otra gran estrella nacional, la mediática Lila Morillo, quien además de sus apreciables condiciones vocales e interpretativas, supo con el tiempo ser la más eficaz publicista de sí misma, y ya no solamente en lo referente al ámbito estrictamente artístico, sino también en lo tocante a su vida personal, incluidos su matrimonio con El Puma José Luis Rodríguez, del que se divorció hace 30 años, pero al cual continúa sacándole partido cada vez que se propone subirle el rating a Sábado Sensacional, su plataforma de promoción personal por excelencia, en alguna de sus presentaciones. Ya se sabe que este maratónico, aunque ya devaluado, recobra el impulso de mejores épocas gracias a los divinos desmanes de la zuliana.
Pero no es Lila el objeto de esta nota, sino el otro descubrimiento notable de don Mario Suárez, Mayra Martí, quien con su increíble torrente vocal nunca necesitó recurrir a treta publicitaria alguna para dejar sentado su categoría de gran cantante. Debutó nada menos que en El Show de Renny, cuando se emitía por RCTV y al año siguiente de su debut -1967- obtuvo el segundo lugar en el Festival Venezolano de la Canción con un joropo, Nostalgia llanera, por encima de otros artistas ya consagrados entonces como José Luis Rodríguez, Mirla Castellanos, Cherry Navarro, María Teresa Chacín y Mirtha Pérez, entre otros. A partir de allí, desarrollaría una carrera eminente. Los festivales de canciones, tan en boga para la época, fueron parte esencial de su éxito. Es que era imposible sustraerse al hechizo de su poderoso registro de soprano, con el cual llegaba a notas insospechadas en canciones muy efectistas, hechas especialmente para que se luciera hasta conmover a público y jurado. De hecho, en 1968 logra ganar la competencia musical que la catapultó a la fama con el tema Tu lejanía, de Luis Morales Gil, prosiguiendo así una estela triunfos en eventos similares, entre ellos el Festival de la Voz de Oro y el de la Voz de Diamante.
Además de sus experiencias festivaleras, Mayra Martí tuvo siempre muy buen tino a la hora de escoger su repertorio, en composiciones que se adaptaban perfectamente a su estilo, como Elevación, Lejos de los ojos, Sentimiento, Una lágrima, Ya sé, El corazón es un gitano y muy especialmente, Mar de la virgen bonita, de Gilberto Mejías Palazzi, quizás la más emblemática de sus cartas de presentación. Luego de tres décadas de fructífera actividad en el canto, se retira de los escenarios para dedicarse a su profesión de abogada, que desempeñó especialmente como docente en la Universidad Central de Venezuela.
Pero el gusanillo artístico siempre puede más. Hace algunos años comenzó a compartir su trabajo como profesional del Derecho con esporádicas y muy puntuales presentaciones en conciertos, no solamente en nuestro país, sino también en Miami, donde la nutrida colonia venezolana llena todos y cada uno de los recintos donde se ha presentado. Ahora recibimos la muy grata noticia de que se presentará, el domingo 2 de junio, en el teatro del Centro Cultural BOD, en un concierto denominado Para el amor y el recuerdo, acompañada de su banda, dirigida por el maestro Antonio Khan. Será una buena ocasión para disfrutar del arte de esta vocalista fuera de serie, en un espectáculo que ella misma anuncia que estará “lleno de mucha pasión, arraigo, sentimiento y remembranza”, ingredientes que en su poderosa voz quedarán más que enaltecidos.
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