En tan solo cinco años la Caja de Fósforos se ha convertido en una pieza valiosa para el teatro venezolano. Con una búsqueda inteligente, bien ejecutada y presentada de una manera que parece "milagrosa" por lo poco con que cuentan y las grandes producciones que logran.
A pesar de que el teatro en Venezuela ha sido afectado por la crisis y en los últimos años han sido varios los espacios que han tenido que clausurar, la Caja es más bien un hijo de esa dificultad.
Diana Volpe y Orlando Arocha, directores del espacio junto con Ricardo Nortier, unieron sus escuelas y grupos para crear este pequeño lugar. Para Volpe esto es uno de los aspectos más resaltantes que ha dejado la crisis, la unión de grupos, pues ahora todos -los que quedan- se ayudan entre sí, y los actores se presentan acá y allá sin ningún problema.
Arocha define el teatro como: "Una asamblea en el que las personas pueden hablar de las ideas que le interesan.
Y donde pueden plasmar sus emociones".
La Caja de Fósforos cuenta en su mayoría con ayuda de las embajadas, como la estadounidense, la cual auspició el Festival de Teatro Estadounidense y el taller de dirección dictado el año pasado. Actualmente presentan el II Festival de Dramaturgia Europea, para el que cuentan con el apoyo de las embajadas de Suiza, Francia, Italia, España, entre otras; además estarán realizando talleres de dramaturgia.
Esto demuestra que no solo están enfocados en mostrar piezas de teatro con gran impacto, sino también formar a los herederos de las tablas venezolanas. La falta de escuelas de dirección y dramaturgia es una de las dificultades más grandes que encuentra Arocha para la nueva generación de teatreros.
Para ambos más allá del teatro "desaparecer" se ha "reinventado" y sorteado los golpes a los que ha sido sometido en los últimos 20 años.
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