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El amor binacional sana las heridas de Slavko Zupcic

El último libro del autor ganó el XVIII Premio Anual Transgenérico

  • JORDAN FLORES

13/02/2019 01:00 am

Slavko Zupcic (Valencia, 1970) ha recorrido varias naciones incluso antes de nacer. Hijo de un migrante croata, y radicado en España desde fines de los años 90, este escritor ha buscado en su obra las raíces de su identidad mestiza. 

Ese drama es reflejado en Curso (rápido y sentimental) de italiano, obra ganadora del XVIII Premio Anual Transgenérico, organizado por la Fundación para la Cultura Urbana y que vio en el libro una "plástica y elocuente prosa, condiciones que hacen de su lectura un viaje ameno y fluido, placentero e inolvidable". 

En lugar de los personajes centroeuropeos con conflictos en torno a la figura del padre típicos de la narrativa de Zupcic, tenemos a Youseff Benalfi, un filólogo que huye de España a Salerno, Italia, para exorcisar los fantasmas de la muerte de su hermano. Allí, siguiendo los pasos del poeta Izet Sarajlic y el novelista Sándor Márai, termina viviendo la experiendia de una de sus grandes pasiones, que es el amor binacional entre parejas que, por una razón u otra, se encuentran desterradas de sus patrias. 

"Siempre creí que la historia partía de una estampa que alguna vez vi al abrir la ventana de mi propia casa en Salerno: Una pareja binacional que discutía. Ella italiana y el magrebí. Pero quizá se trata también de mí mismo que no solo viví una temporada en Salerno, sino que también perdí una hermana", señala el autor. 

De esta calidad intimista del libro, Zupcic toma su propia experiencia entre Valencia (Venezuela), Barcelona (España) y Salerno, y las traspasa a Youssef, quien en su calidad de árabe magrebí, se halla como un extraño entre dos países del Mediterráneo europeo. 

"Siglos de historia y un único y maravilloso mar compartidos, pero también deudas y resentimientos. Por eso Yousseff, que ha nacido y trabaja en Barcelona, no termina de encajar en España", afirma. 

Para Zupcic, quien es psiquiatra de profesión, el protagonista de su libro ha sido varias veces su paciente, dentro de una corriente que él mismo bautiza como "medritura", es decir, la combinación de medicina y escritura. En ella, más allá de los conocimientos técnicos de su carrera, utiliza su habilidad para acercarse y saber escuchar al otro como receta para construir personajes. Por eso Youseff puede ser un paciente, pero también un carnicero, el marido de una prima política, o cualquiera de los millones que huyen de un país en ruinas. 

El autor considera que palabras como "diáspora" o "migración" endulzan demasiado el drama de los que salen de su tierra. En cambio, se decanta por símiles más escatológicos, como el de un país que se va desangrando lentamente, o que muere por disentería. No obstante, considera que una sola palabra no es suficiente para describir la sensación del destierro, y por eso escribe Curso (rápido y sentimental) de italiano.

Afirma que es imposible estar en dos lugares al mismo tiempo, por eso cuando un avión despega, solo puede aterrizar en un aeropuerto. "Quien parte, por vocación o por deber, divide para siempre su vida. Si se enamora, incorporará muchas cosas (idiomas, vocablos, sabores, incluso posturas) pero fundamentalmente aprenderá a renunciar, a renunciar a partes importantes de sí mismo", dice.

Dentro de su "medritura", Zupcic lleva años trabajando el tema hospitalario en sus obras. Con Cementerio de médicos, narra las experiencias de médicos que también son taxistas, escritores, que acompañan a otros médicos o que son pacientes. "Permanecen inéditas dos novelas con mi personaje preferido, Fausto Porsi, un médico viejo y sabio, refunfuñón, adorable. Y queda la posibilidad de seguir escribiendo, multiplicando el territorio del que como medritor me he hecho animal domesticado".

A los 18 años, como un niño que escribe para otros niños, publicó un poemario infantil titulado Escúcheme Señor Sol (1989). Aunque más adelante también sacó otro libro llamado Giuliana Labolita: el caso de Pepe Toledo (2006), considera que es un género "duro" de escribir, sobre todo por su dificultad para definir lo es realmente literatura infantil, pues dice un niño bien puede leer a Faulkner sin dejar de ser niño, como fue su caso. No obstante, sí le gustaría en el futuro continuar sus historias de Giuliana Labolita.

Entre sus próximos proyectos, se encuentran "unos cuentos cuartientos en que suena mucho la palabra Venezuela. Son mis páginas de estos días. Con ellas voy, arriba y abajo, metidas en la computadora que ya parece un buque de guerra, intrigando a pasajeras de trenes y autobuses".


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