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Arantxa Echevarría: "Los españoles somos muy racistas"

La directora de "Carmen y Lola" opta por siete nominaciones en los premios Goya que se otorgan en febrero en Sevilla, España

  • DULCE MARÍA RAMOS

27/01/2019 01:00 am

“Las gitanas no tenemos derecho a tener sueños” es la frase que designa el destino de Carmen (Rosy Rodríguez) y Lola (Zaira Romero), dos adolescentes que deben luchar por la ilusión del primer amor y los tabúes de una cultura machista, donde la homosexualidad está prohibida y el futuro de una mujer se limita a casarse, tener hijos y ser peluquera. 

Carmen y Lola es el filme que cuenta su historia. Un filme polémico no solo por su trama, sino también por tener a una directora paya y un reparto de actores gitanos no profesionales. Aun así, su autora, la cineasta Arantxa Echevarría, afirma que “es una película muy positiva con un final esperanzador”. Carmen y Lola se estrenó el año pasado en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes y se convirtió junto con las películas El reino de Rodrigo Sorogoyen; Campeones de Javier Fesser, y Todos lo saben, del israelí Asghar Farhadi, con Pénelope Cruz en el rol protagónico, en las obras con más nominaciones a los Premios Goya que el 2 de febrero otorgará en Sevilla la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. 

La cinta de Echevarría opta por los galardones en las categorías de Mejor Película, Mejor Director Novel, Mejor Guion Original, Mejor Canción Original por el tema Me vas a extrañar de Paco de la Rosa; Mejor Actriz de Reparto para Carolina Yuste; Mejor Actor Revelación para Moreno Borja, y Mejor Actriz Revelación para Zaira Romero y Rosy Rodríguez. 

–En la película se tocan tres temas fundamentales: el lesbianismo, el mundo gitano y el primer amor.
 –Así es. Todo surgió cuando un día leí una noticia en el periódico: el matrimonio de dos mujeres gitanas. Me pareció curioso que en la foto ambas aparecían de espaldas, sus nombres eran anónimos y a la ceremonia no había ido nadie de la familia. Entonces, quise contar la historia de estas dos mujeres. Esa, digamos, fue la génesis; después lo mezclé con la experiencia del primer amor, que es algo que todo el mundo recuerda, además de estar lleno de mucho romanticismo. Siempre tenemos mucho pudor de hablar del primer amor porque es algo muy cursi. En mi caso, mi primer amor con otra persona –para la que también fue su primer amor–, resultó un descubrimiento y la sexualidad, un juego. Es un tema un poco olvidado en el cine. 

–¿Cuál fue su interés por tratar la cultura gitana? 
–Soy paya. Soy vasca, pero del norte. Para mí los gitanos eran unos desconocidos, pero llevan quinientos años en España, son españoles como nosotros y lo más importante: son parte de mi cultura. Cuando viajo, lo que exportamos del mundo gitano es el flamenco, y nos parece genial, pero cuando estoy en España observo que tratamos a los gitanos fatal. Los españoles somos muy racistas. A los gitanos los hemos maltratado, perseguido, expulsado de sus comunidades. 

–De alguna manera quiere romper con los clichés sobre los gitanos.
–Se piensa que los gitanos son solo flamenco, que todo el tiempo están de fiesta, que son vagos y ladrones. En realidad, el gitano es un trabajador nato y tiene mucho respeto por los amigos, la familia y las personas mayores. La música es muy importante para ellos, también el duelo, cuando alguien se muere no se puede cantar en la casa, no pueden ver televisión. Esas son las luces, pero como todos los humanos, también tienen sombras en relación a las mujeres y los homosexuales; es una cultura muy machista. 



–Más allá de plantear la temática homosexual, también quiere reivindicar la cultura gitana.
–Sí. Existe una imagen demasiado folclórica, y de paso errónea. Los gitanos son los judíos de España, por decirlo de alguna manera. Hasta hace poco en el Diccionario de la Real Academia la palabra “gitano” era sinónimo de persona mala o persona que recoge las porquerías del suelo. Yo en mi película presento su cultura, ya el espectador sacará sus conclusiones, le guste o no. 

–Usted utilizó para todo el reparto a actores no profesionales, ¿por qué? 
–Quería que fuera una película muy natural, muy de verdad. Me parecía que si escogía actrices gitanas, que solo están las Flores, el público las iba a reconocer, el tema sería Rosario haciendo de lesbiana, era otro tipo de película; por otro lado, si tomaba a un payo haciendo de gitano iba a resultar una falsedad. Eso me obligó a buscar actores no profesionales, con el riesgo que conllevaba si lo harían o no bien. Después no hice casting; es decir no les daba un texto para que lo interpretaran, me sentaba y hablaba con ellos para saber si su personalidad se parecía a la de mis personajes. 

–Siendo una paya, ¿cómo logró entrar en el mundo gitano? 
 –Primero, me tocó introducirme por el mundo de los hombres, para que me dieran permiso para entrar a sus casas. Luego, con las que charlaba era con las mujeres, nos sentábamos en una cocina a pelar patatas y me hablaban de lo divino, de lo humano, del esposo y de los hijos… Y así poco a poco. Estuve en este proceso dos años para conocer a la sociedad gitana y poder escribir el guion. Fue muy duro, pensé que nunca lo lograría y a veces me desanimaba. 

–La polémica acompañó a su película durante su recorrido por festivales. 
–Odio la polémica. Una película se tiene que ver con la mirada limpia. Prefiero que el debate sea sobre la homosexualidad y el feminismo. 



–En el caso de las protagonistas de Carmen y Lola, ¿son lesbianas en la vida real? 
–No son lesbianas. Las lesbianas de verdad no se atrevieron, eran muy potentes, pero la película les iba a dar mucha visibilidad. Estas dos chicas (Rosy Rodríguez y Zaira Romero) son unas valientes porque se están exponiendo. En el mundo gitano se pierde un poco el límite entre el mundo real y el ficticio. Rosy y Zaira han sido catalogadas de guarras, de enfermas, de golfas... Ellas comprendieron que el cine es un trabajo, horas de ensayos, horas de rodaje. A pesar de las críticas, cuando estuvimos en Cannes fue muy bonito, estaba con las dos chicas gitanas que jamás habían salido de su barrio, al final de la proyección la gente aplaudió por más de cuatro minutos, ellas no podían parar de llorar. Le pregunté a Rosy, la que hace de Carmen, qué había sentido y me dijo: “Una felicidad inmensa por los aplausos y una tristeza inmensa porque se ha acabado la película y ahora me toca volver a la realidad”. 

–Usted logra mezclar el lenguaje cinematográfico del documental con la ficción. 
–Es que no son distintos. Para mí es una narrativa muy natural. Creía que necesitaba una parte documental para agarrar al espectador e introducirlo en el mundo gitano, para que comprendiera los códigos y la situación de Lola y Carmen. También quería que los actores fluyeran. Aunque fuera ficción, trataba que los actores no estuvieran pendientes de su plano, de la cámara o del micrófono. 

–Más allá de ver el filme en las grandes pantallas, ¿le obsesionan los premios? 
 –Si llegan los premios me encantaría, en especial para todo el equipo que se jugó la piel en esta película; pero para mí el mayor premio es que si un padre, una madre, un hermano o un amigo tienen a alguien diferente en su familia, después de ver la peli le digan: “Yo te quiero como eres”.

@DulceMRamosR 
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