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Editoriales independientes que florecen en el abismo (I)

A pesar de la salida de las grandes casas editoriales, otras como La Poeteca, Libros de Fuego y Letra Muerta sobreviven a la crisis

  • JORDAN FLORES

19/01/2019 01:00 am

La actual crisis económica que enfrenta el país ha sido un lastre por varios años para casi todos los sectores productivos, pues la hiperinflación diariamente pone cuesta arriba los costos operacionales, y los libros no son la excepción.

Como negocio, en los últimos años las editoriales se han visto afectadas por las dificultades para conseguir papel y materias primas indispensables para la impresión de títulos, lo que sumado a la obligación de vender “a precios justos” y al hecho de no ser prioridad para los entes encargados de la asignación de divisas, ha llevado a las grandes casas editoriales a abandonar el país, traduciéndose en una disminución en la cantidad de autores importados disponibles en las vitrinas de las librerías. Sin embargo, en medio de ese abismo dejado por la pérdida, han florecido un grupo de editoriales independientes, pequeñas y medianas, que apuestan por los autores locales y buscan diversas formas de mantenerse a pesar de surgir en un medio hostil.

El Estilete, Madera Fina, Ígneo, Bid & Co., Eclepsidra, Dcir, Lector Cómplice, Utopía Pórtatil, son nombres que, por mencionar algunos, toman presencia con cada vez más fuerza en el mercado nacional y latinoamericano, haciendo un esfuerzo para mantenerse publicando junto a veteranos como Oscar Todtmann Editores, Ekaré, Fundación para la Cultura Urbana o la editorial Equinoccio de la USB; y otras que a pesar de haberse ido, todavía mantienen raíces en el país, como es el caso de Alfa y su sello Puntocero. 

Para Alberto Sáez, director editorial de Libros de Fuego, esta situación se da principalmente porque, a diferencia de los grupos transnacionales, las editoriales pequeñas demandan una inversión mucho menor, lo que les permite ajustarse a un modelo de producción con tirajes pequeños de hasta 1.000 ejemplares, pero capaces de permitir el reintegro del capital invertido. 

Para el caso particular de Libros de Fuego, su estructura se encuentra repartida entre Venezuela, Colombia y Chile. En promedio, cada libro que publican tiene un costo estimado de entre 1.500 y 3.000 dólares, por lo que la mayoría de sus libros son impresos en Colombia, para luego distribuirse en el país.

Sáez explica que el año pasado la editorial publicó siete títulos, sin embargo, han tenido años en que este número se reduce. También conoce otras empresas que apenas han tenido rentabilidad para costear un solo libro por año. 

No obstante, cree que su modelo trinacional ha permitido exportar autores venezolanos que antes no habrían podido figurar afuera, del mismo modo que también han incorporado firmas de otros países a su colección para poder llamar la atención en el extranjero. 

“Hemos tenido que ampliarnos a un catálogo más latinoamericano”, acota. 

En este punto coincide con Faride Mereb, directora de Ediciones Letra Muerta, pues desde Nueva York, ha tenido la opotunidad de trabajar para que las obras venezolanas ganen cada vez más espacios y llegar a nuevos mercados e idiomas. 

Con la mirada en el país

Contrario a Libros de Fuego, Letra Muerta imprime sus libros en Venezuela, aunque sus editores formen parte de la diáspora. Mereb asegura que es difícil estar lejos, pero es la mejor forma de trabajar para mantener la editorial a flote.

“Aún se están haciendo muchísimas cosas, y es importante que se hagan como respuesta, o como manera de dar la cara ante toda esta situación social por la que el país está transitando”, señala. 

Repartidos entre Colombia, Argentina, Chile y los Estados Unidos, Mereb confiesa que la editorial no tiene fines de lucro, pues genera solo lo suficiente para producir más libros. Anteponiendo la excelencia antes que la cantidad, no sacrifican la calidad de sus materiales para imprimir más, y por eso en el 2018 solo publicaron un libro, [a love supreme], Shakespeare: variaciones de Adalber Salas, con un tiraje de 500 ejemplares, y para este año preparan dos libros más, de 200 y 250 respectivamente.

"Nos aseguramos de que si van a ser pocos ejemplares, como es el caso de nuestros libros de Ida Gramcko y Hanni Ossott que fueron de 150 cada una, que se hagan llevar a archivos, centros académicos, a consulta para que tanto el título, la editorial y el autor trasciendan. Que más allá de las personas que las puedan comprar en librerías, esté como referencia académica en varios lugares", dice.

Un lugar para la poesía

Un grupo que arrancó con fuerza el año pasado fue la Fundación La Poeteca, la cual tiene la que quizás sea la única biblioteca del país dedicada enteramente a la poesía, sino que también se ha dedicado a dar voz a aquellos poetas que quedaron desamparados por la falta de editoriales públicas y privadas.

Jacqueline Goldberg, su directora editorial, afirma que su secreto está en el sólido equipo de proveedores y profesionales que, a pesar de la devaluación y las odiseas personales que cada uno carga en su cotidianidad, aún mantienen los mismos honorarios convenidos sin dejar a un lado su pasión por el proyecto. 

Explica que gracias al trabajo de la diseñadora Walesca Belisario, han encontrado la fórmula para optimizar el consumo de papel con cuadernillos engrapados que buscan lograr la mejor relación calidad-precio. Gracias a esto, pudieron publicar cinco libros inéditos de poetas emergentes, así como la antología con los finalistas del III Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. También apoyan a proyectos de autopublicación, como el poemario Cantos de luz negra, de Santos López.

Adelanta que apenas están empezando en cuanto a distribución y promoción libros, pero que próximamente aspiran lanzar nuevas colecciones. 

"No solo publicaremos libros de jóvenes poetas. Vienen otras colecciones con nombres imprescindibles de nuestra poesía. Por fortuna son varias y amigas las editoriales que siguen publicando poesía", apunta.

Sobrevivir unidos

Sáez reconoce que el panorama editorial en los próximos años es “desolador” debido a la incertidumbre económica, por lo que cree necesario que ante la falta de apoyo por parte de las instituciones públicas que se supone debería velar por la cultura, las editoriales deben trabajar unidas para sobrevivir a la tormenta.

Asevera que desde Libros de Fuego, han sostenido conversaciones con otros editores para apoyarse y realizar colaboraciones, como ocurrió en la Feria del Libro de Medillín, donde presentaron el stand de Venezuela como un mismo lote que agrupaba a varias casas nacionales. 

Igualmente, resalta su participación en diciembre en la 32° de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, donde junto a Bid & Co., presentaron sus libros publicados en Portugal, además de participar junto otros escritores exiliados en diferentes charlas y eventos.

En tiempos de crisis, editoriales, distribuidores, autores y libreros luchan por no desaparecer. Unidos, poco a poco, tratan de salir del abismo, y de ver la luz de un nuevo día.

@JJFlores94
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