Con el libro de relatos En el último trago nos vamos (Editorial Tusquets), el escritor argentino Edgardo Cozarinsky se alzó con el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2018, celebrado hace días en Bogotá.
El jurado del premio, conformado por Alberto Manguel, Piedad Bonnett, Diamela Eltit y Élmer Mendoza, destacó que el texto ganador es un aporte importante a la narrativa hispanoamericana actual. “La obra ganadora es sobre todo un libro escrito con un gran oficio narrativo, con raíces profundas en una antigua tradición literaria y de una notable solidez intelectual. Entre sus temas están la identidad existencial, la vejez y la infidelidad de los recuerdos, todos elaborados por Cozarinsky de una manera singular, otorgándoles una dimensión literaria solvente y necesaria”.
-Cuando uno revisa su historia de vida, lee que una enfermedad lo llevó a decidirse por la literatura.
-Lo que ocurrió es que ese percance de salud que tuve, me hizo sentir que es necesario de dejar de perder el tiempo con cosas que me interesaban secundariamente. Debía concentrarme en lo que realmente quería hacer: escribir. Anterior a ese momento, rescato el libro Vudú urbano que es de alguna manera la semilla de lo vendría después, pero es cierto a raíz de ese hecho empecé a escribir muchísimo y poco a poco, me fui alejando del cine.
-¿Cómo se relacionan el cine y la literatura en su obra?
-No se relacionan en nada. El cine y la literatura están muy separados en mi vida. A mí me gusta estar solo, en silencio, para poder escribir escuchando una voz interior y no el barullo de la vida social. También me gusta estar rodeado de gente para compartir y discutir una idea mía, para encontrar los medios para realizarla, para convencer a mis colaboradores. Por un lado soy un asceta, por el otro soy una persona social y combativa.
-Usted se ha construido personal y artísticamente en dos ciudades: Buenos Aires y París.
-Son lugares afectivos de toda mi vida y de mi vida imaginaria. París estuvo en mi mente hasta que fue el escenario de mi vida cotidiana. Buenos Aires fue mi infancia, mi juventud que he reencontrado años después no con nostalgia -detesto la nostalgia-, sino atento con la gente joven. Hoy me rodeo de mucha gente joven para evitar el endiosamiento que la gente de mi edad hace de lo que fue su vida pasada. Trato que mi vida se renueve constantemente.
-Dice que detesta la nostalgia, ¿de alguna manera no es detestar también los recuerdos y la memoria?
-Sí, pero eso no es nostalgia para mí. Lo pasado, lo vivido es como una reserva ecológica donde encuentro argumentos y personajes para lo que quiero escribir. Cuando digo que detesto la nostalgia, es que odio esa actitud de que todo tiempo pasado fue mejor, me gustaría vivir en tal época. Tenemos que vivir en el presente.
-Usted enfrentó situaciones políticas muy difíciles en Argentina, hoy nuevamente su país está en crisis. ¿Hay futuro?
-No lo veo.
-El premio que acaba de recibir es en honor al escritor colombiano Gabriel García Márquez, ¿cómo fue su primer contacto con él?
-Mi relación con García Márquez fue mucho antes de su obra maestra Cien años de soledad, cuando tenía veinte años y daba mis primero pasos en el periodismo y lo que hacía no me producía interés, simplemente era una manera práctica de ganarme la vida, un buen día cayó en mis manos Relato de un náufrago y me dije: “¡Caramba esto es extraordinario!”. Me encontré con un texto periodístico pero también con un texto literario.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Edgardo Cozarinsky?
-Es la ventana de mirada, formada por mis lecturas literarias y cinematográficas. Es una mirada de un individuo que puedes considerar interesante o marginal, pero es la mía y no tengo otra posibilidad de escapar de ella.
@DulceMRamosR
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