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Antonio Briceño: Naturaleza, fotografía y creación

En su mundo fotográfico las imágenes son ahora materia prima para abordar la ficción

  • MARITZA JIMÉNEZ

22/09/2018 01:00 am

A los 8 años, Antonio Briceño (Caracas, 1966), tuvo su primera cámara, y a los 21 inició una original carrera fotográfica que lo llevó a darle la vuelta al mundo y el reconocimiento internacional. Hace tres años, se convirtió en otro de los artistas venezolanos que dejan el suelo patrio, empujados por la crisis.

"La fotografía empezó para mí muy temprano. A los 8 años, cuando un tío me regaló una cámara Diana. Pocos años después, me permitían tomar las fotos en los viajes familiares y a los 15 me regalaron mi primera Réflex, que me acompañó durante una década".

España fue el destino elegido, "por razones culturales y afectivas". La migración, dice, implica renunciar a muchas cosas, determinantes en la capacidad de adaptación.

"Pero en España me siento cómodo, por el idioma y cierta idiosincrasia común a todos los países hispanos. España me encanta. Aquí me siento bien", afirma sobre ese país donde realizó recientemente un master en Artes Digitales en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.


De la serie "13 camas"   (Cortesía) 

Briceño es licenciado en Biología por la UCV, carrera que tomó por su amor a la Naturaleza. Resultado de esa fusión entre ambas pasiones, surge el estilo que le ha dado un lugar destacado como artista de la cámara.

"Desde niño tenía igualmente fascinación por la naturaleza y los animales. Mis primeras imágenes estaban todas enfocadas en esos temas", afirma, quien es cofundador de Provita, una de las instituciones conservacionistas más activas de Venezuela.

Un viaje de estudios a unos caseríos cafeteros en el estado Lara fue su primer contacto con la vida rural "y un gran descubrimiento, porque desde entonces el retrato es mi medio favorito de expresión".

La experiencia también centró su interés las comunidades indígenas, "con lo cual comencé a comprender que no iba a ejercer mi carrera", afirma. Y en los últimos años de estudios, suspende algunos semestres para irse de viaje por el mundo.

Así conoce la India, Marruecos, Egipto, Nepal, Pakistán y varios países de Europa.

"La India fue un país decisivo para mí. Y la espiritualidad exuberante de ese país, tan contrastante con la ciencia, despertó en mí intereses que se han mantenido". 


"El dueño del fuego"    (Cortesía) 

Su carrera expositiva comenzó en 1987 y entre 1996 y 2002 expone en forma individual: Velos y turbantes (Nueva Delhi, 1996); Pasajeros (Caracas, 1997, primer lugar del XVI Premio de Fotografía Luis Felipe Toro); Devoción (México, 1998; La Habana, 1999; Bruselas, 2000); Guadalupanos (Caracas, 1999) y Los Chamanes (Stuttgart, 2002).

En el año 2000 regresó para quedarse. "Comencé a desarrollar proyectos más complejos en los que pudiera unificar todas mis pasiones: la naturaleza, los viajes, la espiritualidad, la vida rural y, sobre todo, el mundo indígena".

Entre estos destaca su serie Dioses de América, que le ha dado fama en el mundo. En ella "ilustra" el mundo mitológico de diferentes culturas de diez etnias de seis países: Brasil, Colombia, México, Panamá, Perú y Venezuela, "proponiendo una iconografía para sus dioses, demonios y otros seres míticos". Al mismo tiempo, la serie es punto de partida de una nueva apertura en su trabajo:

"A partir de ahí, la fotografía es un medio: ya no me interesa registrar y dar a conocer cosas que ocurren, sino desarrollar la ficción.

"Mis proyectos tienen en común el uso de la imagen fotográfica para construir diferentes ficciones mediante la manipulación digital. Ya no hay subordinación a la técnica y el equipo. Las imágenes son ahora materia prima".

mjimenez@eluniversal.com
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