UNA ENTRADA A LA SEMANA | Crítica
“El consentimiento” y la tolerancia al hombre brillante
La película forma parte del Festival de Cine Francés que se desarrolla en Trasnocho Cultural. Está basada en el testimonio real de Vanessa Springora, víctima de abuso por parte del autor Gabriel Matzneff
En 1985, Vanessa Springora conoció, gracias al círculo de amistades de su madre, al autor Gabriel Matzneff. Ella estaba a días de cumplir 14 años. ¿Y él? Pues, acercándose con 49 al medio siglo. Él comienza a enviarle cartas escritas a mano en tinta azul celeste. Ella, amante de la lectura y escritora incipiente, se entrega por completo a la relación y a la manipulación, ante la mirada atónita pero cómplice del propio círculo de intelectuales donde Matzneff, ahora con 88 años, aún se mueve como pez en el agua.
Matzneff comenzó escribiéndole cartas, donde se declaraba cautivado por su figura y prometiéndole algo que nunca conseguiría en un amante más joven, más cercano a ella. Usaba palabras cuidadosamente escogidas y moldeadas para luego labrarlas en el papel, y manipular a una joven que le admiraba y que quería, eventualmente, seguir sus pasos.
Springora terminó la relación una vez cumplidos los 18 años. También logró convertirse en escritora. Su autobiografía, que lleva por nombre El consentimiento, no solo se convirtió en un éxito de ventas y puso en jaque la reputación del autor, defensor ferviente de las relaciones entre hombres maduros y menores de edad. También se convirtió en una película titulada de igual manera, bajo la dirección de la cineasta Vanessa Filho. El consentimiento está disponible en la plataforma de streaming Filmin, y forma parte del Festival de Cine Francés que se celebra anualmente en algunos circuitos de cine del país.
El consentimiento es una película cruda e incómoda, desde el primero hasta el último minuto de la hora y cincuenta y cuatro que dura el relato de Springora. Pero es, sin duda, una película necesaria y esclarecedora, que responde contundentemente a la necesidad de culpar a la víctima por “consentir” la conducta del agresor, o de contar lo ocurrido años después.
Sobre todas las cosas, El consentimiento nos recuerda lo cómplices que hemos sido todos con algún tipo de agresor. Es un espejo que nos confronta con lo que hemos dejado pasar, las veces que hemos vuelto nuestra vista hacia otro sitio, y las veces que hemos callado en el proceso.
Es, también, una pregunta abierta. ¿Qué hace Woody Allen en libertad, por ejemplo? ¿Por qué no hubo justicia para María Schneider, abusada en cámara por Marlon Brando y Bernardo Bertolucci? ¿Por qué los agresores caminan con libertad y rodeados de vítores, pero las víctimas deben hacerlo con gafas de sol y dedos acusadores?
En Venezuela, El consentimiento ocurrió con el nombre y el apellido de Willy Mckey, el “agitador cultural” que se suicidó en Buenos Aires días después de que una usuaria de X llamada “Pía” revelara conversaciones privadas y detalles sobre la relación que mantuvo con el poeta y escritor, cuando ella tenía 15 años y él 36, con una sólida trayectoria en el portal Prodavinci.
Este año, las estudiantes de la Escuela de Letras decidieron no inscribir una materia impartida por el profesor Jaime López Sanz, ante la falta de respuestas de la Universidad Central de Venezuela a las denuncias hechas contra el pedagogo en 2021, y que lo acusan de acoso sexual. Después de que el 26 de marzo de 2025 se diera a conocer un vasto testimonio anónimo, donde una estudiante detalla su experiencia de abuso y da evidencias del proceso de denuncias, las autoridades de la casa de estudios pidieron a las víctimas denunciar nuevamente, pues los hechos de 2021 no serían tomados en cuenta.
El consentimiento no es una película. Tampoco un hecho aislado. Es el recordatorio de una agresión que existe aún en el seno de la intelectualidad, ante los ojos de todos, y que se alimenta de nuestras bocas cerradas.
@enlazonac
Matzneff comenzó escribiéndole cartas, donde se declaraba cautivado por su figura y prometiéndole algo que nunca conseguiría en un amante más joven, más cercano a ella. Usaba palabras cuidadosamente escogidas y moldeadas para luego labrarlas en el papel, y manipular a una joven que le admiraba y que quería, eventualmente, seguir sus pasos.
Springora terminó la relación una vez cumplidos los 18 años. También logró convertirse en escritora. Su autobiografía, que lleva por nombre El consentimiento, no solo se convirtió en un éxito de ventas y puso en jaque la reputación del autor, defensor ferviente de las relaciones entre hombres maduros y menores de edad. También se convirtió en una película titulada de igual manera, bajo la dirección de la cineasta Vanessa Filho. El consentimiento está disponible en la plataforma de streaming Filmin, y forma parte del Festival de Cine Francés que se celebra anualmente en algunos circuitos de cine del país.
El consentimiento es una película cruda e incómoda, desde el primero hasta el último minuto de la hora y cincuenta y cuatro que dura el relato de Springora. Pero es, sin duda, una película necesaria y esclarecedora, que responde contundentemente a la necesidad de culpar a la víctima por “consentir” la conducta del agresor, o de contar lo ocurrido años después.
Sobre todas las cosas, El consentimiento nos recuerda lo cómplices que hemos sido todos con algún tipo de agresor. Es un espejo que nos confronta con lo que hemos dejado pasar, las veces que hemos vuelto nuestra vista hacia otro sitio, y las veces que hemos callado en el proceso.
Es, también, una pregunta abierta. ¿Qué hace Woody Allen en libertad, por ejemplo? ¿Por qué no hubo justicia para María Schneider, abusada en cámara por Marlon Brando y Bernardo Bertolucci? ¿Por qué los agresores caminan con libertad y rodeados de vítores, pero las víctimas deben hacerlo con gafas de sol y dedos acusadores?
En Venezuela, El consentimiento ocurrió con el nombre y el apellido de Willy Mckey, el “agitador cultural” que se suicidó en Buenos Aires días después de que una usuaria de X llamada “Pía” revelara conversaciones privadas y detalles sobre la relación que mantuvo con el poeta y escritor, cuando ella tenía 15 años y él 36, con una sólida trayectoria en el portal Prodavinci.
Este año, las estudiantes de la Escuela de Letras decidieron no inscribir una materia impartida por el profesor Jaime López Sanz, ante la falta de respuestas de la Universidad Central de Venezuela a las denuncias hechas contra el pedagogo en 2021, y que lo acusan de acoso sexual. Después de que el 26 de marzo de 2025 se diera a conocer un vasto testimonio anónimo, donde una estudiante detalla su experiencia de abuso y da evidencias del proceso de denuncias, las autoridades de la casa de estudios pidieron a las víctimas denunciar nuevamente, pues los hechos de 2021 no serían tomados en cuenta.
El consentimiento no es una película. Tampoco un hecho aislado. Es el recordatorio de una agresión que existe aún en el seno de la intelectualidad, ante los ojos de todos, y que se alimenta de nuestras bocas cerradas.
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