Antes de convertirse en uno de los casi tres millones de venezolanos que han salido del país presionados por la crisis, Beatriz Calcaño lo pensó mucho. Aquí tenía su historia, sus raíces. El legado de una familia, "los Calcaño", cuyo apellido dice mucho en la cultura venezolana.
“Mi relación con la escritura me viene desde muy joven", dice, recordando sus memorias. "Mi casa estaba llena de libros. Mi papá, Antonio Simón Calcaño tenía una máquina de escribir Underwood y yo desde mi cuarto lo escuchaba teclear sus poemas. Luego él los leía en voz alta con su voz cálida y gruesa. Así aprendí de espacios y ritmos. Como dice Octavio paz: 'El poema es un conjunto de frases, un orden verbal, fundado en el ritmo'. Ese ritmo lo encontré y guardé durante mi vida hasta que encontré el tiempo y momento para expresarlo. Así fui dando vida a mi primer poemario "Expediciones", un libro en el que plasmé mis viajes interiores, que me llevó por momentos a lugares oscuros y otros fulgurosos. Un libro que cuando aún no lo había terminado me diagnosticaron un cáncer, y para poderlo terminar abrí un canto que hablaba de mi proceso, pero lo importante es que lo cierro con un poema que se llama Renacer."
Con ese libro recibe en 2008 el primer premio del concurso de Monte Avila Editores para autores inéditos, mención Poesía.
"Varios años más tarde comencé a escribir otro poemario, “Pequeños mandamientos”, en el que yo veo dos corrientes: por una parte, rindo homenaje a la poesía y por la otra, es un libro que sale un poco de lo interno, hacia las cosas del día a día, las pequeñas cosas como las llamo yo. Expresa un cambio que se dio en mí, una transformación interior”.
Calcaño, nacida en Caracas, es psicopedagoga y traductora. Eso le ha permitido dar clases de inglés y poesía en Badalona, donde reside actualmente. Además es autora de un exitoso libro, "Mandalas para colorear", del que ya van dos ediciones.
¿Por qué toma la decisión de salir de Venezuela?
“Ya en enero de 2017 la situación en el país era bastante difícil. Del metro hasta llegar a mi casa, encontraba con frecuencia personas rogando por un pedazo de pan o una fruta. Me entristecía todo lo que veía a mi alrededor. El país tomado por una gran oscuridad. Como a todos, me resultaba difícil conseguir medicinas y alimentos. Teníamos la oportunidad de reunirnos con mi hija en España. Ella quería que nos viniéramos. No fue fácil tomar la decisión, no era el plan de vida que había soñado para mí, pero las circunstancias lo determinaron de esa forma.
-¿Cómo le ha afectado el exilio?
-Ha sido duro. Aquí no importa quién eres ni qué hacías en tu país. Y he tenido que ponerme a trabajar mucho intelectualmente para no pensar en Venezuela. A veces me veo en mi casa, regando mis matas. Pero aquí sigo ligada a las letras, a la poesía. Vivo frente al mar, mis imágenes ahora son otras. Veo trenes, gaviotas, nubes inmensas. Cosas que ya están apareciendo en mis nuevos escritos.
Además, los venezolanos exiliados en Barcelona han constituido un grupo en whatsapp, “Venezolanos en networking”, por el que se anuncian trabajos, negocios, ropa para donar, cursos y talleres. “Nadie habla de política, porque ya todos sabemos lo que pasa en Venezuela y nos concentramos en sobrevivir”.
Por esa vía, se enteró de la existencia del colectivo En Palabras, constituido para “visibilizar las experiencias del exilio latinoamericano”.
“Es un espacio en el que un colectivo de escritores de América Latina narran, comparten y escriben historias de vida alrededor del tema del exilio. Por medio de diversos ejercicios de creación y exploración literaria, tratamos de encontrar una voz común, dar forma a nuestras memorias y descubrir relatos y testimonios que queremos contar. La apropiación de los recursos de la poesía, la biografía, la autoficción, el relato corto, la dramaturgia, entre otros, proveerá potentes herramientas para la escritura creativa”.
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