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A CONTROL REMOTO

Costa Gavras y el derecho a la muerte

El realizador griego, a sus 92 años, acaba de estrenar “El último suspiro”, su más reciente película, en la cual la muerte, entre el humor y el llanto, tiene muchas lecturas

  • AQUILINO JOSÉ MATA

04/05/2025 01:00 am

A sus 92 años, el celebrado director griego Costa-Gavras se despide del cine con El último suspiro (Le dernier souffle), un título muy sugestivo, pues la película trata un tema del que a muchos les cuesta hablar o evitan abordar: la muerte, enfatizando en la forma de asumirla de la manera más digna posible. Para ello, adaptó un libro escrito a cuatro manos por el médico de cuidados paliativos Claude Grange y el filósofo Régis Debray, quienes son interpretados en la gran pantalla por los actores franceses Denis Podalydès y Kad Merad, respectivamente.

En un diálogo amistoso y apasionado, el médico y el escritor, que en el filme tienen los nombres ficticios de Augustin Masset y Fabrice Toussaint, se enfrentan cara a cara, uno con el final de la vida de sus pacientes, y el otro con su propio destino. Y lo hacen llevados por un torbellino de visitas y encuentros, en un sensible viaje teñido entre el humor y el llanto. Todos son casos reales, entre ellos los de una enferma (Charlotte Rampling) que quiere morir con dignidad, una gitana (Ángela Molina) que solicita la eutanasia y se despide con una fiesta y una joven que ante un final demasiado prematuro reacciona con furia.

Director mítico del cine político, Costa-Gavras saltó a la fama con Z (1969), alegoría sobre la brutalidad de la dictadura de los coroneles griegos. Después cimentó su prestigio con La confesión (1970), donde desafió a la izquierda tradicional al mostrar las purgas estalinistas. También denunció el apoyo de la CIA a gobiernos de extrema derecha en Suramérica en títulos como Estado de sitio (1972) y Desaparecido (Missing, 1982), que se acercaba al horror desatado por Pinochet en Chile y con la que ganó el Óscar al Mejor Guion.

“Desde que somos niños aprendemos que la muerte es mala, e intentamos no hablar sobre ella -sostiene el realizador al referirse a su nueva película-. Jamás se muestra, ni siquiera en la televisión, donde vemos sexo, violencia, absolutamente todo, menos la muerte. Pero solo podemos identificarnos con ella si la vemos. Sin embargo, es necesario aprender a morir porque es algo inevitable, y hay que prepararse para hacerlo con dignidad. Estoy en una edad en la que la muerte no puede estar muy lejos. De alguna manera, esa cercanía clarifica las prioridades. Nos pasamos la vida queriendo ser el mejor, comportándonos de manera egoísta, pero aceptar la muerte, aceptar que la vida se acaba, te da otra perspectiva. Hay gente que piensa que después de la muerte irán al paraíso. Yo no lo creo, aunque lo respeto”, remarca el polémico director.

Cuando se le pregunta si se da cuenta del camino recorrido como cineasta, asegura no mirar mucho hacia atrás. Ya tiene nuevas ideas: “Sobre todo viviendo en un mundo que ha cambiado tanto, y que es muy provocador en varios sentidos”. Habrá entonces que ver El último suspiro, donde, a juicio de muchos, y pese a sus 92 años, su óptica desborda espíritu joven.
@aquilinojmata





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