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Bruno Manara: por amor al Ávila

La memoria de nuestra naturaleza quedará en sus libros e ilustraciones

  • MARITZA JIMÉNEZ

06/09/2018 01:00 am

Muchos fueron los libros que Bruno Manara dejó sobre nuestra geografía. Pero sin duda que fue El Ávila el principal objeto de culto y devoción de este botánico, ilustrador, profesor de dibujo técnico, latín y griego, que ayer falleció en Caracas, a los 79 años, dejando un patrimonio invaluable en el conocimiento de nosotros mismos. 

Nacido en Verona en 1939, cuando llegó Venezuela, en los años 50, traía las enseñanzas de su padre en el arte del dibujo: "Marcas la línea central primero, después haces así, el contorno". Luego vendría el contacto con otros maestros, como Julián Steyermark, el norteamericano autor de obras como Flora de la Guayana venezolana, recibió una entrada en el Libro Guinness como colector de más de 1.300 especies de nuestro continente. 

Cuando Bruno Manara, estudiante entonces del Pedagógico de Caracas, se acercó al Jardín Botánico con la idea de dibujar unas plantas, no pensaba que lo sustituiría como dibujante de nuestro principal centro botánico. 

Augusto Braun, jardinero jefe del instituto, lo propuso. Y Tobías Lasser, su director, lo aceptó con una observación: "aquí no trabajamos con colores, hay que trabajar con tinta china". 

De su aprendizaje de Steyermark, comenzaría a desarrollar su propio estilo. 

"Procuro hacer un trabajo lo más claro posible, lo más limpio posible. No tanta línea, tanto rayado para darle sombra. No me gusta así. Simplemente un dibujo. Me guié mucho por el del señor Dunsterville que hizo el libro Las orquídeas de Venezuela", decía, refiriéndose a quien había sido presidente de la Shell hasta 1956, que luego se dedicó al estudio e ilustración de nuestra flor nacional. Manara se adentró durante años en El Ávila, tras las huellas del lasallista hermano Ginés, quien afirmaba que en esa montaña teníamos compilada, como en un jardín botánico, toda nuestra geografía. 

Egresado de Literatura y Castellano del Pedagógico y de Filosofía y Letras por la UCV, fue profesor de griego bíblico y latín en la UCAB. Hoy en día, cuando el "avance civilizatorio" ha producido notables transformaciones en la flora y fauna de nuestra montaña, Manara nos recuerda pasajes como el del cocuy que crecía en sus faldas, y de cuyas pencas se vistió y alimentó el caraqueño en remotos tiempos, y el dulzor de sus raíces que sirvió de golosina a los pequeños en antiguas bodegas. 

Un legado que ojalá no quede solo para la memoria.
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