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Miguel Bonnefoy: “Este premio no lo recibo como hombre y escritor, sino como venezolano”

"El sueño del jaguar", obra que acaba de recibir el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, se inspira en su abuelo, el “rector de rectores” de la Universidad del Zulia

  • MARITZA JIMÉNEZ

03/11/2024 01:00 am

Antonio Borjas Herrero, reconocido como “rector de rectores” en la Universidad del Zulia, es uno de los principales personajes de El sueño del jaguar (Le Rêve du Jaguar), la fascinante historia ambientada en Maracaibo a principios del siglo XX, con la que el escritor franco venezolano Miguel Bonnefoy acaba de recibir el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, uno de los más destacados reconocimientos literarios internacionales del momento.

“Este premio prestigioso no lo recibo yo como hombre o como escritor, sino como venezolano, y quiero dedicárselo a una Venezuela digna y heroica que pasa por un momento difícil”, afirma este escritor, nacido en París en 1986, hijo de una diplomática venezolana y un escritor chileno, quien en su novela conjuga elementos biográficos en una aventura protagonizada por sus abuelos por línea materna, figuras destacadas ambos en la historia de la Medicina en la Universidad del Zulia.

-La historia de sus abuelos realmente entra casi dentro del realismo mágico, pero la suya propia también.
-Soy hijo de latinos, nacido accidentalmente en París. Mi padre es un escritor chileno, muy talentoso, que huyó la dictadura de Pinochet y llegó como exiliado político a Francia en los 70. Mi madre es una diplomática maracucha, muy culta, que trabajaba en la embajada de Venezuela en París en aquellos años. Por eso nací ahí. Tuve la infancia clásica de todo hijo de expatriado, ya que nos mudábamos regularmente por el trabajo de mi madre a diferentes capitales: París, Caracas, Lisboa, Roma. Después, como si hubiese contraído el virus del viaje, seguí reproduciendo el mismo sistema, y viví en Argentina, en Santiago, en Berlín, etc. En 2013, me gané un premio literario prestigioso en Francia (Prix du Jeune Écrivain) con una reescritura del mito de Ícaro. Durante la recepción del premio, en la feria del libro de París, conocí a la que es hoy mi editora, Emilie Colombani, quien me preguntó si tenía una primera novela escondida en algún cajón. Le mentí, diciéndole que sí, cuando realmente no tenía ni una sola línea. A partir de ese día, decidí quedarme en Francia y escribir mi primera novela, publicada un año más tarde con el título de El viaje de Octavio.

-Tras la historia de sus padres también podría ocultarse otra novela posible.
-Detrás de toda novela, hay libros de ayer y libros de mañana. Detrás de toda novela, hay una biblioteca que existió y otra por existir. Me inspiré en muchos libros para escribir el mío, porque la literatura no nace sola. La literatura es epifita: los libros crecen sobre otros libros, como plantas que sólo crecen encima de otras plantas, organismos que hunden sus raíces en una materia que preexiste. Me inspiré no solamente en la literatura venezolana o latinoamericana, sino también en la francesa y europea. Me siento como un cruce de muchas culturas, y mi identidad es múltiple. No si vaya a escribir sobre mis padres, o sobre el personaje de Cristóbal (que es un avatar, un doble de papel), o sobre el tema de las utopías que siempre me ha fascinado. Pero hay algo que es seguro, y en esto soy irreductible: sé que nunca cultivaré la estéril arrogancia del escritor, y siempre tendré la humildad como bandera.

-¿Por qué escribe en francés?
-Escribo en francés porque me educaron en los colegios franceses en el extranjero. Cuando debo pasar de una idea abstracta a una estructura narrativa, se me hace más simple pasar por los laberintos del francés, ya que me enseñaron a pelearme contra esos minotauros. Pero mi idioma materno es el castellano, y tengo la tímida esperanza que algún día mis últimos libros sean escritos en el idioma de los mangos, del olor de la guayaba, del aliento de los pájaros, del viento del Caribe, el idioma de mi infancia.

-¿Cómo se siente de tener una mezcla tan heterogénea en su conformación genética?
-Creo en la superioridad aplastante del mestizaje. Creo en el poder de la mezcla. Creo en la idea de que los bosques más ricos son los que concentran miles de árboles de especies distintas. En su discurso al recibir el premio Rómulo Gallegos, William Ospina dijo: “Después de cinco siglos de diálogos, de influencias y de mestizajes, no quedan en nuestra América muchos habitantes nativos del territorio, pero también podemos afirmar que quedan muy pocos europeos, que aquí ya casi todos somos mestizos por la sangre o por la cultura”. Me siento cercano a esa idea. Estoy convencido de que, después de haber señalado los horrores y las violaciones de derechos humanos de la Conquista, “no podemos renunciar al reconocimiento del asombro y de la curiosidad, a reconocer los diálogos donde los hubo, a admirar los encuentros y los descubrimientos”. Como muchos otros, soy hijo de ese diálogo entre continentes y pueblos.

“Me siento orgulloso de ser ‘de aquí y de allá’ -señala-, y poder hablar de la arepa y de la baguette con la misma nostalgia amorosa. Muchos venezolanos que viven ahora en el extranjero contribuyen al patrimonio de nuestro país afuera, en el mundo de la música, como el contratenor Fernando Escalona, la directora de orquesta Glass Marcano o Alexis Cárdenas; en la moda, como Shana Zabala, o en la literatura, como Karina Sainz Borgo y tantos otros”.

-¿Cuáles serían los requisitos para lograr que lo real dé con éxito el salto hacia la ficción?
-Tengo la íntima convicción que la ficción es más real que lo real. Pienso que la literatura no trata de copiar la realidad, sino de expresarla. Se hace testigo de un mundo que solo puede existir en el papel. La ficción, para explicar el mundo, pasa por un álgebra de símbolos, de signos, de música, de parábolas, y ese entretejido de metáforas, que van y vienen, no son estatuas inmóviles, sino claves y llaves para entender la realidad. En ese sentido, a veces una novela puede ser más aclaradora y explicativa que miles de manuales de historia. Porque es un espejo de la sociedad que no refleja la verdad, sino que dice una mentira aún más certera.
@weykapu




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