“Con los juegos de lenguaje descubrí la forma de decir lo poético y lo visual”
La presentación de su más reciente poemario, "Fugaz lagartija", trajo a la poeta, traductora, ensayista y artista plástico Verónica Jaffé a Venezuela después de veinte años
Por su precisión y capacidad para construir en una palabra complejos conceptos, el alemán se ha considerado la lengua de filósofos y poetas. Vinculada a ella por sus orígenes, como poeta, traductora, ensayista y artista plástico, la obra de Verónica Jaffé (Caracas, 1975) ha representado una original reflexión precedida por la metáfora y el juego como fundamento.
La presentación de su más reciente poemario la trajo de regreso a Venezuela, tras casi dos décadas de residencia en Europa. Se trata de Fugaz lagartija (Khalatos España, 2024), una edición en cuya portada destaca su trabajo como artista plástico. El acto tuvo lugar en la sede de La Poeteca, donde compartió con el público la fina urdimbre de las palabras de este libro en el que transcurren, como un juego, la vida, el lenguaje.
El nombre de Verónica Jaffé aparece vinculado a años memorables de nuestra poesía, los 80, cuando la encontramos, junto a su hermana Angelina y Ana María Fernández, al frente de una editorial independiente, Angria, que nos reveló a Gottfried Benn, Else Lasker-Schüler, Hilda Doolittle, Valentine Penrose o Louise Labe, entre otros.
Licenciada en Letras con un PhD en Literatura Alemana por la Universidad de Múnich, ha publicado los poemarios El arte de la pérdida (1991), El largo viaje a casa (1994) y La versión de Ismena (2000); los ensayos El relato imposible (1991), Metáforas y traducción o traducción como metáfora (2004), los poemas visuales Sobre traducciones (2010), Friedrich Hölderlin: Cantos Hespéricos. Traducción y versiones libres (2016) y La metáfora, fluida (2019). Su obra plástica incluye collages, acrílicos sobre lienzos, cartones o maderas y grabados.

La presentación de su más reciente poemario la trajo de regreso a Venezuela, tras casi dos décadas de residencia en Europa. Se trata de Fugaz lagartija (Khalatos España, 2024), una edición en cuya portada destaca su trabajo como artista plástico. El acto tuvo lugar en la sede de La Poeteca, donde compartió con el público la fina urdimbre de las palabras de este libro en el que transcurren, como un juego, la vida, el lenguaje.
El nombre de Verónica Jaffé aparece vinculado a años memorables de nuestra poesía, los 80, cuando la encontramos, junto a su hermana Angelina y Ana María Fernández, al frente de una editorial independiente, Angria, que nos reveló a Gottfried Benn, Else Lasker-Schüler, Hilda Doolittle, Valentine Penrose o Louise Labe, entre otros.
Licenciada en Letras con un PhD en Literatura Alemana por la Universidad de Múnich, ha publicado los poemarios El arte de la pérdida (1991), El largo viaje a casa (1994) y La versión de Ismena (2000); los ensayos El relato imposible (1991), Metáforas y traducción o traducción como metáfora (2004), los poemas visuales Sobre traducciones (2010), Friedrich Hölderlin: Cantos Hespéricos. Traducción y versiones libres (2016) y La metáfora, fluida (2019). Su obra plástica incluye collages, acrílicos sobre lienzos, cartones o maderas y grabados.

Jaffé llama “traducciones visuales” a los poemas que integra a su obra plástica (Foto: YAMELIS FIGUEREDO)
-En su lectura rinde homenaje a quienes en la poesía y la traducción reconoce como sus maestros.
-He tenido tantos maestros a través de los años, empezando con Elizabeth Bishop y Friedrich Hölderlin en los primeros tiempos de escritura poética. A Bishop, a quien conocí por Yolanda Pantin, le debo la percepción poética precisa de la realidad, de lo natural en sus detalles, como imagen primaria de todo lenguaje metafórico. A Hölderlin llegué por mis trabajos sobre las metáforas de la traducción y la traducción como metáfora. Fue un acercamiento más bien teórico que resultó en percepciones poéticas cada vez más concretas y reales, hasta que los ríos de Hölderlin se convirtieron en ríos personales, y sus así llamados “cantos patrióticos” en collages, cuadros y poemas que intentan “traducir” las imágenes, las emociones y sentidos de los originales alemanes”.
“A Emily Dickinson -continúa- la descubrí hace años, en un viaje a Amherst, Massachusetts. Una maravillosa maestra, precisamente, siento yo, por sus poemas de las cosas más simples y hermosas. A Wittgenstein lo leí mucho cuando escribí los textos teóricos sobre traducción, sobre todo al segundo Wittgenstein y sus reflexiones sobre los ‘juegos del lenguaje’. En cuanto a Benjamin, me rescató de lo teórico y académico y me enseñó a transitar caminos más reales y verdaderos. Más recientemente he redescubierto a Elias Canetti, sobre todo sus reflexiones y aforismos sobre animales. He leído con mucha atención -y dificultad- textos filosóficos de Jacques Derrida, Giorgio Agamben y Elizabeth de Fontenay sobre lo animal. Es un tema que me apasiona. Y me permite recombinar de muchas formas lo poético con lo visual y plástico”.
-Habla de la traducción como metáfora.
-Desde que me acerqué a la poesía por los caminos de la traducción, lo metafórico fue una cuestión ineludible. Ya se sabe: sólo se pueden traducir de verdad las imágenes de un poema. Y metáfora se define como traslación y traducción de imágenes. Pero eso es muy teórico. Y me pareció muy reductor. Con los “juegos de lenguaje” descubrí la liberadora forma de decir de lo poético y lo visual, y así comencé a hacer “traducciones” de poemas a collages, a imágenes, y de imágenes a poemas. Es un ir y venir de uno a otro, a veces es una palabra, otras es una imagen la que inicia el movimiento, la reflexión, el juego.
“Y con el juego llego a la base de lo poético, a uno de sus más importantes sentidos. Algo que naturalmente conduce por caminos diversos a lo real y concreto, honesto y sincero de la poesía, a la conciencia de lo más personal, al juego infante de los inicios, a nuestra humana condición animal”, agrega.
-Se fue de Venezuela, pero esta tierra, este trópico, parecen seguir de alguna forma en su obra plástica y poética.
-Salí de Venezuela hace como veinte años. Comenzaban los tiempos duros, tormentosos. Pero siempre volvía para ver a mi familia, y constatar el deterioro y la ruina progresiva. Sigue siendo mi país, mi paisaje y mi gente. Estoy de vuelta en mi nueva casa profundamente conmocionada. No sé si pueda explicar mejor este subibaja de emociones, alegrías y miedos, con un poema inédito que escribí no más llegar a Madrid:
Por raro que parezca,
era un ratón quien
corría frente al carruaje
donde íbamos tú y yo
y otros, ya mayores.
Quedó exhausto,
confuso zigzagueando
de derecha a izquierda.
Lo recogí en mi regazo,
lo cubrí con ambas manos.
Respiraba. Pensé:
sea sueño, ratón,
país o poema,
¿qué importan los lados,
voluntariosas carreras?
No será un alma sola la que
nos sacará del barro.
Hay que bajarse y muchos bregar
con el carruaje para liberarlo
y que sea al final
¬¬
canto común, y poema.
-En su lectura rinde homenaje a quienes en la poesía y la traducción reconoce como sus maestros.
-He tenido tantos maestros a través de los años, empezando con Elizabeth Bishop y Friedrich Hölderlin en los primeros tiempos de escritura poética. A Bishop, a quien conocí por Yolanda Pantin, le debo la percepción poética precisa de la realidad, de lo natural en sus detalles, como imagen primaria de todo lenguaje metafórico. A Hölderlin llegué por mis trabajos sobre las metáforas de la traducción y la traducción como metáfora. Fue un acercamiento más bien teórico que resultó en percepciones poéticas cada vez más concretas y reales, hasta que los ríos de Hölderlin se convirtieron en ríos personales, y sus así llamados “cantos patrióticos” en collages, cuadros y poemas que intentan “traducir” las imágenes, las emociones y sentidos de los originales alemanes”.
“A Emily Dickinson -continúa- la descubrí hace años, en un viaje a Amherst, Massachusetts. Una maravillosa maestra, precisamente, siento yo, por sus poemas de las cosas más simples y hermosas. A Wittgenstein lo leí mucho cuando escribí los textos teóricos sobre traducción, sobre todo al segundo Wittgenstein y sus reflexiones sobre los ‘juegos del lenguaje’. En cuanto a Benjamin, me rescató de lo teórico y académico y me enseñó a transitar caminos más reales y verdaderos. Más recientemente he redescubierto a Elias Canetti, sobre todo sus reflexiones y aforismos sobre animales. He leído con mucha atención -y dificultad- textos filosóficos de Jacques Derrida, Giorgio Agamben y Elizabeth de Fontenay sobre lo animal. Es un tema que me apasiona. Y me permite recombinar de muchas formas lo poético con lo visual y plástico”.
-Habla de la traducción como metáfora.
-Desde que me acerqué a la poesía por los caminos de la traducción, lo metafórico fue una cuestión ineludible. Ya se sabe: sólo se pueden traducir de verdad las imágenes de un poema. Y metáfora se define como traslación y traducción de imágenes. Pero eso es muy teórico. Y me pareció muy reductor. Con los “juegos de lenguaje” descubrí la liberadora forma de decir de lo poético y lo visual, y así comencé a hacer “traducciones” de poemas a collages, a imágenes, y de imágenes a poemas. Es un ir y venir de uno a otro, a veces es una palabra, otras es una imagen la que inicia el movimiento, la reflexión, el juego.
“Y con el juego llego a la base de lo poético, a uno de sus más importantes sentidos. Algo que naturalmente conduce por caminos diversos a lo real y concreto, honesto y sincero de la poesía, a la conciencia de lo más personal, al juego infante de los inicios, a nuestra humana condición animal”, agrega.
-Se fue de Venezuela, pero esta tierra, este trópico, parecen seguir de alguna forma en su obra plástica y poética.
-Salí de Venezuela hace como veinte años. Comenzaban los tiempos duros, tormentosos. Pero siempre volvía para ver a mi familia, y constatar el deterioro y la ruina progresiva. Sigue siendo mi país, mi paisaje y mi gente. Estoy de vuelta en mi nueva casa profundamente conmocionada. No sé si pueda explicar mejor este subibaja de emociones, alegrías y miedos, con un poema inédito que escribí no más llegar a Madrid:
Por raro que parezca,
era un ratón quien
corría frente al carruaje
donde íbamos tú y yo
y otros, ya mayores.
Quedó exhausto,
confuso zigzagueando
de derecha a izquierda.
Lo recogí en mi regazo,
lo cubrí con ambas manos.
Respiraba. Pensé:
sea sueño, ratón,
país o poema,
¿qué importan los lados,
voluntariosas carreras?
No será un alma sola la que
nos sacará del barro.
Hay que bajarse y muchos bregar
con el carruaje para liberarlo
y que sea al final
¬¬
canto común, y poema.
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