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“Volver a nuestro niño nos permite reencontrar lo que nos hace humanos”

María Gabriela Betancourt, dramaturga y narradora venezolana, repitió como finalista en el concurso de Gold Editores con su cuento "Un ratón diferente"

  • MARITZA JIMÉNEZ

25/08/2024 01:00 am

No es común que un autor resulte finalista en dos convocatorias literarias seguidas. Y es lo que María Gabriela Betancourt (Guanare, 1966), una dramaturga volcada a la narrativa, logró en el concurso de cuentos breves del sello colombiano Gold Editores, con su cuento Un ratón diferente, lo que mereció un reconocimiento especial de los organizadores de la justa: “Son pocos los autores que son finalistas en varias convocatorias”, señalaron, extendiendo sus felicitaciones por su talento y calidad de su obra.

Y es que el texto en cuestión representa un abordaje diferente del tema tecnológico, en el que Betancourt da vida al cotidiano ratón inalámbrico de nuestras computadoras, haciendo de él un personaje lleno de vida y encanto, enamorado de su compañera la pantalla:

“Mucho gusto, le dije y le ofrecí mi mano. Ella correspondió. Besé su mano y le dije soy Ratón, estoy para servirte. Eres la Pantalla más hermosa que jamás haya existido. Ella soltó una carcajada y en complicidad con Teclado dijo, este recién nacido es gracioso”.

“Me gusta la ilusión de crear personajes y contar historias”, afirma. “Me gusta el ritmo que se siente, la sorpresa de descubrir una historia dentro de otra. Para mí es un espacio donde siento que puedo ser, me da paz, serenidad. Es un proceso muy íntimo”.

Egresada de la Escuela de Artes de la UCV, mención Promoción Cultural, María Gabriela Betancourt ha participado en diversos talleres de actuación, dramaturgia y Escritura Creativa, con Julio César Mármol, Levy Rossell, Luiz Carlos Neves, Inés Muñoz Aguirre, Juan Manuel Montesinos, Daniel Wakstein, Delia Berbin y Yanko Durán, entre otros, de los que han resultado piezas en las que se adentra en la realidad del país y la condición humana, y que, no sin dificultades, ha llevado a escena.

La primera de ellas, un musical presentado en 2009 en el Aula Magna de la UCV y el teatro Santa Rosa de Lima, bajo la dirección del recordado Levy Rossell, su profesor de teatro, es una aguda crítica al país:

“Se trata de Ciudad del guiso, y su historia transcurre en una empresa cafetera llamada Cafetal de Venezuela, “en la que el nuevo director ofrece a todos los empleados oportunidades nunca vistas y demanda compromiso. También ofrece a los campesinos dinero para sembrar. Mientras, va reuniendo el dinero de todos, con el que finalmente escapa”, relata su autora.

“Es un musical -continúa- que representa un espejo de lo que somos como sociedad, de la viveza criolla que llevamos culturalmente, de la corrupción robándonos espacios, y de cómo el que se apega a sus principios pasa por loco. Para ello, escribí 16 temas a los que un amigo compositor les puso música, y fueron el hilo conductor de la historia, que es un poco nuestra historia”.

Su segunda pieza, Juicio a Bolívar, “va también en busca de lo que somos”, confiesa. En ella aborda la amistad, “y de nuevo la tentación de ir por lo malo porque es más fácil. Pero al final gana la integridad”.

“Es una situación extrema -prosigue-, sobre una señora enferma y su esposo, el profesor Bolívar, quien, sin dinero para el tratamiento, se plantea robar un banco. Pero gracias a la mano de su mejor amiga se desenreda todo y no traiciona sus principios. Lo interesante aquí es que se hace teatro dentro del teatro, al escenificar el supuesto robo”.

“Me parece que hay gente echándole pichón a pesar de lo difícil que está todo”, sostiene sobre el teatro actual en Venezuela. Son esas dificultades las que la han movido de la escena al cuento breve, en un fructífero encuentro que ya dio vida al cuento que da base al monólogo en el que trabaja actualmente.

“El año pasado participé con un relato de 100 palabras en el Concurso del Museo de la Palabra y estoy tratando de llevar esa historia a escena”. Se llama La batuta del director, donde incursiona nuevamente en el género fantástico al hacer de esa herramienta del director musical un personaje que se queja porque es ella la artista y tiene que depender del director, hasta que en un viaje ella logra ser ella.

“Intento mostrar sus miedos y debilidades, y luego su talento”, sostiene Betancourt, quien además tiene en su haber una obra infantil inédita, Los juguetes se quejan.

-Le gusta darle vida a los objetos.
-Siempre.

-¿Por qué?
-Me parece sublime volver a nuestro niño, ser capaz de creer y jugar.

-Por eso alterna el teatro infantil y de adultos con la narrativa. ¿Qué hay en el fondo?
-Uno se pasa la vida cumpliendo tantas expectativas sociales que a veces perdemos nuestra esencia. El mundo está tan gris y solitario que creo que volver a nuestro niño, dar la oportunidad de creer en fantasías, nos permite reencontrar lo que nos hace humanos.
@weykapu




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