Canserbero, el poeta del rap
El artista fue nombrado por la revista "Rolling Stone" como el mejor rapero en español
Se trataba de mi muerte.
Se trataba de mí…
Al caminar, lamenté irme de este mundo amargo
sin terminar la misión por la que ando penando
(Mi muerte, del álbum Muerte, 2012)
Tirone José González Orama (11 de marzo 1988 / 19 de enero 2015), quien se autodefinió un rebelde con causa y el último poeta maldito en su tema La hora del juicio, al igual que Charles Baudelaire o Arthur Rimbaud, fue un joven crítico de su sociedad y de un país que lo crio en un ambiente violento, y ante la pérdida a temprana edad de su madre y un hermano, el único espacio que encontró para canalizar su rabia y amplificar su voz fue el rap, género que convirtió en su estilo de vida.
De ahí que cuando Tirone empezó a los once o doce años en el freestyle fue dibujando su alter ego: Canserbero, inspirado en el Can Cerbero, personaje mitológico que representa al perro del dios Hades y que cuidaba las puertas del infierno, metáfora inconsciente del averno en que se convirtió Venezuela.
Más allá de las connotaciones políticas y del morbo que despertó su muerte en los medios y redes sociales, hay un artista. A casi una década de su desaparición física, con apenas veintiséis años, dejó una obra breve: dos discos como solista: Vida (2010) y Muerte (2012), pero cuyo legado marcó al rap venezolano y por ende al latinoamericano, y que la Rolling Stone catapultó en leyenda, superando a Residente, Vico C y Kase. Y por ahora, sin heredero: “Con letras profundas, una voz inconfundible y una actitud de sólida autenticidad, Canserbero necesitó poco tiempo para convertirse en una de las figuras emblemáticas del rap en América Latina. Sus canciones cuentan historias complejas y oscuras, son reflexiones sesudas en torno a la vida, la muerte, la injusticia y las calles”, se escribió en la revista estadounidense.
Unas veces es Tirone el que
canta, otras veces Canser
Dio pocas entrevistas que por fortuna se conservan en YouTube; era un joven tímido, de mirada nostálgica, de vestimenta austera y palabras precisas y aniquilantes como las balas que sonaban en su barrio. Aunque se consideraba aburrido, tenía pasión por la lectura de obras clásicas, afición producto de su curiosidad intelectual, además de sus gustos musicales ecléticos: rock, jazz, blues. salsa. Vale revisar sus temas autobiográficos Mucho gusto y En un espejo vi.
En su cotidianidad era un chico común, dedicado al trabajo y los estudios. El rap tenía espacio en sus tiempos libres, por eso se asombraba cuando alguien le pedía una foto o lo reconocía en la calle; su actitud ante la vida fue la humildad, no la fama: “Siempre soy critico conmigo mismo, no me gusta alabarme. El ego no sirve de nada” (entrevista a Diego Hernández en Movida Valera, 2013). Ese sentido crítico también lo aplicó a sus canciones, ya que nunca estaba totalmente satisfecho ante el ímpetu de poder corregirlas, pero gracias a sus seguidores seguía en la música.
Por eso Canserbero fue realista, su música no era popular, tampoco buscaba estar o seguir modas, en un diálogo que sostuvo en México con el portal Doble H explicó que existen las personas que hacen música comercial, superficial y sin identidad; en cambio, él prefería hacer música y también ser una persona más profunda y sentimental. Bajo su concepto, la lírica del rap debía ser sincera, auténtica.
Un hombre sin fe
Si bien creció en una familia católica, en sus canciones su postura ante Dios fue agnóstica, aunque nunca juzgó a las personas que poseían la virtud de la fe. Para Canserbero las religiones le habían hecho mucho daño a la humanidad, pese a reconocer que el único sentimiento que une a las religiones es el amor.
De hecho, confesó que los únicos momentos en que tuvo tranquilidad, y la rabia mermó su fuerza, fue justamente cuando estuvo enamorado. Fiel a su pensamiento, en su brazo izquierdo se tatuó la frase “All We Need is Love”, que evoca a un tema de Los Beatles, una de sus grandes influencias. Como dato curioso y consciente del carpe diem, manifestó en una rueda de prensa en Bogotá que cuando ya no estuviera en este plano quería ser recordado con esa frase.
El rap es peligroso
Bajo la premisa de que el rap podía ser un agente de cambio que no podía transformar el mundo, pero sí a las personas, Canserbero sabía que era un género que decía mucho y decir mucho era peligroso. Al igual que en su época lo fue Alí Primera, a quien recuerda en su composición Únetenos, fue un duro crítico de la violencia, corrupción, pobreza, injusticias y desigualdad de la sociedad venezolana; no era secreto que no estaba de acuerdo con el sistema político y social de los últimos años. “Nunca habrá revolución, sin evolución de conciencias” (verso del sencillo Aceptas, del álbum Vida). Es así que sus canciones para las futuras generaciones, se podrían considerar crónicas de una realidad de la que él fue testigo.
Apostó porque el rap fuera respetado como género musical al igual que el rock, alejado del estigma violento o del cliché de que los raperos son delincuentes, que el género creciera en Venezuela y Latinoamérica.
Canserbero, el poeta maldito, siempre supo, como Calderón de la Barca, que la vida es sueño: “La vida es donde comienzan y terminan todos nuestros problemas. Espero yo ser digno para la vida, hacer lo mejor que pueda con este tiempo que tengo”.
@DulceMRamosR
Se trataba de mí…
Al caminar, lamenté irme de este mundo amargo
sin terminar la misión por la que ando penando
(Mi muerte, del álbum Muerte, 2012)
Tirone José González Orama (11 de marzo 1988 / 19 de enero 2015), quien se autodefinió un rebelde con causa y el último poeta maldito en su tema La hora del juicio, al igual que Charles Baudelaire o Arthur Rimbaud, fue un joven crítico de su sociedad y de un país que lo crio en un ambiente violento, y ante la pérdida a temprana edad de su madre y un hermano, el único espacio que encontró para canalizar su rabia y amplificar su voz fue el rap, género que convirtió en su estilo de vida.
De ahí que cuando Tirone empezó a los once o doce años en el freestyle fue dibujando su alter ego: Canserbero, inspirado en el Can Cerbero, personaje mitológico que representa al perro del dios Hades y que cuidaba las puertas del infierno, metáfora inconsciente del averno en que se convirtió Venezuela.
Más allá de las connotaciones políticas y del morbo que despertó su muerte en los medios y redes sociales, hay un artista. A casi una década de su desaparición física, con apenas veintiséis años, dejó una obra breve: dos discos como solista: Vida (2010) y Muerte (2012), pero cuyo legado marcó al rap venezolano y por ende al latinoamericano, y que la Rolling Stone catapultó en leyenda, superando a Residente, Vico C y Kase. Y por ahora, sin heredero: “Con letras profundas, una voz inconfundible y una actitud de sólida autenticidad, Canserbero necesitó poco tiempo para convertirse en una de las figuras emblemáticas del rap en América Latina. Sus canciones cuentan historias complejas y oscuras, son reflexiones sesudas en torno a la vida, la muerte, la injusticia y las calles”, se escribió en la revista estadounidense.
Unas veces es Tirone el que
canta, otras veces Canser
Dio pocas entrevistas que por fortuna se conservan en YouTube; era un joven tímido, de mirada nostálgica, de vestimenta austera y palabras precisas y aniquilantes como las balas que sonaban en su barrio. Aunque se consideraba aburrido, tenía pasión por la lectura de obras clásicas, afición producto de su curiosidad intelectual, además de sus gustos musicales ecléticos: rock, jazz, blues. salsa. Vale revisar sus temas autobiográficos Mucho gusto y En un espejo vi.
En su cotidianidad era un chico común, dedicado al trabajo y los estudios. El rap tenía espacio en sus tiempos libres, por eso se asombraba cuando alguien le pedía una foto o lo reconocía en la calle; su actitud ante la vida fue la humildad, no la fama: “Siempre soy critico conmigo mismo, no me gusta alabarme. El ego no sirve de nada” (entrevista a Diego Hernández en Movida Valera, 2013). Ese sentido crítico también lo aplicó a sus canciones, ya que nunca estaba totalmente satisfecho ante el ímpetu de poder corregirlas, pero gracias a sus seguidores seguía en la música.
Por eso Canserbero fue realista, su música no era popular, tampoco buscaba estar o seguir modas, en un diálogo que sostuvo en México con el portal Doble H explicó que existen las personas que hacen música comercial, superficial y sin identidad; en cambio, él prefería hacer música y también ser una persona más profunda y sentimental. Bajo su concepto, la lírica del rap debía ser sincera, auténtica.
Un hombre sin fe
Si bien creció en una familia católica, en sus canciones su postura ante Dios fue agnóstica, aunque nunca juzgó a las personas que poseían la virtud de la fe. Para Canserbero las religiones le habían hecho mucho daño a la humanidad, pese a reconocer que el único sentimiento que une a las religiones es el amor.
De hecho, confesó que los únicos momentos en que tuvo tranquilidad, y la rabia mermó su fuerza, fue justamente cuando estuvo enamorado. Fiel a su pensamiento, en su brazo izquierdo se tatuó la frase “All We Need is Love”, que evoca a un tema de Los Beatles, una de sus grandes influencias. Como dato curioso y consciente del carpe diem, manifestó en una rueda de prensa en Bogotá que cuando ya no estuviera en este plano quería ser recordado con esa frase.
El rap es peligroso
Bajo la premisa de que el rap podía ser un agente de cambio que no podía transformar el mundo, pero sí a las personas, Canserbero sabía que era un género que decía mucho y decir mucho era peligroso. Al igual que en su época lo fue Alí Primera, a quien recuerda en su composición Únetenos, fue un duro crítico de la violencia, corrupción, pobreza, injusticias y desigualdad de la sociedad venezolana; no era secreto que no estaba de acuerdo con el sistema político y social de los últimos años. “Nunca habrá revolución, sin evolución de conciencias” (verso del sencillo Aceptas, del álbum Vida). Es así que sus canciones para las futuras generaciones, se podrían considerar crónicas de una realidad de la que él fue testigo.
Apostó porque el rap fuera respetado como género musical al igual que el rock, alejado del estigma violento o del cliché de que los raperos son delincuentes, que el género creciera en Venezuela y Latinoamérica.
Canserbero, el poeta maldito, siempre supo, como Calderón de la Barca, que la vida es sueño: “La vida es donde comienzan y terminan todos nuestros problemas. Espero yo ser digno para la vida, hacer lo mejor que pueda con este tiempo que tengo”.
@DulceMRamosR
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