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Ana María Hurtado: “El mundo tiene que volver a ser sublime”

Los poemarios de la autora venezolana la confirman como una voz destacada de la poesía erótica contemporánea

  • MARITZA JIMÉNEZ

14/01/2024 01:00 am

dejar que el río fluya y haga cauce/ mejor aún/ que el río nos fluya y nos/ convierta en cauce/ seamos tierra inundable/ hagámonos paisaje/ respiremos el árbol sinuoso/ y su raíz/ sin sílabas/ sólo/ la discreta transparencia/ y/ la luz que llueve

Ana María Hurtado es una de las voces más representativas de la poesía erótica contemporánea en Venezuela. Ya la leímos en El beso del arcángel (2019), publicada por Oscar Todtmann editores, y La fiesta de los náufragos (2015), bajo el sello editorial Diosa Blanca, mismo con el que ahora nos entrega dos libros simultáneos que corroboran la singularidad de su voz: El árbol que en ella muere y La única inocencia.

“Este libro –dice el prólogo del editor de Diosa Blanca, Edgar Vidaurre– bautizado en la fusión de los elementos constitutivos –tierra, aire, agua y fuego– con el nombre de La única inocencia, es dado a luz como hermano gemelo en concepción, gestación y nacimiento de otro libro llamado El árbol que en ella muere, donde la autora nos revela la visión femenina de la creación en todas sus instancias”.

La poesía de Ana María Hurtado es una permanente fiesta de los sentidos. Al mismo tiempo, una invitación a la profundidad de otras lecturas. Al asombro que el lenguaje y la imaginación convocan, como diría Octavio Paz. El erotismo como forma de reconocimiento amoroso del otro, de la Naturaleza y el Cosmos.

“El mundo tiene que volver a ser sublime”, nos dice, “y el Eros, en su aspecto de conexión vital, podría ser un camino de salvación para nuestro mundo deshumanizado, desacralizado. Eros, como decía Platón, anhela la belleza, en última instancia, es un anhelo por todo lo bello, bueno y verdadero”.

“Doctora en psiquiatría, psicoterapeuta de formación freudiana y junguiana, maestra de la palabra sanadora”, como la presenta Vidaurre, Ana María Hurtado comparte su actividad profesional con el oficio de la escritura como poeta, narradora y ensayista.

Premio de Narrativa Julio Garmendia (UCV, 1984), fue tallerista del poeta Armando Rojas Guardia y colaboradora de revistas como Trópico Absoluto y Prodavinci, entre otras.

Algunos de sus poemas han sido publicados en blogs y revistas de poesía, y en las antologías Diario poético de los tiempos adversos (Public-Arte Digital, 2019) y Poesía en voz alta. Una lectura por la vida y por la libertad (Caracas, 2019).

"La voluntad poética se me impone, se hace su voluntad no la mía", dice la autora (CORTESÍA)

-Su último poemario, El beso del arcángel, fue un libro escrito “a dos”. En esta ocasión, son dos libros en diálogo. ¿Qué importancia tiene el diálogo y cómo se da en este caso?
-Creo que la poesía siempre es diálogo, Hay un fluir entre un algo misterioso que es lo propiamente poético y el receptor que somos nosotros, los que intentamos convertirnos en cauce. Y luego, ella debe partir su pan, parafraseando a Armando Rojas Guardia. No he buscado expresamente ese diálogo al que hace referencia, se ha dado porque la poesía lo busca, también la vivencia amorosa es dialogante, asimismo la experiencia mística, que viene a ser el diálogo radical.

-¿Cómo surgieron ambos libros, cómo fue su escritura?
-El árbol que en ella muere y La única inocencia, nacieron alrededor de 2013 y 2014, y progresivamente se fueron uniendo otros poemas hasta el año 18, cuando los terminé. No pensaba que hacía libros gemelos. En ellos, por supuesto, brotan temas que insisten. Cada uno dice algo distinto, sin embargo, están muy conectados en lo profundo por la misma voz que me atraviesa. La voluntad poética se me impone, se hace su voluntad no la mía.

“La metáfora de la naturaleza, del mundo vegetal, aparece con insistencia en el primer libro, como símbolo del alma humana y sus avatares. Somos también naturaleza abierta a lo extenso, estamos hermanados con todo lo que existe”, agrega.

En el otro libro, La única inocencia, explica, “un tríptico cuyo leitmotiv es la experiencia amorosa, también aparece la metáfora vegetal. Intento aproximarme al camino que recorre el vínculo con el Otro desde la primera inocencia hasta la única donde se extiende a un vínculo con lo divino, o si se puede decir, con el Cosmos que nos trasciende”.

-Sus inicios en la literatura fueron en narrativa, cuando gana el premio Julio Garmendia en 1984.
-Sí, ese premio fue un gran impulso porque me hizo creer que era posible que aquello que escribía tuviese algún valor. Estaba muy joven y me asombró. Sin embargo, gracias a mis estudios médicos siempre tuve un cable a tierra, de tal manera, que eso me protegió de la auto-infatuación, que tanto se ve en el medio literario. Desde pequeña siempre sentí que lo que me ocurría, lo que pensaba, las vivencias del mundo debían ser narradas, y comencé a hacerlo desde muy temprano, siempre con mirada poética, sin saberlo. Luego del premio, curiosamente me adentré definitivamente en la poesía, aunque siempre he mantenido mi inclinación a escribir cuentos, pero con menor frecuencia. Ellos esperan pacientes a ser publicados.

-¿De qué manera su formación como psiquiatra le permite herramientas para abordar el ser del poema desde el erotismo?
-No sólo la psiquiatría, sino mi formación como médico, donde están presentes de manera necesaria el cuerpo y el alma, y esa relación tan compleja y misteriosa entre ambos. La palabra como región de confluencia, suerte de delta para ambas instancias, es mi tabla de salvación. Y el erotismo es eso, parte sustancial de la Llama doble, de la que con tanta belleza habla Octavio Paz. Erotismo y amor ardiendo sin consumirse. Un mundo con un Eros desprovisto de amor, es un Eros maltratado y es tan árido, como un mundo donde el cuerpo y la sexualidad se nieguen.
@weykapu




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