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Jesús Soto hizo vibrar sus obras para que la gente se quedara en ellas

María Elena Ramos, autora del texto curatorial de la muestra “Soto. Vibración Pura. Centenario 1923–2023”, que presenta hasta febrero de 2024 Ascaso Gallery de Miami, relee a un creador inagotable

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

17/12/2023 01:00 am

Nunca la experiencia de mirar una obra de Jesús Soto en distintos momentos es la misma. Atravesar el Penetrable amarillo, que se exhibía en el Museo de Bellas Artes, justo antes de la entrada de una cinemateca que se visitaba casi a diario, deparaba siempre nuevas sensaciones, otros regocijos…

Cuando está por culminar 2023, pésimo año en lo social, económico, ambiental y político, hay que reconocer que en el ámbito de las artes visuales las noticias fueron bastante positivas. Gego: Midiendo el infinito llevó a la artista germano-venezolana a Brasil, México, Estados Unidos y España. Los centenarios de nacimiento de Carlos Cruz-Diez, Oswaldo Vigas y Jesús Rafael Soto también se celebraron con exposiciones dentro y del país.

La última del año dedicada a Jesús Soto se titula Soto. Vibración Pura. Centenario 1923–2023 y se presenta hasta el 29 de febrero de 2024, en Ascaso Gallery, de Miami, en colaboración con el Atelier Soto de París y la Fundación Soto de Caracas.

-¿Qué tiene de particular esta exposición frente a todas las que se han dedicado a Soto este año?
-Hay obras que resultan inagotables, porque es posible abordarlas desde muchas y muy diversas facetas (aportes a la historia del arte, temáticas, ampliación del lenguaje del arte, familiaridades creativas, vínculos entre la obra y aspectos del universo, relaciones entre la obra y la ciencia, la tecnología, la filosofía, entre otras). Así, aunque se haya dicho tanto de ellas, siguen abiertas a mucho más que decir. Jesús Soto pertenece a ese grupo de creadores, y por eso no sorprende que a lo largo de los años se hayan realizado muchas muestras importantes y que, con más razón aún, se sigan presentando en este año en que se celebra el centenario del nacimiento del maestro, responde la investigadora y curadora María Elena Ramos.

“En el caso concreto de esta exposición actual en Miami-prosigue-, la idea de Vibración centró el proyecto. Esa vibración fue en Soto una búsqueda, un encuentro, y sobre todo el logro de una creación esencial. Pero esa vibración se relaciona estrechamente con otros temas capitales en Soto, como la inmaterialidad (y el -anhelado por este artista- proceso de desmaterialización); o como esa dinámica entre el aparecer y el desaparecer de partes de sus obras ante nuestra vista; o como la relación entre lo real y lo virtual, asuntos todos fundamentales en su trayectoria”.

"Su trayectoria nos habla de un ser profundamente concentrado, consecuente, entregado a su pasión", dice María Elena Ramos de Jesús Soto (CORTESÍA FUNDACIÓN SOTO)

-¿Qué nos pueden decir sus obras del Jesús Soto, hombre, ser humano?
-Su trayectoria nos habla de un ser profundamente concentrado, consecuente, entregado a su pasión, una pasión que involucraba la participación de los otros seres humanos, que estarían frente o dentro de su obra. Interesado en la música dodecafónica y serial, culta y elitesca, fue sin embargo en su vida corriente un amante de la música popular, venezolana, latinoamericana, que interpretaba para sus amigos o visitantes de un museo. Con esa música, además, se ganaba la vida en París durante los primeros años de su estadía.

“Ya tocando el tema de la vibración, vale recordar que Soto guardaba como un tesoro sus memorias de infancia cuando se trasladaba en burrito entre los pueblos de Guayana, llevando encomiendas de su familia. Recordaba con gran placer aquella vibración del aire que rozaba directa y levemente su rostro por aquellos caminos”.

-¿Qué tan importante fueron para el artista la luz, el movimiento y el color?
-Es necesario tener en cuenta que Soto fue un artista investigador, además de ser un penetrante sensorialista. Y elementos como la luz y el movimiento fueron nucleares en su trayectoria. En el caso de la luz, Soto reconoce su admiración y su deuda con los impresionistas. Pero no se trataba en ellos, ni en Soto, de una luz que enfatizara los volúmenes de los cuerpos humanos o los objetos a la manera de la escultura de bulto o de la pintura figurativa que definió y narró por siglos a los personajes y sus relaciones, sino que se trataba más bien de una luz que penetraba las formas, el paisaje, los objetos, que llegaba a generar obras abiertas, como lo son por ejemplo el Penetrable o el Cubo de nylon.

“El espacio mismo fue en Soto un elemento esencial: el gran sustrato para la existencia de sus obras. Y, más aún, tanto la construcción como la destrucción del espacio plástico fueron, por una parte, ejes de estudio de este investigador incansable, y por otra, fueron realizaciones-en-obra de un artista que supo expresar una y otra vez el esplendor de lo sensible”, comenta Ramos.

-¿Podría decirse que Soto no fue un cinético tradicional o clásico?
-Prefiero ver el aporte de Soto no como un “ismo” -el de ese Cinetismo constituido (y loado, o denigrado)-. Prefiero ver el movimiento en él más bien como una de las consecuencias de otras motivaciones, que considero primordiales en él. Una de ellas, más inicial, es el demorarse ante lo visible. La otra, más elaborada a lo largo de su trayectoria, es su insistencia en extender el espacio al Espacio-Tiempo. Iremos viendo entonces que crear el movimiento real fue consecuencia derivada connaturalmente de aquellas dos obsesiones fundamentales, estrechamente ligadas entre sí.

Cuenta María Elena Ramos que al referirse a sus inicios, Soto le decía: “A mí me molestaba que la gente viera un cuadro, lo captara de una sola vez…y se fuera. Como artista plástico eso me dejaba la sensación de lo incompleto. No era como en la música. Lo que fascina en la música, lo que obliga en su desarrollo, es el tiempo. A la pintura le faltaba el tiempo”.

Harmonie transformable, obra realizada por Soto en 1956 (CORTESÍA ASCASO GALLERY)

-Para enfrentar este problema Soto fue haciendo entonces verdaderos aportes a lo largo de su trayectoria. Fue dando motivos para la lentitud perceptiva: hizo a las personas desplazarse, y a la obra vibrar. Produjo apariciones y desapariciones de las líneas en el espacio. Hizo una obra que no pudiera captarse de una sola vez, que pudiera “durar” en la duración misma del ser que, al contemplarla, la completa. El espectador fue llamado a quedarse, a demorarse ante lo visible. Y así fue entonces “movido”: corporal, sensorial y espiritualmente.

“Todos esos distintos factores —la luz, la multiplicación de las líneas, la vibración perceptual, el quedarse acompañando la duración de la obra, el movimiento del ojo y del cuerpo—, se conjugarían para crear esa tan personal participación de Soto en el cinetismo”, sentencia Ramos y concluye: “El de Soto es un cinetismo de la vibración, un cinetismo de la duración compartida por el espectador y la obra”.

-Queda visto que para Soto era muy importante atraer al espectador a sus obras. ¿Cree usted que hizo algún tipo de concesión para lograrlo?
-Hacer que el espectador se quedara, se demorara frente a la obra, podría entenderse como una gran concesión, pero no una en el sentido peyorativo en que a veces se utiliza esta palabra en relación a los artistas, sino más bien en el sentido de búsqueda de cómo acercar a más gente al goce del arte visual. Inquietud que tenía, como vimos, desde que era un estudiante, cuando se quejaba de que la plástica no demoraba al observador como lo hacía la música. Soto, el investigador, produce entonces movimiento, reuniendo así lo que es del espacio con lo que es del tiempo. Podría pensarse acaso que su gran concesión al otro, a los otros, fue el haber demorado al vidente frente a lo visible, desarrollando así también una maestría en ese complejo asunto de la espacio-temporalidad.
@juanchi62




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