Margarita Lamas: "El teatro es un medio muy vulnerable"
Lamas asumió la gerencia de operaciones de Teatro Trasnocho en julio de 2001, con Moisés Guevara como Director Artístico de la institución. Dieciséis años después, la experta expone su visión de cómo se manejan algunos centros culturales y, en general, de las políticas de Estado para el sector
CATHERINE MEDINA MARYS
Después de 16 años y 8 meses, Margarita Lamas dejó la Gerencia de Operaciones del Teatro Trasnocho. Lo hizo serenamente, sin temor. "Siempre bromeo con los guías de sala y les digo que su puesto no es para toda la vida, que están pasados de horno. Pues bien, ya yo me pasé de horno como gerente de Trasnocho", comenta.
Moisés Guevara la introdujo a mediados de 2001 en Trasnocho, donde creó un modelo de gestión cultural que se ha convertido en el sello de la institución de Las Mercedes.
-¿Cómo definiría, en general, la gerencia cultural?
-En Venezuela es algo complicado de definir, si bien la gestión cultural es per se un oficio bastante complejo. La pluralidad de otras instituciones alrededor del mundo ofrece diversas estructuras, modelos organizacionales, esquemas que en realidad funcionan.
-En este país nos adaptamos a situaciones que cambian con día a día. Se puede poseer instrucción académica en gestión cultural, pero en la realidad se trata de un oficio que, incluso, varía con el ambiente en el que te desenvuelves.
-¿Qué observaciones hace de la política cultural del Estado?
-Las mismas que hago sobre la política general: errática, sectaria y revanchista. La gestión gubernamental nos excluye todos los días y categoriza a los ciudadanos. A sus ojos, no somos personas sino calificativos peyorativos. En estas condiciones no puede existir una política cultural sana.
-¿Hubo alguna experiencia en particular que le sirviera cuando asumió la gerencia de Teatro Trasnocho?
-Venía con la experiencia previa de mi trabajo en el Teatro del Paraíso. En aquella época el Teresa Carreño y el antiguo Ateneo de Caracas ofrecían un modelo sólido y exitoso para la gerencia de espacios culturales.
-¿Cómo definiría su estilo en la gerencia?
-Ha sido una síntesis completa, un ensamble muy personal. Aprendí de un esquema basado en la calidad de los servicios que se ofrecen tanto al público como al creador cultural. Sufrí tanto como productora de teatro en otras circunstancias que, a la hora de incorporar elementos para hacer una gestión, me pregunté qué quería recibir como cliente y qué me gustaría recibir como público.
-¿Cuáles son las mayores dificultades para gerenciar la cultura en Venezuela?
-Mi experiencia concreta se resume en lo siguiente: el teatro siempre ha sido un medio muy vulnerable. Entre 1980 y el año 2000 existía toda una estructura de subsidios que apuntalaban tanto a instituciones, como agrupaciones. Otorgaban un espacio y ellos podían producir alrededor de esa edificación. El grupo Theja y el Centro de Creación Artística TET son buenos ejemplos ello.
-Lo que ocurre es que el teatro venezolano está acostumbrado a vivir en una situación económica muy vulnerable. Una vez que desaparecieron los subsidios, el teatro se quedó en el aire, se convirtió en una actividad netamente independiente.
-Trabajar en la gestión cultural siempre ha sido complicado porque te vas amoldando a un esquema de cómo complacer al público versus qué es lo que quieres ofrecer como creador. Eso a veces crea una tensión en la que la balanza se inclina hacia la complacencia al público porque necesitamos llenar las salas y el creador queda en desventaja. Moisés (Guevara) buscó mantener ese equilibrio durante su gestión como Director Artístico de Trasnocho Cultural.
-¿Cómo se compaginan dos opciones tan disímiles?
-Ensayo y error. La visión de Moisés era la de un vanguardista que no sólo había visto mucho teatro, sino que también lo conocía por dentro. Gracias a él se crearon los dos horarios de Teatro Trasnocho: el primero, para presentar obras de teatro de autor, teatro de tesis, y un segundo horario con obras más provocadoras, más ligeras, dirigidas a convocar al público de manera masiva.
-¿Qué aportes de Moisés Guevara mantuvo en su gestión?
-Dejó todo. Desde la forma en la que está configurada la infraestructura, manuales de procedimientos que diseñamos juntos, el perfil de programación que él diseñó por completo. Ya no se mantiene ese perfil porque una vez que Moisés sale, entra un comité de programación. No tengo por qué decir si eso es bueno o malo, simplemente es diferente.
-Diseñar una programación es complejo porque siempre existirán creadores que se sentirán excluidos, o incluso personas que comentarán que la institución se maneja únicamente sobre la base de la perspectiva del éxito, lo cual no es cuestionable para una organización que debe mantenerse con sus propios fondos.
-De todos los centros culturales, Trasnocho es el que ofrece la boletería más barata ¿Puede mantenerse un sistema de precios similar en medio de una situación hiperinflación?, ¿cómo se podría aumentar sin que ello perjudique al público?, ¿qué actitud mantiene la directiva al respecto?
-Ha prevalecido una actitud muy conservadora. Actualmente difiero un poco de la posición que ha defendido tanto Solveig Hoogesteijn, coordinadora general de Trasnocho Cultural, quien insiste en mantener un costo de entrada muy económico para no ahuyentar al público.
-La realidad es que no podemos seguir manteniendo una operación basados en la convocatoria masiva a un público que llega a las salas cargado de golosinas que cuestan tres o cuatro veces el valor de la entrada del teatro. No es justo con quienes trabajan en el escenario, en las oficinas, en el área de producción y en la tramoya porque sus sueldos salen de ahí. Es, incluso, una desconsideración con los artistas, cuyo pago se desprende también del costo de la taquilla.
-Es un esquema de teatro subsidiado, cuando en realidad es la institución la que subsidia al espectador con entradas tan económicas.
-¿Qué es lo que le parecería más adecuado?
-Yo, Margarita Lamas, prefiero que vengan 60 personas pagando una entrada un poco más equilibrada con los costos, que agotar una función con 300 entradas vendidas a un costo irrisorio. Lo recaudado en una función "a casa llena" no me permite mantener los costos, ni mantener al personal. Es una operación inviable.
-Esto causa que a largo plazo se desmejore la calidad del servicio al espectador por atender un gran volumen de usuarios cuando, atendiendo a una cantidad menor, puedo brindar un mejor servicio. Además del miedo de perder al espectador, esta postura se alimenta con la fragilidad del ego del artista y de las instituciones que prefieren ver sus espacios llenos a enfrentar la realidad económica y fijar un precio razonable para sus servicios.
-A su juicio, ¿existen agrupaciones que monopolizan los espacios del complejo cultural?
-Cuando tú diseñas la programación de un teatro, quieres tener ciertas garantías de éxito. Solveig no tiene ningún problema en aclararlo públicamente, sobre todo cuando las críticas se enfocan en el Grupo Actoral 80, ya se trata de una agrupación que durante 35 años ha presentado un esfuerzo sostenido para brindar programación de calidad.
-Esa crítica proviene de un medio conflictivo, con muchas rencillas internas. Un proyecto teatral requiere de una musculatura económica que quienes critican no tienen, razón por la cual sus proyectos suelen dispersarse con facilidad.