Alexis de la Sierra: “El arte es un viaje sin retorno en busca de la luz y nuevos horizontes”
El artista caraqueño recorre en la Galería de Arte Nacional 55 años de trabajo en la exposición "Espiritualidad y Surrealismo en la obra de Alexis De La Sierra", que estará abierta hasta 2024
Alexis de la Sierra (Caracas, 1954) es un artista sin fronteras. Orfebre, escultor, pintor digital y docente, su obra se desenvuelve entre la tradición de la orfebrería, a la que señala nuevos rumbos en nuestro país, y, desde 1989, los últimos adelantos tecnológicos con la pintura digital, en la que está considerado uno de los pioneros mundiales.
Un periplo que es posible apreciar hasta enero del próximo año en Espiritualidad y Surrealismo en la obra de Alexis De La Sierra, antológica temática que se presenta en la Galería de Arte Nacional, donde 90 obras permiten acercarse a ese “viaje sin retorno siempre en busca de la luz y nuevos horizontes” que han representado 55 años de trayectoria de este singular creador.

-Al finalizar, Myriam exclamó: “¡Con esta obra te adelantaste 20 años al tiempo actual. Plasmaste perfectamente el símbolo del Covid en cuatro de los cinco paneles de pintura que conforman el pentatíptico de esta obra. ¿Cómo es esto posible…?”. Se refería a los cuatro elementos que en la obra representan el agua, el aire, la tierra y el fuego, los cuales surgen de cuatro esferas con agudos conos adosados a su superficie y diferentes apariencias cromáticas. Algo que hasta el momento nadie había notado.
El artista con su mascota Ñuñú."'Este es el mejor lugar del mundo', me dijo mi madre antes de fallecer", recuerda De la Sierra (CORTESÍA)
-Ha vivido en el mundo entero, y ahora en Venezuela, justo cuando todos quieren irse. ¿Por qué?
-A los nueve años estuve en París, en un viaje a Europa con mi padre y mis hermanos, en el que también conocí la antigua Checoslovaquia (Praga). En 1963, mis padres se radicaron en La Habana, y allí vivimos hasta 1968, cuando cumplí los 14, y regresamos a Venezuela. A los 20 me instalé en Londres, y en 1975, con 21 años, me fui a vivir a Nueva York, donde realicé mi primera exposición individual como orfebre en la Francesca Paolozzi Gallery de Madison Avenue.
“En 1976 fui de vacaciones a Chile y en la biblioteca de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes de la Pontificia Universidad Católica de Santiago me topé con libros enormes de los británicos Henry Moore y Barbara Hepworth -prosigue-. Quedé enamorado de la escultura, y ese mismo día decidí que quería estudiar Arte Puro en esa casa de estudios”.
-El por qué sigo en Venezuela, es una interrogante que a veces yo mismo me planteo. Creo que “me picó el mismo bichito” que a mis padres, quienes, siendo españoles, nunca se quisieron ir de aquí. Adoraban a Venezuela, su clima y su gente. Mi madre, justo una semana antes de fallecer, a los 95 años y en pleno uso de sus facultades mentales, nos repitió a mi hermana y a mí: “Como Venezuela no existe otro país. Este es el mejor lugar del mundo”.
@weykapu
Un periplo que es posible apreciar hasta enero del próximo año en Espiritualidad y Surrealismo en la obra de Alexis De La Sierra, antológica temática que se presenta en la Galería de Arte Nacional, donde 90 obras permiten acercarse a ese “viaje sin retorno siempre en busca de la luz y nuevos horizontes” que han representado 55 años de trayectoria de este singular creador.

Brazalete ceremonial (CORTESÍA)
La orfebrería le aportó “un nivel de exigencia profesional riguroso, una búsqueda de la perfección absoluta y en mi caso, cuasi obsesiva”, dice. “Gracias a mi formación de orfebre, me acostumbré a investigar de manera seria y rigurosa, a experimentar sin temores y a exigirme el máximo”, agrega.
Pero desde hace 34 años el ordenador, mouse y teclado, se convirtieron en sus herramientas para “pintar” cuadros en los que plasma imágenes cuya energía sobrepasa los límites conocidos. “Un viaje exploratorio de nuevos e infinitos horizontes”, en el que refleja su particular manera de percibir el Universo, “creando mundos imaginarios desde mi intimidad espiritual”.
La orfebrería le aportó “un nivel de exigencia profesional riguroso, una búsqueda de la perfección absoluta y en mi caso, cuasi obsesiva”, dice. “Gracias a mi formación de orfebre, me acostumbré a investigar de manera seria y rigurosa, a experimentar sin temores y a exigirme el máximo”, agrega.
Pero desde hace 34 años el ordenador, mouse y teclado, se convirtieron en sus herramientas para “pintar” cuadros en los que plasma imágenes cuya energía sobrepasa los límites conocidos. “Un viaje exploratorio de nuevos e infinitos horizontes”, en el que refleja su particular manera de percibir el Universo, “creando mundos imaginarios desde mi intimidad espiritual”.

Imágenes ascendentes, 1992 (CORTESÍA)
-Imágenes cósmicas, cuánticas, que parecen adelantarse a las del telescopio Webb.
-Eso es, en todo caso, intuido. En la pintura digital o arte cibernético me suelen suceder cosas curiosas. Hace poco más de un año, mis amigos Myriam Labarca (por muchos años directora de los espacios expositivos del Banco Industrial de Venezuela), y su esposo Javier Elechiguerra (primer Fiscal de la República, a comienzos del gobierno de HRCF), vinieron a visitarme, y mi mánager y curador, Ion Pervilhac Fournier, les proyectó el video de mi participación en la Bienal de las Artes Contemporáneas de Florencia filmado en 2001, cuando obtuve para Venezuela la medalla de Oro Magnus Laurentis Medici con la instalación Soplo de vida: todavía hay esperanza.
-Imágenes cósmicas, cuánticas, que parecen adelantarse a las del telescopio Webb.
-Eso es, en todo caso, intuido. En la pintura digital o arte cibernético me suelen suceder cosas curiosas. Hace poco más de un año, mis amigos Myriam Labarca (por muchos años directora de los espacios expositivos del Banco Industrial de Venezuela), y su esposo Javier Elechiguerra (primer Fiscal de la República, a comienzos del gobierno de HRCF), vinieron a visitarme, y mi mánager y curador, Ion Pervilhac Fournier, les proyectó el video de mi participación en la Bienal de las Artes Contemporáneas de Florencia filmado en 2001, cuando obtuve para Venezuela la medalla de Oro Magnus Laurentis Medici con la instalación Soplo de vida: todavía hay esperanza.
-Al finalizar, Myriam exclamó: “¡Con esta obra te adelantaste 20 años al tiempo actual. Plasmaste perfectamente el símbolo del Covid en cuatro de los cinco paneles de pintura que conforman el pentatíptico de esta obra. ¿Cómo es esto posible…?”. Se refería a los cuatro elementos que en la obra representan el agua, el aire, la tierra y el fuego, los cuales surgen de cuatro esferas con agudos conos adosados a su superficie y diferentes apariencias cromáticas. Algo que hasta el momento nadie había notado.

Fijación Yoica incitación exterior (CORTESÍA)
Estas experiencias de “tipo esotérico” le ocurren, dice, no solo con la pintura: “Cada vez que concreto una obra de alta orfebrería de corte museográfico, al contemplarla, siento que ha habido una especie de tutelaje sobrenatural. ‘Esto no lo hice yo’, me digo. ‘Alguien me ha estado ayudando a llevar a buen puerto este proyecto’”.
-Su obra viaja en un doble sentido: Hacia el cosmos y el espíritu.
-La espiritualidad, y no solo en el arte, goza de mi más alto respeto y valoración. Es la manera de nosotros, los individuos sensibles y pensantes, poder comunicarnos con nuestro yo interno, una forma de poder conocernos y reconocernos al conversar con nosotros mismos, conectando con la naturaleza, con la existencia, y por ende con Dios.
-“Renacentista del nuevo milenio", lo han denominado.
-Si nos guiamos por lo que fue y significó para el mundo, y especialmente para Occidente, el Renacimiento en las Artes y las características fundamentales que distinguieron a sus protagonistas, entonces, sin pecar de inmodesto, claro que soy un renacentista de este nuevo milenio. Esta frase la acuñó Pervilhac, quien, en un gesto de humildad, la atribuyó al escritor canario Guillén Barrús, pseudónimo de mi abuelo paterno, cuyo nombre de pila fue Luis Rodríguez de la Sierra y Figueroa, por el cual se le conoce mejor en el mundo de las letras, la jurisprudencia y la política de la república Española. Luego, la curadora y museóloga Zuleiva Vivas, durante la primera visita guiada especializada al público en mi exposición, se refirió a mi trabajo como propio de un “renacentista de este milenio”.
Estas experiencias de “tipo esotérico” le ocurren, dice, no solo con la pintura: “Cada vez que concreto una obra de alta orfebrería de corte museográfico, al contemplarla, siento que ha habido una especie de tutelaje sobrenatural. ‘Esto no lo hice yo’, me digo. ‘Alguien me ha estado ayudando a llevar a buen puerto este proyecto’”.
-Su obra viaja en un doble sentido: Hacia el cosmos y el espíritu.
-La espiritualidad, y no solo en el arte, goza de mi más alto respeto y valoración. Es la manera de nosotros, los individuos sensibles y pensantes, poder comunicarnos con nuestro yo interno, una forma de poder conocernos y reconocernos al conversar con nosotros mismos, conectando con la naturaleza, con la existencia, y por ende con Dios.
-“Renacentista del nuevo milenio", lo han denominado.
-Si nos guiamos por lo que fue y significó para el mundo, y especialmente para Occidente, el Renacimiento en las Artes y las características fundamentales que distinguieron a sus protagonistas, entonces, sin pecar de inmodesto, claro que soy un renacentista de este nuevo milenio. Esta frase la acuñó Pervilhac, quien, en un gesto de humildad, la atribuyó al escritor canario Guillén Barrús, pseudónimo de mi abuelo paterno, cuyo nombre de pila fue Luis Rodríguez de la Sierra y Figueroa, por el cual se le conoce mejor en el mundo de las letras, la jurisprudencia y la política de la república Española. Luego, la curadora y museóloga Zuleiva Vivas, durante la primera visita guiada especializada al público en mi exposición, se refirió a mi trabajo como propio de un “renacentista de este milenio”.

El artista con su mascota Ñuñú."'Este es el mejor lugar del mundo', me dijo mi madre antes de fallecer", recuerda De la Sierra (CORTESÍA)
-Ha vivido en el mundo entero, y ahora en Venezuela, justo cuando todos quieren irse. ¿Por qué?
-A los nueve años estuve en París, en un viaje a Europa con mi padre y mis hermanos, en el que también conocí la antigua Checoslovaquia (Praga). En 1963, mis padres se radicaron en La Habana, y allí vivimos hasta 1968, cuando cumplí los 14, y regresamos a Venezuela. A los 20 me instalé en Londres, y en 1975, con 21 años, me fui a vivir a Nueva York, donde realicé mi primera exposición individual como orfebre en la Francesca Paolozzi Gallery de Madison Avenue.
“En 1976 fui de vacaciones a Chile y en la biblioteca de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes de la Pontificia Universidad Católica de Santiago me topé con libros enormes de los británicos Henry Moore y Barbara Hepworth -prosigue-. Quedé enamorado de la escultura, y ese mismo día decidí que quería estudiar Arte Puro en esa casa de estudios”.
-El por qué sigo en Venezuela, es una interrogante que a veces yo mismo me planteo. Creo que “me picó el mismo bichito” que a mis padres, quienes, siendo españoles, nunca se quisieron ir de aquí. Adoraban a Venezuela, su clima y su gente. Mi madre, justo una semana antes de fallecer, a los 95 años y en pleno uso de sus facultades mentales, nos repitió a mi hermana y a mí: “Como Venezuela no existe otro país. Este es el mejor lugar del mundo”.
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