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Nico Manzano: “A mí no me visitan bestias, me visitan las libélulas”

Este 27 de abril se estrena en el país la mejor película del 18° Festival del Cine Venezolano: "Yo y las bestias"

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

23/04/2023 01:00 am

El cine que a uno le gusta -y pido excusas por esta digresión personal- es aquel que acerca al espectador al mundo interior de los directores. Ese cine que, sin pudor ni falsas modestias, aporta las claves de lo que sienten, piensan y opinan los cineastas. Llámese cine de autor o cine de arte.

Por ejemplo, sin Los comulgantes sería imposible entender a cabalidad el miedo de Ingmar Bergman a Dios. Sin Amarcord no podríamos imaginar la nostalgia circense con la que Federico Fellini recordó al Rímini de su infancia. Y sin Mujeres al borde de un ataque de nervios no sabríamos que el sello estético de Pedro Almodóvar está en la movida madrileña que siguió a la dictadura franquista.

Las películas están para hablar de aquellos que las hacen, que sin ser autobiográficas dejan colar pistas sobre sus creadores y, por añadidura, calman el insaciable apetito del cinéfilo por descubrir otros mundos, otras criaturas y otras historias distintas a la suya.

Mucho de eso hay en Yo y las bestias, el primer largometraje de Nico Manzano (Caracas, 1986), que finalmente, y luego de repetidas postergaciones, entra en la cartelera venezolana este 27 de abril.

De la película ya se ha escrito a propósito de su participación en festivales de cine internacionales en Mar del Plata, Estonia y Grecia, así como en el Festival del Cine Venezolano de Mérida, donde obtuvo los premios a Mejor Largometraje de Ficción, Mejor Dirección, Mejor Sonido, Mejor Música, Mejor Ópera Prima, y Mención Especial para Jesús Nunes, protagonista del filme.

El actor Jesús Nunes encarna a Andrés Bravo, un artista que defiende su propuesta musical (CORTESÍA)

Tanto Yo y las bestias como Nico Manzano son rara avis en la cinematografía nacional. La película, porque desde un joven artista ensimismado llamado Andrés Bravo (Jesús Nunes), cuenta una historia sobre la defensa de la integridad de lo que se hace, en este caso música, y el cineasta, un joven también ensimismado y reflexivo, porque es la revelación de una generación de directores de cine locales que no teme al riego, que no anhela adueñarse de la taquilla y que, sin proponérselo, está escribiendo la crónica de la Venezuela de hoy.

-Cuando decidió hacerse cineasta, ¿qué necesidades expresivas tenía?, ¿qué quería decir a través de las películas?
-Mi aproximación al cine, desde pequeño, siempre ha sido desde el punto de vista del ojo crítico. Muy posiblemente en la historia del cine yo soy de las personas que me gustan pocas películas y las pocas que me gustan las veo muchas veces. Creo que siempre partí de la insatisfacción de no verme reflejado en muchas historias. Desde ahí pensé que podía construir lo que yo pensaba que quería ver. Mi necesidad nace más como espectador que como realizador. Si vamos directamente a lo que he venido trabajando en los últimos años, me interesa mucho cierto tono que no está como muy bien definido, me gusta mucho explorar la mezcla de géneros y subgéneros, el que una película sea difícil de catalogar en género y subgénero es como romper ese traje que a veces resulta demasiado estrecho.

-Les pasa a muchos cineastas que cuando hacen su primera película tienen la tentación de querer volcarlo todo en ella. Esto no ocurre en Yo y las bestias. ¿Qué fantasmas quería exorcizar con su película?
-Esta no es la primera película que he escrito. Tengo muchos guiones escritos mientras estudiaba cine. En esos proyectos ya había volcado otras partes de mí, pero esas películas no me gustaban, sentía que no eran películas para ser rodadas por más que tuviera las ansias de ser cineasta. Al momento de escribir Yo y las bestias estaba muy enfocado en el interés genuino del proceso creativo en un momento complicado del país. Esa relación contrastante entre el mundo interno, artístico, y el mundo externo, como una burbuja que se rompe constantemente, era lo que quería explorar en la película. Obviamente, al irla escribiendo empezaron a salir temas que me hicieron entender, luego de haberla escrito, de qué iba la película. Creo que todo fue consecuencia de tratar de pensar en lo más simple, y las ideas complejas sobre esa estructura ósea que, de alguna manera, es un poco más simple, más sencilla, se asoman porque no dejo de darle entrada a la percepción, a estar atento a los detalles.

“Contar una historia que muy posiblemente no involucre a todo el mundo en primer plano es algo que siempre me ha parecido interesante -prosigue Manzano-, pero Yo y las bestias no trata de explicar a Venezuela porque es dificilísimo hacerlo, sino ser muy sincero y decir, no voy a obviar cosas que ocurren, no voy a obviar a personas que están en el fondo, que de repente tienen otros problemas y otras vidas”.

Manzano es también músico y en lugar de "bestias" escucha las libélulas (CORTESÍA)

-El tema que subyace en su película es la integridad del arte, el artista frente a su obra, cómo la defiende más allá del país que está al fondo. Lo que mueve a Andrés es hacer la creación que quiere hacer. ¿Esta es una convicción personal para el cineasta que va a ser de ahora en adelante?
-La integridad de la búsqueda artística es algo con lo que me siento muy identificado, y quizás sea el aspecto del protagonista que más se asemeja a mí. Siendo completamente sincero, para mí el hecho de hacer arte es tan fundamental que me define en mucho aspectos, incluso en motivaciones del día a día. Sin arte no sé cómo sería mi vida.

-Yo y las bestias es una película de arte hecha por una persona que más que cineasta, quiere ser un artista.
-Soy de la creencia de que una película tiene que ser más grande que su director. Todas las decisiones que tomé para Yo y las bestias -y sí hice concesiones, pero fueron concesiones que le venían bien a la película- no tenían el fin último de decir “Nico Manzano es director de cine” o “Nico Manzano puede hacer esto o lo otro para a partir de ahí hacer más películas y hacer dinero con eso”, sino más bien comprometerme mucho con lo que veo. Esto es más grande que mi propia personalidad, que es transitoria, que se va, cambia constantemente. No soy el mismo Nico que rodó Yo y las bestias en 2017, soy otra persona, mantengo ciertos rasgos, pero para mí lo más importante siempre va a ser la obra. A veces rehúyo del hecho de hacer culto de mi propia personalidad, de mostrar mucho mi rostro. La obra tiene que ir por encima de todas estas cosas, hablar por sí misma. Tengo una ruptura evidente con esa cultura, muy de redes sociales, de que la personalidad de los directores es más grande que su obra. Voy por el lado opuesto.

-¿Nico Manzano tiene bestias que lo acompañan?
-No son las bestias de Andrés. A veces son espejos, personas en las que puedes verte reflejado en una conversación, una canción, pequeños símbolos que uno guarda, que me acompañan. Lo que me visita a mí son las libélulas. Mi relación con las libélulas es particular porque yo desde pequeño les tenía muchísimo miedo, si ves una pareciera que te va a picar, si no lo conoces bien parece un animal amenazante. Ese miedo de ver algo con mucho miedo y después identificarlo como uno de los insectos más bellos de la naturaleza ha sido fascinante; siempre aparecen en momentos muy específicos y me envían un mensaje: “¿Recuerdas que también a mí me tenías miedo?”. Tienen un valor simbólico para mí.
@juanchi62






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