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Caos, ira y redención en el Mad Cool 2018

La desorganización del festival madrileño causa molestias en un público que encontró la redención en una serie de conciertos extraordinarios

  • DIEGO PENZO VIVAS

17/07/2018 01:00 am

Madrid.- Colas interminables, aparatosos atascos, aglomeraciones innecesarias e incompetencia en las barras fueron algunos de los problemas que opacaron la tercera edición del festival musical español Mad Cool, así como la cancelación repentina de una de sus cabezas de cartel, la agrupación británica Massive Attack.

Sobre el episodio protagonizado por la popular banda de trip hop los organizadores del festival han sido tajantes: se han negado a actuar frente a un aforo de más de 25 mil personas porque les molestaba el sonido proveniente del espectáculo de Franz Ferdinand, que ocurría simultáneamente en otra tarima del evento.

En cuanto a la casi hora y media que tuvo que pasar para que fuese comunicada la cancelación al público, los voceros del Mad Cool han explicado que la renuencia de Massive Attack a tocar desembocó en suspensión en ese momento.

Pero lo que no hubo en organización se concentró quizás en sonido y montaje, ya que, a pesar de los tropiezos, es innegable la calidad mostrada en ambos. Las tarimas contaron con un despliegue audiovisual extraordinario, lo que permitió una serie de conciertos asombrosos que, por momentos, dejaron a un lado las malas experiencias.

Pearl Jam y los clásicos
Durante la primera jornada Eels calentó los motores con su locuaz y desenfadado rock alternativo. La turbulenta vida del cantante Mark Oliver Everett, líder de la banda, ha destilado en un sonido más bien alegre y divertido, aunque con ciertos ápices inevitables de oscuridad. Un buen remedio para las contrariedades vividas por el músico, a quien la soledad, las drogas y la pérdida de seres queridos no le son ajenas.

Pearl Jam, por su parte, encabezó la primera noche del festival regalando un recital de casi dos horas, donde recorrieron en profundidad aquellos temas que los catapultaron a la fama en los años noventa, como Jeremy, Alive, Even Flow y Porch. La voz de Eddie Vedder sigue intacta a pesar de los años y la banda aún capaz de seducir grandes multitudes. El cantante se tomó unos segundos para dar un mensaje contra el acoso, el racismo y el sexismo, a la vez que celebrara la vida. Fue un concierto emotivo y sublime.

Si bien las energías quedaron bastante altas con Pearl Jam, el dúo de electro francés Justice fue capaz de subir la barra con un directo efusivo y dinámico donde no hubo nadie que se quedara sin bailar. Su fórmula de electrónica francesa con pinceladas rockeras y un poco ochentosas es capaz de generar la locura colectiva, especialmente cuando ya ha caído la madrugada y la jornada ha sido demencial.

La noche de Jack White
Durante el segundo día del festival se notaron intentos por corregir los fallos iniciales, pero sólo se logró parcialmente. Se nota que la asistencia masiva, más de ochenta mil personas por día, es decir casi el doble que el año pasado, los desconcertó. Nuevamente fue la música la que salvó el día.

At the Drive-In comenzó la descarga con una inyección de post hardcore, tan progresivo como melódico, donde el cantante Cedric Bixler-Zavala y el carismático guitarrista Omar Rodríguez-López interpretaron una sesión epiléptica interpretando himnos del explosivo Relationship of Command, así como temas de su nuevo e interesante trabajo “In•ter a•li•a”.

Más adelante, Jack White daría una excepcional cátedra de un rock and roll que evoca lo mejor del blues y el sonido garage. El guitarrista se ha valido de sus éxitos junto a The White Stripes para dar un show para el recuerdo, rodeado de una banda de virtuosos. El sonido de White es único, con sabores añejos, guitarras crudas y una voz chillona que encaja a la perfección. Otra vez dejó claro que, desde su aparición, ha sido una bocanada de aire fresco para el rock actual.

Alice in Chains también fue una grata sorpresa, especialmente porque no serían pocos los que albergaban dudas tras la desaparición física del mítico cantante Layne Stanley. Sin embargo, su sustituto, William DuVall, lo logra. Puede que el sonido haya pecado de débil ante una banda que merece todos los decibeles del mundo, pero se trató de un directo íntimo, nostálgico y sombrío, como siempre serán estos pioneros del grunge.

Durante la decepción de Massive Attack, que ocurrió minutos después del concierto de Alice in Chains, Franz Ferdinand montó su eterna fiesta de rock bailable en la tarima principal del Mad Cool. El grupo escocés nunca decepciona en vivo y suele disfrutar en las tablas casi tanto como el público en la arena. Se saben afortunados y corresponden como debe ser.

Muy diferente ocurre con Arctic Monkeys, quienes desde hace meses se muestran grises y secos, como si los días de gloria hubiesen quedado atrás, aun cuando tratan de rememorarlos interpretando piezas de joyas como Whatever People Say I Am, That's What I'm Not.

Un final apoteósico
El último día del Mad Cool fue, sin lugar a dudas, el mejor. Quizás el mal sabor de boca por los fallos de organización seguiría en gran parte del público, pero quedó tácito que existe una esperanza, porque lo que hicieron Queens of the Stone Age, Depeche Mode y Nine Inch Nails en esta jornada fue apoteósico.

Sobre los primeros, no hay mucho que decir. Desde hace años representan una de las propuestas más poderosas del rock contemporáneo, y saben llevarla perfectamente a la tarima. Josh Homme se tomó además un momento para comentar otro detalle del festival que estuvo en boca de buena parte de los asistentes.

Ocurría que frente a dos de las tarimas principales del evento fue colocada un área VIP, delimitada por vallas de metal, que ocupaba casi la mitad de la arena frontal. Esto ocasionaba que un lado estuviese a rebosar de gente, tanto como la arena trasera, mientras que el área reservada se encontrara parcialmente vacía. Y es que era innecesariamente grande.

Al ver semejante despropósito el cantante fue muy claro: “Déjenlos pasar”, comentó en referencia a quienes se agolpaban alrededor de las vallas. “Salten las vallas. No seguiré tocando hasta que los dejen pasar”, agregó, a la vez que advertía a la seguridad del evento que no tratara con violencia a quienes lo hicieran. “Hoy ustedes trabajan para mí”, les increpó. Fue ovacionado y obedecido. Como era de esperar, el concierto terminó en éxtasis colectivo.

Entonces apareció Depeche Mode, quienes tomaron el testigo y lograron otro de los grandes momentos del festival, con un itinerario que incluyó clásicos, no tan clásicos y un exquisito material reciente. El Dave Gahan extravagante, de movimientos delicados y poses femeninas, sigue hipnotizando multitudes con su voz y danza, tras décadas de haber superado aquellos días aciagos que casi le costaron la vida. Hoy está más vivo que nunca, y a su lado Martin Gore y un envejecido Andrew Fletcher siguen pavimentando su camino melódico.

Nine Inch Nails haría acto de presencia poco después, cerrando los platos fuertes de la noche. Otro espectacular derroche de buena música, interpretando un set que de melódicas y organizadas estridencias pasaba a la calma más pura, porque así como sonaron los pesados golpes de Somewhat Damaged o March of the Pigs, también presentaron la carga ambiental de temas como The Day The World Went Away o Hurt. El cantante Trent Reznor se confesó afortunado de haber compartido festival con sus dos predecesores, y pudo mantener con soltura las expectativas generadas tras ambos directos.

La noche cerró con la presentación de los pioneros ingleses de la electrónica Underworld, quienes supieron llevar armónicamente a casa a lo que quedaba de una cansada asistencia que, más allá de las desavenencias, pudo disfrutar de una serie de conciertos fenomenales.
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