Devendra Banhart: “Tengo mucha desilusión con la humanidad”
Desde Los Ángeles, el cantante y compositor venezolano-estadounidense, habló de su más reciente visita al país y de su lado más personal
Devendra Banhart nació en Texas, pero su infancia y parte de su adolescencia transcurrieron en Venezuela, de hecho, a pesar de tener muchos años viviendo fuera del país, su acento caraqueño no lo abandona. Es un artista polifacético, quizás el más indie de la escena venezolana. Un artista de culto, al margen de lo comercial, que a lo largo de su carrera ha sabido cautivar a un público que sintoniza con él desde el sentir, porque al igual que todos, algo en él está roto, busca la felicidad o al menos encontrar respuestas que ni la filosofía ha podido responder.
Su música lo ha llevado a conocer el mundo y de alguna manera, representar al país en importantes escenarios. Por los momentos, en este primer semestre del año dará conciertos en Chile y Perú, también participará en los festivales Estéreo Picnic, en Colombia, y Big Ears, en Estados Unidos: “Cuando estoy en un concierto estoy navegando entre la música y las energías de la gente. En Venezuela toqué con Venezuela, no para Venezuela”.
Desde su casa en Los Ángeles, El Universal conversó con Devendra Banhart, quien mostró su lado más íntimo, en una conversación que fluyó sin guiones: ese artista que a través de su música ha logrado abrazar los corazones de quienes lo escuchan.
-A finales del año pasado participó en el Cúsica Fest. Fue la primera vez que tocó en Venezuela.
-Es cierto, desde que inicié mi carrera, hace veinte años, mi sueño era tocar en Caracas y por primera vez, compartí mi música en mi país, como lo he hecho con el resto del mundo.
-Precisamente algo que causó polémica fue su outfit.
-Yo empecé a cantar a los seis o siete años. Cuando mi mamá salía, me ponía sus vestidos para cantar. Fue algo orgánico acércame a ese lado femenino que está dentro de mí. Venezuela es un lugar muy homofóbico y transfóbico, si me puse un vestido en el concierto fue por ese niño. A mí me hubiera encantado en mi infancia ver a alguien así, expresándose sin importar lo que diga la sociedad. Me sentí orgulloso de hacerlo. También lo hice para todos aquellos que se sienten solos, distintos, estoy seguro que ellos entendieron el mensaje.
-Créame, sí lo entendieron. Doy fe por una amiga lesbiana que estuvo en el concierto.
-Eso me hace muy feliz.
-Su último álbum Refugio lo hizo durante la pandemia.
-Esa época de la cuarenta fue dramática e intensa. Yo pensaba que al finalizar, todas las puertas estarías abiertas, que viviríamos un nuevo mundo. Ha sido complejo, pero en el fondo nadie quiere cambiar, ¿por qué?, porque cambiar duele, sanar duele.
-¿Y cuál será el mood de la producción que lanzará pronto?
-Estoy cantando lo que no canté en Refugio. Para mí el álbum es la luz en la distancia, eso que nos ayuda a caminar en la oscuridad. Es muy melancólico, lleno de dolor. Esa luz en verdad es la esperanza. Aunque he oído que no es bueno tener esperanza.
-¿Por qué es un álbum doloroso?
-Tengo mucha desilusión con la humanidad. Veo mucha ternura, sabiduría y amor, personas preocupadas por otros; pero también veo tanta crueldad... No quiero convertirme en una persona cruel.

Su música lo ha llevado a conocer el mundo y de alguna manera, representar al país en importantes escenarios. Por los momentos, en este primer semestre del año dará conciertos en Chile y Perú, también participará en los festivales Estéreo Picnic, en Colombia, y Big Ears, en Estados Unidos: “Cuando estoy en un concierto estoy navegando entre la música y las energías de la gente. En Venezuela toqué con Venezuela, no para Venezuela”.
Desde su casa en Los Ángeles, El Universal conversó con Devendra Banhart, quien mostró su lado más íntimo, en una conversación que fluyó sin guiones: ese artista que a través de su música ha logrado abrazar los corazones de quienes lo escuchan.
-A finales del año pasado participó en el Cúsica Fest. Fue la primera vez que tocó en Venezuela.
-Es cierto, desde que inicié mi carrera, hace veinte años, mi sueño era tocar en Caracas y por primera vez, compartí mi música en mi país, como lo he hecho con el resto del mundo.
-Precisamente algo que causó polémica fue su outfit.
-Yo empecé a cantar a los seis o siete años. Cuando mi mamá salía, me ponía sus vestidos para cantar. Fue algo orgánico acércame a ese lado femenino que está dentro de mí. Venezuela es un lugar muy homofóbico y transfóbico, si me puse un vestido en el concierto fue por ese niño. A mí me hubiera encantado en mi infancia ver a alguien así, expresándose sin importar lo que diga la sociedad. Me sentí orgulloso de hacerlo. También lo hice para todos aquellos que se sienten solos, distintos, estoy seguro que ellos entendieron el mensaje.
-Créame, sí lo entendieron. Doy fe por una amiga lesbiana que estuvo en el concierto.
-Eso me hace muy feliz.
-Su último álbum Refugio lo hizo durante la pandemia.
-Esa época de la cuarenta fue dramática e intensa. Yo pensaba que al finalizar, todas las puertas estarías abiertas, que viviríamos un nuevo mundo. Ha sido complejo, pero en el fondo nadie quiere cambiar, ¿por qué?, porque cambiar duele, sanar duele.
-¿Y cuál será el mood de la producción que lanzará pronto?
-Estoy cantando lo que no canté en Refugio. Para mí el álbum es la luz en la distancia, eso que nos ayuda a caminar en la oscuridad. Es muy melancólico, lleno de dolor. Esa luz en verdad es la esperanza. Aunque he oído que no es bueno tener esperanza.
-¿Por qué es un álbum doloroso?
-Tengo mucha desilusión con la humanidad. Veo mucha ternura, sabiduría y amor, personas preocupadas por otros; pero también veo tanta crueldad... No quiero convertirme en una persona cruel.

"No quiero convertirme en una persona cruel", dice el artista (THE BARDOS)
-Sin embargo, en el arte, ya sea en la música o la pintura, usted ha encontrado una conexión espiritual.
-Cuando empecé a tocar, vi que estaba expresando una sed, quería sentir paz en mi corazón. Era como un desierto, sabía que necesitaba una lluvia para el desierto de mi alma. Yo nací con ese dolor y esa sed. Mi terapia de joven era conseguir toda la heroína de la ciudad, tomar todo el alcohol posible y pasar con alguien la noche. Con la heroína podía distraerme, escapar y pensé que me podía ayudar a conectar con la gente y hacer mi trabajo, pero en realidad termina matándonos, desconectándonos… y enseñándonos también. Eso fue hasta que encontré el budismo y la libertad que me dio la meditación; llevo diez años meditando todas las mañanas, sin falta.
-¿En algún momento estuvo en peligro su vida?
-Seguramente me iba a matar, tuve mucha oscuridad.
-¿Cuál fue el punto de quiebre?
-Me enamoré. Al enamorarse uno quiere que su corazón abrace al otro, pero tenía tanta mierda en el medio. La droga era un muro no solo con la persona de quien estaba enamorado, también con esa conexión que quería con el mundo. Y ahí empecé a trabajar en mí.
-Claro porque enamorarse empieza por uno mismo.
-Exacto, yo sabía que para ser una persona que quería una relación real, debía empezar conmigo, estar presente. Fue un trabajo interno. Es la cosa más simple del mundo y la más difícil de hacer.
-¿Cómo puede creer en el amor, en todas sus formas, cuando vivimos, como dice el sociólogo Zygmunt Bauman, de relaciones líquidas?
-El amor es lo más importante del mundo. Claro, es algo banal.
-No es banal.
-Esto que te conté pasó hace diez años. Soy así. Es algo muy subjetivo. Como te decía antes, la sanación es una práctica constante. Hace poco murió la esposa de mi papá, yo la amaba mucho, mi padre biológico se suicidó hace cinco años, un amigo se murió de una sobredosis, otro amigo de Covid-19, en la pandemia. No hay que esperar a que llegue la muerte para decirles a las personas que las amas, para perdonarlas.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Devendra Banhart?
-No es una ventana. Es la luz del sol, de la luna. Cerrar los ojos y buscar ese arcoíris adentro.
@DulceMRamosR
-Sin embargo, en el arte, ya sea en la música o la pintura, usted ha encontrado una conexión espiritual.
-Cuando empecé a tocar, vi que estaba expresando una sed, quería sentir paz en mi corazón. Era como un desierto, sabía que necesitaba una lluvia para el desierto de mi alma. Yo nací con ese dolor y esa sed. Mi terapia de joven era conseguir toda la heroína de la ciudad, tomar todo el alcohol posible y pasar con alguien la noche. Con la heroína podía distraerme, escapar y pensé que me podía ayudar a conectar con la gente y hacer mi trabajo, pero en realidad termina matándonos, desconectándonos… y enseñándonos también. Eso fue hasta que encontré el budismo y la libertad que me dio la meditación; llevo diez años meditando todas las mañanas, sin falta.
-¿En algún momento estuvo en peligro su vida?
-Seguramente me iba a matar, tuve mucha oscuridad.
-¿Cuál fue el punto de quiebre?
-Me enamoré. Al enamorarse uno quiere que su corazón abrace al otro, pero tenía tanta mierda en el medio. La droga era un muro no solo con la persona de quien estaba enamorado, también con esa conexión que quería con el mundo. Y ahí empecé a trabajar en mí.
-Claro porque enamorarse empieza por uno mismo.
-Exacto, yo sabía que para ser una persona que quería una relación real, debía empezar conmigo, estar presente. Fue un trabajo interno. Es la cosa más simple del mundo y la más difícil de hacer.
-¿Cómo puede creer en el amor, en todas sus formas, cuando vivimos, como dice el sociólogo Zygmunt Bauman, de relaciones líquidas?
-El amor es lo más importante del mundo. Claro, es algo banal.
-No es banal.
-Esto que te conté pasó hace diez años. Soy así. Es algo muy subjetivo. Como te decía antes, la sanación es una práctica constante. Hace poco murió la esposa de mi papá, yo la amaba mucho, mi padre biológico se suicidó hace cinco años, un amigo se murió de una sobredosis, otro amigo de Covid-19, en la pandemia. No hay que esperar a que llegue la muerte para decirles a las personas que las amas, para perdonarlas.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Devendra Banhart?
-No es una ventana. Es la luz del sol, de la luna. Cerrar los ojos y buscar ese arcoíris adentro.
@DulceMRamosR
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