Leonardo Henríquez: “Me impresiona la mentalidad conservadora y conformista actual”
"La caja" y "La espiral roja" resultaron ganadoras de la segunda edición del Premio Diego Rísquez/Cine de Autor, galardón con el que el director de "Tierna es la noche" busca perpetuar el legado del autor de la Trilogía Americana
“Diego era padrino de uno de tus hijos, ¿no?”. “Padrino no, pero fue mentor de ambos, por eso mis hijos son tan díscolos...”. En esta breve conversación de WhatsApp, Leonardo Henríquez deja por sentado los lazos que lo unen a Diego Rísquez (1949-2018), el colega, amigo, socio y, sobre todo, hermano en esos afectos que Isaac Chocrón llamó “la familia elegida”. El que está incluso no estando.
Desde la desaparición física del autor de la Trilogía Americana, que conforman Bolívar, sinfonía tropikal (1980), Orinoko, Nuevo Mundo (1984) y Amérika, terra incógnita (1988), Henríquez se ha dedicado a perpetuar el legado de Diego Rísquez, sin duda, uno de los más destacados autores cinematográficos de Venezuela. Y la manera en la que el director de Tierna es la noche (1990) ha conseguido dar pasos firmes en tal sentido es la creación en 2019 del Premio Diego Rísquez/Cine de Autor, que en este mes de diciembre llega a su segunda edición con el mismo propósito con el que nació: reconocer las películas venezolanas que logren sobresalir por su valor artístico, su dramaturgia autoral y su puesta en escena.
Desde una perspectiva personal, la importancia de este reconocimiento reside fundamentalmente en la reivindicación de una concepción del cine como un arte que no se somete a la dictadura del mercado, de la taquilla, sino que es el reflejo más auténtico y honesto de la interioridad, del pensar y el sentir, de aquel oficiante al que llamamos “director de cine”.
Así como se habla de un Fellini, un Kurosawa, un Bergman, un Wenders, un Cronenberg o un Jarmusch, por qué no hacerlo de un Chalbaud, un De la Cerda, una Benacerraf, un Lamata, un Henríquez o un Rísquez… Decía Orson Welles: “Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”.
Este año, los ganadores del segundo Premio Diego Rísquez/Cine de Autor recibirán el reconocimiento el 15 de este mes, valga decir, el mismo día en que nació el cineasta honrado. En el ámbito del largometraje compitieron Carelia: Internacional con monumento de Andrés Duque; Hijo de monarcas de Alexis Gambis; Juan de Adrián Geyer; Yo y las bestias de Nico Manzano; Érase una vez en Venezuela de Anabel Rodríguez; La fortaleza de Jorge Thielen, y La caja de Lorenzo Vigas.
Desde la desaparición física del autor de la Trilogía Americana, que conforman Bolívar, sinfonía tropikal (1980), Orinoko, Nuevo Mundo (1984) y Amérika, terra incógnita (1988), Henríquez se ha dedicado a perpetuar el legado de Diego Rísquez, sin duda, uno de los más destacados autores cinematográficos de Venezuela. Y la manera en la que el director de Tierna es la noche (1990) ha conseguido dar pasos firmes en tal sentido es la creación en 2019 del Premio Diego Rísquez/Cine de Autor, que en este mes de diciembre llega a su segunda edición con el mismo propósito con el que nació: reconocer las películas venezolanas que logren sobresalir por su valor artístico, su dramaturgia autoral y su puesta en escena.
Desde una perspectiva personal, la importancia de este reconocimiento reside fundamentalmente en la reivindicación de una concepción del cine como un arte que no se somete a la dictadura del mercado, de la taquilla, sino que es el reflejo más auténtico y honesto de la interioridad, del pensar y el sentir, de aquel oficiante al que llamamos “director de cine”.
Así como se habla de un Fellini, un Kurosawa, un Bergman, un Wenders, un Cronenberg o un Jarmusch, por qué no hacerlo de un Chalbaud, un De la Cerda, una Benacerraf, un Lamata, un Henríquez o un Rísquez… Decía Orson Welles: “Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”.
Este año, los ganadores del segundo Premio Diego Rísquez/Cine de Autor recibirán el reconocimiento el 15 de este mes, valga decir, el mismo día en que nació el cineasta honrado. En el ámbito del largometraje compitieron Carelia: Internacional con monumento de Andrés Duque; Hijo de monarcas de Alexis Gambis; Juan de Adrián Geyer; Yo y las bestias de Nico Manzano; Érase una vez en Venezuela de Anabel Rodríguez; La fortaleza de Jorge Thielen, y La caja de Lorenzo Vigas.
De estas obras, evaluadas por el jurado integrado por Pierre-Henry Deleau, Atahualpa Lichy, Axel Stein, Lucía Pizzani y Sergio Dahbar, resultó ganadora La caja, obra con la que Lorenzo Vigas busca un puesto por Venezuela entre las nominaciones a Mejor Película Internacional en los Óscar. El largo documental Érase una vez en Venezuela, de Anabel Rodríguez recibió una Mención Especial por su potente símil entre un pueblo que se va desapareciendo y un país completamente desdibujado.
Sobre la elección del filme La caja, justificó el jurado: "Vigas ha plasmado una obra artística profunda, capaz de expresar en su trama la violencia que impacta a nuestro continente, el dolor provocado por los desaparecidos y, en particular, la ausencia paterna, que es un tema que explora la filmografía del director".
Los cortos considerados para el galardón por el jurado que integran Emiliana Ammirata, Claudia Lepage, José Pisano y Michael Labarca, fueron: La peste del insomnio de Leonardo Aranguibel; Bailando en el barro de Omar Arteaga; Fe de vida del Centro Movimiento Creador; La espiral roja de Lorena Colmenares; Tal vez el infierno sea blanco de Diego Murillo; Aforismos del lago de Humberto González; Sukujula Tei de David Hernández; Mireyita de Orangel Lugo; Inmaculada de John Petrizelli; El amor de Camilo Pineda; Pedro de Erika Rodríguez; Memorias de una cortina en cuarentena de Cito Sánchez; Sotavento de Marco Salaverría, y Un poeta en la oscuridad de Juan Urgell.

Los cortos considerados para el galardón por el jurado que integran Emiliana Ammirata, Claudia Lepage, José Pisano y Michael Labarca, fueron: La peste del insomnio de Leonardo Aranguibel; Bailando en el barro de Omar Arteaga; Fe de vida del Centro Movimiento Creador; La espiral roja de Lorena Colmenares; Tal vez el infierno sea blanco de Diego Murillo; Aforismos del lago de Humberto González; Sukujula Tei de David Hernández; Mireyita de Orangel Lugo; Inmaculada de John Petrizelli; El amor de Camilo Pineda; Pedro de Erika Rodríguez; Memorias de una cortina en cuarentena de Cito Sánchez; Sotavento de Marco Salaverría, y Un poeta en la oscuridad de Juan Urgell.
La espiral roja, de Lorena Colmenares, fue galardonada por unanimidad, según el veredicto del jurado, por "lo contundente de su relato, junto a una impecable factura y destacadas interpretaciones, para ofrecernos una obra que muestra su compromiso como autora con el país desde la mirada de la niñez".
Aforismos del lago, de Humberto González Bustillo, y Mireyita, de Orangel Lugo, también recibieron Menciones Especiales. El primero, "por su riesgo narrativo plasmado en la experimentación del uso y organización de los diferentes recursos disponibles para narrar desde la experiencia migratoria y desde el arraigo y la emoción, la historia de un duelo personal", y el segundo, por abordar "de forma austera una historia sobre la soledad que se genera desde el lado opuesto de la migración, con un lenguaje cinematográfico directamente vinculado con el tema, aprovechando la simpleza de los recursos para potenciar la historia".

Rísquez y Henríquez, colegas, amigos, socios... y hermanos de afectos (CORTESÍA LEONARDO HENRÍQUEZ)
Mientras se acerca el 15 de diciembre, día de la premiación, Leonardo Henríquez reitera el objetivo del Premio Diego Rísquez/Cine de Autor: “Conservar el legado de Diego, pero no solo como cineasta, sino como un personaje singular y extraordinario. Un ser irrepetible que dedicó su vida al arte, a sus afectos y a contar, desde su personalísima estética, la historia de este país”.
-¿Qué lecciones dejó Rísquez para los cineastas que le siguen, y también para sus contemporáneos?
-Que el cine sin arte no tiene sentido, que no es un medio para solo entretener, que el contenido es importante, pero también la forma.
-En un país propenso al olvido, ¿se ha entendido su legado?
-No lo sé. Pero no es un problema del país, sino planetario. Estos son tiempos de puritanismo y mojigatería. Me impresiona la mentalidad conservadora y conformista actual. De la cultura de la cancelación por tonterías, de las reivindicaciones maniqueas, de la normalización del horror de la guerra, de la benevolencia hacia la autocracia y la mediocridad.
E insiste: “De modo que no lo sé. No sé si entendieron al Diego lúdico. Al genio imprudente que vivió y obró a su manera, que conceptualizó una estética original y dejó un legado de honestidad intelectual y bonhomía”.
-El término cine de “auteur” tuvo su origen en Francia en los años 60. ¿Qué vigencia tiene esta denominación? Si se parte del hecho de que toda película dice mucho de quién la hace, ¿podría decirse que todo el cine es cine de autor? ¿Qué lo diferencia de otros tipos de películas?
-En algún momento sugerimos llamar a este premio “cine de arte y ensayo”, para que ningún despistado tuviese la menor duda de nuestras intenciones. Pero cedimos al final como “cine de autor”, que sonaba menos presuntuoso. En mi caso, era una provocación para diferenciar al cine convencional y sin riesgo alguno al cine que se aventura a beber del arte, a la puesta en escena con impronta autoral. Pero digo más: ¿cómo es posible que, a estas alturas, todavía algunos no entiendan estos conceptos tan básicos…? Revisiten, entonces, el cine de Rísquez.

Mientras se acerca el 15 de diciembre, día de la premiación, Leonardo Henríquez reitera el objetivo del Premio Diego Rísquez/Cine de Autor: “Conservar el legado de Diego, pero no solo como cineasta, sino como un personaje singular y extraordinario. Un ser irrepetible que dedicó su vida al arte, a sus afectos y a contar, desde su personalísima estética, la historia de este país”.
-¿Qué lecciones dejó Rísquez para los cineastas que le siguen, y también para sus contemporáneos?
-Que el cine sin arte no tiene sentido, que no es un medio para solo entretener, que el contenido es importante, pero también la forma.
-En un país propenso al olvido, ¿se ha entendido su legado?
-No lo sé. Pero no es un problema del país, sino planetario. Estos son tiempos de puritanismo y mojigatería. Me impresiona la mentalidad conservadora y conformista actual. De la cultura de la cancelación por tonterías, de las reivindicaciones maniqueas, de la normalización del horror de la guerra, de la benevolencia hacia la autocracia y la mediocridad.
E insiste: “De modo que no lo sé. No sé si entendieron al Diego lúdico. Al genio imprudente que vivió y obró a su manera, que conceptualizó una estética original y dejó un legado de honestidad intelectual y bonhomía”.
-El término cine de “auteur” tuvo su origen en Francia en los años 60. ¿Qué vigencia tiene esta denominación? Si se parte del hecho de que toda película dice mucho de quién la hace, ¿podría decirse que todo el cine es cine de autor? ¿Qué lo diferencia de otros tipos de películas?
-En algún momento sugerimos llamar a este premio “cine de arte y ensayo”, para que ningún despistado tuviese la menor duda de nuestras intenciones. Pero cedimos al final como “cine de autor”, que sonaba menos presuntuoso. En mi caso, era una provocación para diferenciar al cine convencional y sin riesgo alguno al cine que se aventura a beber del arte, a la puesta en escena con impronta autoral. Pero digo más: ¿cómo es posible que, a estas alturas, todavía algunos no entiendan estos conceptos tan básicos…? Revisiten, entonces, el cine de Rísquez.

Trilogía Americana de Diego Rísquez: Bolívar, sinfonía tropikal (1980), Orinoko, Nuevo Mundo (1984) y Amérika, terra incógnita (1988). CORTESÍA
-Una de las mayores presiones a las que se enfrentan los nuevos realizadores es que su película sea vista por el mayor número de espectadores. ¿Cómo se les puede convencer de lo importante de hacer del oficio una vía de expresión autoral?
-Para esto tengo una reflexión sencilla: ¿No es más apropiado hacer cine con características artísticas para llevar al espectador hacía experiencias distintas, que hacer un cine “comercial” que tampoco es seguro que sea tal? ¿A qué apostamos entonces?
Entre vueltas y proyectos
-El CNAC acaba de aprobar recursos para el desarrollo de su nuevo proyecto. ¿De qué se trata? ¿Qué puede adelantar de él?
-Es un proyecto apenas en construcción, una película que tenía pendiente. Su título es El animal más bello del mundo. Espero que sea una historia controversial, una metáfora de los temas que me ahora me interesan: las relaciones entre personajes rotos por dentro. Por ahora, comparto la sinopsis de trabajo: “Un drama sin risa, no obstante, una comedia con dolor; en un mundo amoral, sin lados, portátil y espontáneo, donde todo es lo que parece. Una historia que no trata del deseo sino del morbo; tampoco del amor sino de sus sustitutos. Contiene a un circo ambulante; a un hombre de poca fe, recio pero inútil; a una mujer hermosa y complicada, y a un ambiguo personaje que no es más sino un apetecible animal…”.
-¿Cómo le ha permeado en lo creativo el hecho de formar parte de la diáspora y, además, de haber regresado al país?
-El país, estando afuera, es un torbellino de nostalgias, resentimientos, ausencias y, a veces, de profunda frustración cuando, al fin, asumimos que fuimos derrotados como sociedad civil, por decir lo menos. Sin embargo, y por lo mismo, es también un caldo de cultivo para la creación. Qué duda cabe de que el cine que genera la diáspora tiene un impresionante vigor, en temáticas y nuevos lenguajes. No obstante, el nuevo cine realizado ahora en el país trae también sorpresas. Apenas llegando descubro obras tanto experimentales como más clásicas, mejor conceptualizadas y narradas. No tengo la menor duda: nuestro cine actual vive uno de los mejores momentos. Vaya usted a saber el por qué. Y sería mezquino no reconocer que, luego de un atroz desmantelamiento institucional, ahora el CNAC hace un esfuerzo por enmendar nuestra plataforma cinematográfica. Veremos entonces si nos conciliamos al fin, o seguimos, como decía Cabrujas, en el país del disimulo…
@juanchi62
-Una de las mayores presiones a las que se enfrentan los nuevos realizadores es que su película sea vista por el mayor número de espectadores. ¿Cómo se les puede convencer de lo importante de hacer del oficio una vía de expresión autoral?
-Para esto tengo una reflexión sencilla: ¿No es más apropiado hacer cine con características artísticas para llevar al espectador hacía experiencias distintas, que hacer un cine “comercial” que tampoco es seguro que sea tal? ¿A qué apostamos entonces?
Entre vueltas y proyectos
-El CNAC acaba de aprobar recursos para el desarrollo de su nuevo proyecto. ¿De qué se trata? ¿Qué puede adelantar de él?
-Es un proyecto apenas en construcción, una película que tenía pendiente. Su título es El animal más bello del mundo. Espero que sea una historia controversial, una metáfora de los temas que me ahora me interesan: las relaciones entre personajes rotos por dentro. Por ahora, comparto la sinopsis de trabajo: “Un drama sin risa, no obstante, una comedia con dolor; en un mundo amoral, sin lados, portátil y espontáneo, donde todo es lo que parece. Una historia que no trata del deseo sino del morbo; tampoco del amor sino de sus sustitutos. Contiene a un circo ambulante; a un hombre de poca fe, recio pero inútil; a una mujer hermosa y complicada, y a un ambiguo personaje que no es más sino un apetecible animal…”.
-¿Cómo le ha permeado en lo creativo el hecho de formar parte de la diáspora y, además, de haber regresado al país?
-El país, estando afuera, es un torbellino de nostalgias, resentimientos, ausencias y, a veces, de profunda frustración cuando, al fin, asumimos que fuimos derrotados como sociedad civil, por decir lo menos. Sin embargo, y por lo mismo, es también un caldo de cultivo para la creación. Qué duda cabe de que el cine que genera la diáspora tiene un impresionante vigor, en temáticas y nuevos lenguajes. No obstante, el nuevo cine realizado ahora en el país trae también sorpresas. Apenas llegando descubro obras tanto experimentales como más clásicas, mejor conceptualizadas y narradas. No tengo la menor duda: nuestro cine actual vive uno de los mejores momentos. Vaya usted a saber el por qué. Y sería mezquino no reconocer que, luego de un atroz desmantelamiento institucional, ahora el CNAC hace un esfuerzo por enmendar nuestra plataforma cinematográfica. Veremos entonces si nos conciliamos al fin, o seguimos, como decía Cabrujas, en el país del disimulo…
@juanchi62
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