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Gerardo Rosales: “Uso el ornamento para enfrentar al espectador a situaciones inesperadas”

El artista venezolano, residenciado en Houston, expone hasta el 6 de noviembre en Carmen Araujo Arte, de Hacienda La Trinidad Parque Cultural, la muestra "Ornamento y delito"

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

30/10/2022 01:00 am

Hasta el 6 de noviembre se puede apreciar en Carmen Araujo Arte, de Hacienda La Trinidad Parque Cultural, la exposición Ornamento y delito, del artista multidisciplinario Gerardo Rosales (Caracas, 1967), quien desde hace 19 años vive en Houston, Texas. Pero en su caso, hacer vida en otro país no significa desprenderse emocional y racionalmente de Venezuela. En sus obras siempre hay lugar para reflexionar sobre los problemas que asedian a los venezolanos, los de adentro y los de afuera.

Ornamento y delito tiene mucho de eso. Remite a las galas familiares, a las mesas dispuestas en casa para las grandes ocasiones, para Navidad y Año Nuevo, pero solo en la superficie. Son mesas que Rosales sirve con la manifiesta intención de que aquellos que serán sus comensales, no olviden que más allá, la realidad es nada placentera. Mucho menos sibarita.

Valga a un solo detalle: las servilletas de lino, delicadas y lujosas, símbolos de refinamiento, de altura social, cuando son traspasadas por el arte de Gerardo Rosales trasladan a quien las observa, sin atreverse a usarlas, al genocidio contra los habitantes primigenios. Hay que tragar grueso...

Sobre lo que presenta el artista en Carmen Araujo Arte, ha escrito el investigador y curador Manuel Vásquez Ortega: “A través de elementos como manteles de mesa e individuales de tela, campanas y figuras cerámicas, el relato de Rosales se hace a partir de figuraciones fantásticas que generan cuestionamientos poscoloniales sobre una sociedad de identidad propia, pero aun así sometida a códigos económicos, políticos y culturales impuestos por la colonización y la modernidad”.
 
Desde Houston, el artista revela a El Universal las claves de Ornamento y delito.

-¿De dónde surge su interés por convertir objetos ornamentales en parte de un discurso que parece ir en contra de todo adorno?
-Siempre he tenido interés por los objetos ornamentados que se usan para adornar el espacio doméstico. Encuentro en estos objetos historias y revelaciones del gusto personal del que los usa. Parte de los objetos textiles que seleccioné para intervenir plásticamente, fueron adquiridos en tiendas frecuentadas por un sector social privilegiado en la ciudad donde vivo, Houston. De manera que, a través de servilletas de lino y manteles de mesa, ornamentados con una tradición asociada a un legado del diseño europeo, me propuse cambiar su narrativa y aspecto original.

Y prosigue: “Mi intención fue infiltrar un imaginario asociado a las dificultades que enfrentan inmigrantes y desplazados que huyen de forma precaria de la violencia y de las dificultades económicas de sus países de orígenes, buscando la ilusión de una vida mejor en países como Estados Unidos, entre otros”.

-En su propuesta, ¿a qué corresponde el ornamento y a qué el delito?
-Durante mis años de formación en la escuela de arte en Caracas (el Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas “Armando Reverón”), siempre tuve la percepción de que el ornamento era un elemento superficial e innecesario en el desarrollo de la obra plástica. Era una especie de delito, algo de lo que se debería prescindir. Sentía que era una posición asociada al legado del modernismo europeo. A pesar de esta percepción, tenía interés en explorar aspectos de las composiciones abigarradas de color y formas intrincadas, propias de la cultura popular venezolana, las cuales eran vistas como artes menores. En este sentido y desde la nostalgia de una Venezuela donde crecí, quise usar como estrategia el ornamento para denunciar el desequilibrio que existe entre el desposeído y el privilegiado, para así abrir un diálogo y dejar una pregunta abierta sobre las responsabilidades sociales.

-¿Es la belleza, o la placidez de lo ornamental, una vía para confrontar al espectador con realidades duras como la violencia, la guerra, la identidad perdida, la destrucción del medio ambiente?
-El ornamento es un elemento que se usa con la intención de embellecer y proveer de un orden o balance especial a un objeto o persona. En mi lenguaje visual uso el ornamento para atraer al espectador y enfrentarlo a situaciones inesperadas. Es un juego visual que me permite contar mis historias en diferentes ritmos. Es decir, el espectador va descubriendo a través de la filigrana situaciones sociales difíciles, pero a la vez descubre patrones y colores que celebran la acción creadora. Mi propuesta es una experiencia agridulce, celebratoria y acusadora, como la vida misma.

 

-¿Cómo vincula Gerardo Rosales objeto y contenido (mantel y discriminación, por ejemplo)?
-El mantel como lo recuerdo se usa para vestir la mesa del comedor. Es un objeto que en ocasiones especiales se expone con orgullo, como el que lleva las mejores galas. En los hogares más privilegiados se pueden conseguir manteles con diseños y confecciones sofisticadas y exclusivas, y esto lo relaciono yo con el poder, lo asocio con el grupo social que toma las grandes decisiones que impactan a una sociedad. En este contexto, el mantel se convierte para mí en un testigo inerte de las dinámicas de poder social. Le doy al mantel el rol de contar historias, vistas y oídas, de la relación del dominador con el subordinado.

Son muchos los manteles, servilletas, saleros y pimenteros con los que Gerardo Rosales se topará en el futuro, y mucha será la tentación de volcar sobre estos objetos la crueldad que percibe en su entorno. Por lo pronto, está participando en la Feria de Arte “Untitled Art”, de Miami; el 28 de noviembre se verán sus trabajos en la muestra Sustrato hilaza, en Cerquone Gallery Caracas, y para 2023 trabaja ya en una obra de arte público para Buffalo Bayou Partnership, organización ubicada en Houston, y en una individual para la galería Bill Arning Exhibitions, de la misma ciudad.
@juanchi62
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