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Samuel Rotter Bechar: “Escribo para sanar el dolor de perder a mi país”

Radicado en Madrid desde 2017, la primera novela del escritor venezolano retrata los efectos psicológicos de la migración

  • MARITZA JIMÉNEZ

14/08/2022 05:00 am

El tema de la migración venezolana se ha abordado literariamente desde muchos puntos de vista. Pero en su primera novela, Nada nos pertenece, Samuel Rotter Bechar quiso tratarlo desde el efecto psicológico que ha tenido en las jóvenes generaciones “que se han sentido despojadas de un futuro, al tener que abandonar el país por la situación política o económica, forzadas a cometer extremos, muertos en manifestaciones o víctimas de una delincuencia sin sentido”.

Nieto de polacos que salieron a Francia y luego llegaron a Sudamérica, la migración es una constante en la vida y obra de Rotter Bechar (Caracas, 1995). Empezó a escribir desde los 16 años y es autor de dos obras de teatro y ensayos sobre Guillermo Meneses y Friedrich Nietzsche. Además, ha trabajado como editor literario y escritor en Washington D.C.

-¿Cuál fue la motivación de esta novela?
-He querido ser escritor desde los dieciséis años. Tras novelas fallidas en la adolescencia, comencé a escribir ésta en los últimos años de mi carrera universitaria para sanar, de alguna manera, el dolor de haber perdido el país en el que crecí. La escritura era, y sigue siendo, una actividad terapéutica para mí. Además, quería dejar constancia a futuro del daño que tanto mis allegados y yo estábamos padeciendo por un sistema distópico plagado de violencia. El luto ha sido el fuego de esta novela, y la misión de la misma ha sido ayudar a sanar a quien sea que la lea y se pueda sentir identificado.

Desde 2017, el autor vive en Madrid, donde mantiene una productora de cine y teatro en la que “todos hacen de todo”, con la que ha llevado a escena sus dramas Claridad, tragicomedia sobre un venezolano que llega a Madrid, y Después del holocausto, la historia de sus abuelos, que en breve presentará en Miami.

Nada nos pertenece -ha dicho- es “una aventura psicológica que habla un poco de lo que nos ha tocado vivir a muchos venezolanos, y un poco cómo se ha ido deformando nuestra psique al separarnos de nuestras familias y vivir situaciones que nunca nos imaginamos”.

Pero, a la vez, ha querido “ofrecer un consuelo a las personas que tal vez puedan sentirse perturbadas por esto y que en este momento podrían estar viviendo situaciones de ansiedad o depresión”.

-Está dedicada a su mejor amigo.
-Sí, murió a una edad muy temprana. A veces la vida es así, y el dolor puede ser insoportable. Sin embargo, la novela aborda la pérdida con la intención de aprender a vivir con ella, y reiterar una vez más la idea de que es el amor el que nos da propósito en este mundo, aunque éste siempre acabe en luto.

Política, migración, tragedia, forman parte de su obra, pero su objetivo no es pesimista. “Lo que he querido resaltar es que no estamos solos en esta experiencia, que se puede crear y dialogar, que ese trauma no nos tiene por qué detener, que podemos rehacer nuestras vidas, y que al final la vida sí vale la pena”, agrega.

La novela no responde a ninguna preceptiva o esquemas, ni llega a conclusiones finales. En ella, su autor, dando muestras de un hábil manejo de la prosa, juega con tiempo y personajes, en una apuesta por la libertad del género.

“Creo que la novela debería de ser radicalmente libre, sin miedo a la experimentación ni a la innovación. La definición de novela es cada vez más difusa, y soy un gran simpatizante de escritores que buscan expandir los límites de la literatura. En cuanto a mi novela, el tema de la madurez está muy presente en el contraste de sus tres partes. La primera y segunda operan dentro una realidad universitaria, de ideales, pasión y expectativas, y la tercera, escrita dentro del universo del libro casi diez años más tarde, aborda las decepciones y disfuncionalidades del mundo laboral contemporáneo; con sus sueños rotos, frustraciones y nostalgias por tiempos menos ansiosos”.

-¿Por qué se marcha de Venezuela?
-Como muchos venezolanos de mi generación, nací y crecí en una Venezuela muy turbulenta e inestable. Si soy honesto, el factor determinante para mí fue el tema de la inseguridad. Yo estaba dispuesto a lidiar con la inestabilidad política y económica, pero cuando amigos a tu alrededor están sufriendo secuestros, o siendo asesinados, ya la decisión es una cuestión de supervivencia.

-¿Fue difícil adaptarse a vivir en Madrid?
-La adaptación a un país siempre es difícil. Y en el caso de España, a pesar de compartir el mismo idioma, hay un choque cultural muy fuerte que hasta el día de hoy sigo sintiendo. Pero creo que toda sociedad es susceptible a la discriminación y la xenofobia. Afortunadamente también he tenido la suerte de conocer a gente extraordinaria que compensa todo lo demás. La gran ventaja de Madrid es que cada año se vuelve más internacional, lo cual te permite relacionarte con otros inmigrantes de todas partes del mundo.

Nada nos pertenece, una edición del sello Oscar Todtmann, se encuentra en la librerías Tecniciencia, El Buscón y Kálathos, o por pedidos en Amazon.com. “La edición venezolana es la que más me ha gustado, con esa foto de portada de Juan Andrés Blanco, quien se dedicó varios años a documentar la vida de los pueblos del litoral central”, concluye el autor.
@weykapu



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