La Filarmónica de Berlín pone fin este domingo con un concierto al aire libre a una era, con la despedida de Simon Rattle, su director durante los últimos dieciséis años en los que amplió el repertorio de la orquesta, además de impulsar diversos programas de educación musical en la capital alemana.
Rattle, nacido en Liverpool (Reino Unido) en 1955, llegó a Berlín en 2002 para suceder al italiano Claudio Abbado al frente de una orquesta considerada como una de las mejores del mundo en lo que a música clásica se refiere.
Antes, Rattle había estado como director invitado de la filarmónica en 58 ocasiones, por lo que era un viejo conocido de la mayoría de los músicos, que lo eligieron para suceder a Abbado.
La primera vez que Rattle estuvo al frente de la Filarmónica fue en noviembre de 1987, cuando dirigió la quinta sinfonía de Mahler.
En su debut como director titular en 2002, en el programa estaba la sexta sinfonía de Mahler.
Cuando Rattle fue elegido para suceder a Abbado se consideraba que su misión era llevar a la orquesta al siglo XXI, conducirla más allá del repertorio clásico y hacer que los compositores de vanguardia aparecieran con más frecuencia en los programas habituales de conciertos.
Respondiendo a ese objetivo, durante los dieciséis años de su gestión en Berlín, Rattle estrenó 40 obras de 31 compositores contemporáneos y logró acercar a la gente a músicos como Helmut Lachenmann que, según el diario "Berliner Morgenpost", antes llevaba a que el público abandonase en masa las salas de conciertos.
Rattle introdujo en los programas de la orquesta una serie de conciertos que llamaba las "Tapas" musicales, en las que se interpretaban obras cortas de compositores contemporáneos con el propósito de abrir el apetito.
Todo ello implicó una pequeña revolución en la Filarmónica que bajo sus directores anteriores, Abbado y el legendario Herbert von Karajan, se había concentrado en perfeccionar con virtuosismo el repertorio habitual de la orquesta.
La revolución, al menos en un principio, no fue del agrado de todos. Los críticos más conservadores veían en programas como las "Tapas" cierta banalidad más propia del marketing que de la música.
Otros extrañaban que en los programas habituales aparecieran con poca frecuencia las tres grandes B (Beethoven, Brahms y Brückner), que durante años habían sido las señas de identidad por excelencia de la Filarmónica.
La crítica más dura era que con Rattle se estaba perdiendo habitual el sonido característico de la Filarmónica.
Ahora, a un día de su retirada en el concierto al aire libre, muchos recuerdan que no todo en la era Rattle fue positivo, pero casi unánimemente se le reconocen sus interpretaciones de Bach o de Jan Sibelius, así como su infatigable actividad, que lo llevó a ofrecer 1.100 conciertos durante su gestión.
Además, hay consenso acerca de la importancia de sus esfuerzos educativos. Al menos una vez al año dirigía una orquesta escolar y puso a los músicos, que antes eran una especie de semidioses inalcanzables, a hablar con la gente y a explicar lo que hacían.
Mañana, en el Waldbühne, en su concierto de despedida Rattle dirigirá obras de fácil acceso al gran público, de compositores como George Gershwinn o Gabriel Fove, otro de los rostros, al lado de su interés por impulsar la vanguardia, que mostró el director británico durante su estancia en Berlín.
Su sucesor será el ruso Kyrill Petrenko, que llegará con la misión de consolidar el repertorio ampliado por Rattle.
Los músicos, al elegirlo, escogieron a alguien completamente distinto a Rattle, como si quisieran un poco de calma tras dieciséis años de revolución permanente
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