Alfredo Chacón: “Las instituciones culturales del Estado prácticamente han dejado de existir”
Autor de una reconocida producción poética, su voz ha acompañado el devenir de nuestra cultura desde los años 60
Como poeta, ensayista y crítico literario, Alfredo Chacón ha sido una referencia ineludible en nuestro panorama cultural desde fines de los años 60, cuando da a conocer Saloma, su primer poemario, con el que destaca en aquel panorama señalado por la turbulencia política y las búsquedas de la contemporaneidad en el decir artístico y literario.
Padre de dos reconocidas figuras del arte y la comunicación: el compositor y cantante OneChot y la periodista Carla Tofano, nació en San Fernando de Apure en 1937, pero su infancia transcurrió en Puerto Páez, “un caserío disperso situado a la orilla del río Meta, muy cerca de su desembocadura en el Orinoco y separado por un islote de Puerto Carreño, el pueblo adonde mi padre iba todos los días en su pequeña embarcación con motor fuera de borda a ejercer las funciones de cónsul de Venezuela en Colombia”.
“De esa infancia recuerdo escenas, unas instantáneas y otras acontecidas, con mis padres, Benito y Emma, y mi pequeña hermana Alesia; con la entrañable pareja de caraqueños formada por Miguelina y Rafael Silva; con personajes del lugar, como Eduarda, la vieja mulata y flaca que ahumaba contra los parásitos a las matas de mi mamá con un cigarro que mantenía con la candela pa' dentro; con la pareja de parientes de los Silva constituida por el viejo Ortega y Doña Erminia; con la tienda de mercancías secas que funcionaba en Puerto Carreño, donde mi padre adquiría las cosas que no había en Puerto Páez, entre ellas los regalos del Niño Jesús, y de tanto en tanto bebía el refresco más delicioso del mundo y del color rojo más cristalino que se pueda imaginar”, cuenta.
“Pero sobre todo, más que recuerdos, de esa infancia tengo marcas que siempre he sentido como decisivas de mi humanidad: el amoroso nido familiar, la vivacidad del habla cotidiana que en todo momento me envolvía, la vida en el cercano hato de unos amigos de mis padres donde teníamos que refugiarnos cuando nuestro caserío se inundaba, y la magnificencia de unos espacios naturales en los que se vivía durante el verano lo llano de una tierra sin fin y durante el invierno la infinitud del agua que se apoderaba de ella, y que cuando la andábamos en curiara nos permitía tocar la copa de unos árboles que en verano eran gigantescos, inalcanzables”.
Egresado de la Escuela de Sociología y Antropología en la UCV, de la que más adelante habría de ser director, y del Instituto de Etnología de la Universidad de París, fue igualmente director de la Fundación Centro de Estudios Literarios de América Latina Rómulo Gallegos (Celarg), el Instituto Armando Reverón y la Fundación Biblioteca Ayacucho.
En sus haberes incluye los poemarios Materia bruta (1969), Principio continuo (1982); Actos personales (1986); Acta del presagio (1986); Decir como es deseado (1990); Palabras asaltantes (1992); Por decir así (2003, 2013); Y todo lo demás (2005), así como premios de las bienales literarias José Rafal Pocaterra (1980) a su ensayo Curiepe, y Mariano Picón Salas.
-En los años 60 se le vincula con el grupo llamado “Los Esdrújulos” en la poesía venezolana.
-En esos años se marcaron fuertemente los desacuerdos entre las opciones estéticas asumidas por los poetas que, en su mayoría, comenzaban a publicar. La mayor parte de estos conjuntos de personas, que incluían también a narradores y artistas plásticos, asumieron rotundamente el carácter de grupos literarios: Sardio, Tabla Redonda, El Techo de la Ballena, Apocalipsis, 40 Grados a la Sombra, Trópico Uno, En HAA, Intento, Lam, entre otros”.
“Las personas con las cuales compartí mis mayores afinidades poéticas y cercanías personales fueron el narrador Oswaldo Trejo, el poeta y ensayista Alfredo Silva Estrada, la poeta Ida Gramcko, la poeta y dramaturga Elizabeth Shön, la narradora y poeta Antonia Palacios, la artista plástica Elsa Gramcko, el poeta y crítico de arte Roberto Guevara y la danzarina Sonia Sanoja. Estas personas, connotadas por nuestros concurrentes como “Los Herméticos” de la nueva poesía, nunca constituimos ni quisimos instituir un grupo literario. Sin embargo, de manera informal, y no públicamente, sino en los corrillos, se nos atribuyeron ciertos nombres supuestamente grupales de los cuales llegué a tener noticia bastante tiempo después de finalizada la década. Uno de ellos fue “Los Unánimes”. Ahora me entero de que también fuimos llamados “Los Esdrújulos”, agrega.
-A su regreso de Francia fue de los primeros en teorizar sobre el arte popular y las tradiciones mágico-religiosas de Venezuela.
-Las creencias y prácticas mágico-religiosas fueron el centro de mi interés como antropólogo en ciernes por los modos más hondamente tradicionales de ser venezolanos. Apenas regresado al país, e incorporado como profesor en la Escuela de Sociología y Antropología de la UCV, presenté el proyecto de investigación que, después de unos cuantos años de trabajo, primero de campo y luego de gabinete, terminó siendo mi tesis doctoral y el libro Curiepe.
Producto de ese interés, resultan sus conversaciones con ensalmadores y curanderos de Barlovento, publicadas en la revista CAL, dirigida por Guillermo Meneses; una introducción al estudio del comercio de elementos mágico-religiosos que se instalaba en la iglesia de Santa Teresa en la Semana Santa, publicado en la revista de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la UCV, y los libros Poblaciones y culturas negras de Venezuela, “y, por sobre todo, Curiepe”.
-Otro trabajo con el que marca pauta es su ensayo sobre la literatura de los 60.
-En realidad no es un ensayo sobre la literatura venezolana de los años sesenta, sino sobre la izquierda cultural de esos años, y a la vez una antología de textos expresivos de la visión que sus principales exponentes tenían de la sociedad, la cultura, la literatura y las artes venezolanas de la década. Su título es La izquierda cultural venezolana 1958-1968. Ensayo y Antología, publicado por la Editorial Domingo Fuentes en 1971, y desde hace ya un cierto tiempo está por ser reeditado en la Fundación de Cultura Urbana.
-Hay un silencio editorial entre Materia bruta (1969), y Principio continuo (1982). ¿A qué se debió?
-Entre Materia bruta y Principio continuo (una pequeña antología de mi poesía hasta 1976) hay dos diferentes silencios: el señalado en la pregunta duró doce años y tuvo que ver con la publicación de poemas; y el correspondiente a la escritura misma de poemas, que se extendió solamente de 1969 a 1975, pues los últimos poemas que aparecen en dicha antología son los que irían a formar la primera parte de Actos personales, escrito entre 1976 y 1979, aunque publicado en 1986. Pero sí, hubo un silencio. Recuerdo que en la oportunidad de responder una encuesta entre los jóvenes poetas realizada por la valenciana revista Poesía, despaché el asunto en los siguientes términos: he pasado unos cinco años sin escribir poemas, porque los que quiero escribir no me salen, y los que me salen no me convencen.
-Ha cultivado igualmente la poesía y la crítica, ¿cuál es, a su juicio, la relación entre ambas disciplinas?
-El espíritu crítico no es solamente afín al ejercicio ocupacional de la poesía, es esencial tanto a la creación poética misma como a la autenticidad de la cultura poética en tanto que dimensión de la vida social. Esa clase de disposición crítica ha sido siempre para mí un valor irrenunciable en la relación con el quehacer de los poetas que se me van cruzando en el camino, especialmente los que me son contemporáneos. Siempre me ha gustado ocuparme de lo que voy estimando más valioso entre las nuevas publicaciones, y eso he tratado de hacer desde 1959. Lo que pudiera llamarse la primera parte del trabajo que en tal sentido he realizado hasta el presente, expuesta primero en publicaciones periódicas, ha formado parte de algunas de mis recopilaciones ensayísticas; y una parte más reciente, o menos antigua, dio lugar al volumen independiente La voz y la palabra (Lecturas de poesía venezolana: 1988-1998), publicado por la Universidad Cecilio Acosta de Maracaibo.
-¿Cuál es su visión hoy en día del panorama cultural del país?
-El panorama cultural venezolano constituye la parte correspondiente a la cultura intelectual de un país sometido durante más de veinte años a un proceso continuo de demolición. Las instituciones culturales del Estado prácticamente han dejado de existir. Sobreviven las vocaciones individuales y grupales que no han sido echadas del territorio nacional o que no han sido privadas de los recursos mínimos para mantenerse en pie.
@weykapu
Padre de dos reconocidas figuras del arte y la comunicación: el compositor y cantante OneChot y la periodista Carla Tofano, nació en San Fernando de Apure en 1937, pero su infancia transcurrió en Puerto Páez, “un caserío disperso situado a la orilla del río Meta, muy cerca de su desembocadura en el Orinoco y separado por un islote de Puerto Carreño, el pueblo adonde mi padre iba todos los días en su pequeña embarcación con motor fuera de borda a ejercer las funciones de cónsul de Venezuela en Colombia”.
“De esa infancia recuerdo escenas, unas instantáneas y otras acontecidas, con mis padres, Benito y Emma, y mi pequeña hermana Alesia; con la entrañable pareja de caraqueños formada por Miguelina y Rafael Silva; con personajes del lugar, como Eduarda, la vieja mulata y flaca que ahumaba contra los parásitos a las matas de mi mamá con un cigarro que mantenía con la candela pa' dentro; con la pareja de parientes de los Silva constituida por el viejo Ortega y Doña Erminia; con la tienda de mercancías secas que funcionaba en Puerto Carreño, donde mi padre adquiría las cosas que no había en Puerto Páez, entre ellas los regalos del Niño Jesús, y de tanto en tanto bebía el refresco más delicioso del mundo y del color rojo más cristalino que se pueda imaginar”, cuenta.
“Pero sobre todo, más que recuerdos, de esa infancia tengo marcas que siempre he sentido como decisivas de mi humanidad: el amoroso nido familiar, la vivacidad del habla cotidiana que en todo momento me envolvía, la vida en el cercano hato de unos amigos de mis padres donde teníamos que refugiarnos cuando nuestro caserío se inundaba, y la magnificencia de unos espacios naturales en los que se vivía durante el verano lo llano de una tierra sin fin y durante el invierno la infinitud del agua que se apoderaba de ella, y que cuando la andábamos en curiara nos permitía tocar la copa de unos árboles que en verano eran gigantescos, inalcanzables”.
Egresado de la Escuela de Sociología y Antropología en la UCV, de la que más adelante habría de ser director, y del Instituto de Etnología de la Universidad de París, fue igualmente director de la Fundación Centro de Estudios Literarios de América Latina Rómulo Gallegos (Celarg), el Instituto Armando Reverón y la Fundación Biblioteca Ayacucho.
En sus haberes incluye los poemarios Materia bruta (1969), Principio continuo (1982); Actos personales (1986); Acta del presagio (1986); Decir como es deseado (1990); Palabras asaltantes (1992); Por decir así (2003, 2013); Y todo lo demás (2005), así como premios de las bienales literarias José Rafal Pocaterra (1980) a su ensayo Curiepe, y Mariano Picón Salas.
-En los años 60 se le vincula con el grupo llamado “Los Esdrújulos” en la poesía venezolana.
-En esos años se marcaron fuertemente los desacuerdos entre las opciones estéticas asumidas por los poetas que, en su mayoría, comenzaban a publicar. La mayor parte de estos conjuntos de personas, que incluían también a narradores y artistas plásticos, asumieron rotundamente el carácter de grupos literarios: Sardio, Tabla Redonda, El Techo de la Ballena, Apocalipsis, 40 Grados a la Sombra, Trópico Uno, En HAA, Intento, Lam, entre otros”.
“Las personas con las cuales compartí mis mayores afinidades poéticas y cercanías personales fueron el narrador Oswaldo Trejo, el poeta y ensayista Alfredo Silva Estrada, la poeta Ida Gramcko, la poeta y dramaturga Elizabeth Shön, la narradora y poeta Antonia Palacios, la artista plástica Elsa Gramcko, el poeta y crítico de arte Roberto Guevara y la danzarina Sonia Sanoja. Estas personas, connotadas por nuestros concurrentes como “Los Herméticos” de la nueva poesía, nunca constituimos ni quisimos instituir un grupo literario. Sin embargo, de manera informal, y no públicamente, sino en los corrillos, se nos atribuyeron ciertos nombres supuestamente grupales de los cuales llegué a tener noticia bastante tiempo después de finalizada la década. Uno de ellos fue “Los Unánimes”. Ahora me entero de que también fuimos llamados “Los Esdrújulos”, agrega.
-A su regreso de Francia fue de los primeros en teorizar sobre el arte popular y las tradiciones mágico-religiosas de Venezuela.
-Las creencias y prácticas mágico-religiosas fueron el centro de mi interés como antropólogo en ciernes por los modos más hondamente tradicionales de ser venezolanos. Apenas regresado al país, e incorporado como profesor en la Escuela de Sociología y Antropología de la UCV, presenté el proyecto de investigación que, después de unos cuantos años de trabajo, primero de campo y luego de gabinete, terminó siendo mi tesis doctoral y el libro Curiepe.
Producto de ese interés, resultan sus conversaciones con ensalmadores y curanderos de Barlovento, publicadas en la revista CAL, dirigida por Guillermo Meneses; una introducción al estudio del comercio de elementos mágico-religiosos que se instalaba en la iglesia de Santa Teresa en la Semana Santa, publicado en la revista de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la UCV, y los libros Poblaciones y culturas negras de Venezuela, “y, por sobre todo, Curiepe”.
-Otro trabajo con el que marca pauta es su ensayo sobre la literatura de los 60.
-En realidad no es un ensayo sobre la literatura venezolana de los años sesenta, sino sobre la izquierda cultural de esos años, y a la vez una antología de textos expresivos de la visión que sus principales exponentes tenían de la sociedad, la cultura, la literatura y las artes venezolanas de la década. Su título es La izquierda cultural venezolana 1958-1968. Ensayo y Antología, publicado por la Editorial Domingo Fuentes en 1971, y desde hace ya un cierto tiempo está por ser reeditado en la Fundación de Cultura Urbana.
-Hay un silencio editorial entre Materia bruta (1969), y Principio continuo (1982). ¿A qué se debió?
-Entre Materia bruta y Principio continuo (una pequeña antología de mi poesía hasta 1976) hay dos diferentes silencios: el señalado en la pregunta duró doce años y tuvo que ver con la publicación de poemas; y el correspondiente a la escritura misma de poemas, que se extendió solamente de 1969 a 1975, pues los últimos poemas que aparecen en dicha antología son los que irían a formar la primera parte de Actos personales, escrito entre 1976 y 1979, aunque publicado en 1986. Pero sí, hubo un silencio. Recuerdo que en la oportunidad de responder una encuesta entre los jóvenes poetas realizada por la valenciana revista Poesía, despaché el asunto en los siguientes términos: he pasado unos cinco años sin escribir poemas, porque los que quiero escribir no me salen, y los que me salen no me convencen.
-Ha cultivado igualmente la poesía y la crítica, ¿cuál es, a su juicio, la relación entre ambas disciplinas?
-El espíritu crítico no es solamente afín al ejercicio ocupacional de la poesía, es esencial tanto a la creación poética misma como a la autenticidad de la cultura poética en tanto que dimensión de la vida social. Esa clase de disposición crítica ha sido siempre para mí un valor irrenunciable en la relación con el quehacer de los poetas que se me van cruzando en el camino, especialmente los que me son contemporáneos. Siempre me ha gustado ocuparme de lo que voy estimando más valioso entre las nuevas publicaciones, y eso he tratado de hacer desde 1959. Lo que pudiera llamarse la primera parte del trabajo que en tal sentido he realizado hasta el presente, expuesta primero en publicaciones periódicas, ha formado parte de algunas de mis recopilaciones ensayísticas; y una parte más reciente, o menos antigua, dio lugar al volumen independiente La voz y la palabra (Lecturas de poesía venezolana: 1988-1998), publicado por la Universidad Cecilio Acosta de Maracaibo.
-¿Cuál es su visión hoy en día del panorama cultural del país?
-El panorama cultural venezolano constituye la parte correspondiente a la cultura intelectual de un país sometido durante más de veinte años a un proceso continuo de demolición. Las instituciones culturales del Estado prácticamente han dejado de existir. Sobreviven las vocaciones individuales y grupales que no han sido echadas del territorio nacional o que no han sido privadas de los recursos mínimos para mantenerse en pie.
@weykapu
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