Alejandro Bellame Palacios: “Quiero volver a una Venezuela donde haya estado de derecho”
El cineasta venezolano, residenciado en Italia, estrena hoy en el país su tercer largometraje “Dirección opuesta”, basado en la novela “Blue Level/Etiqueta azul”, de Eduardo Sánchez Rugeles
La gran virtud de un libro como Blue Level/Etiqueta azul, de Eduardo Sánchez Rugeles (Caracas, 1977), fue su pertinencia al trasladar a la literatura las voces de una generación a la que pocas veces se le ha dado voz. Llámenlos Millenials o Generación Z, tales categorizaciones familiares, sociales e históricas poco o nada dicen de las emociones por las que atraviesan el alma y los pensamientos de los jóvenes menores de 40 años, sobre todo en un realidad tan compleja como la venezolana.
Más allá de los memes creados a partir de una frase como “me quiero ir demasiado”, la obra de Sánchez Rugeles, galardonada con el Premio Iberoamericano de Novela Arturo Uslar Pietri en 2010, es una mirilla por la que muchos lectores adultos pudimos comenzar a entender por qué en un país que se enorgullecía de ser “joven”, su juventud comenzó a huir, a irse. Desde cada individualidad, tal decisión de vida ha obedecido al descomunal proceso de desintegración social, política, económica y ética que vive Venezuela desde hace más de dos décadas. Digámoslo directamente: el país de las oportunidades dejó de serlo para dar paso a un país de sobrevivientes. Este no es un país para jóvenes…
Ahora, Blue Level/Etiqueta azul se presenta para su relectura en un medio distinto a la literatura, pero intrínsecamente relacionado con ésta: el cine. Hoy se estrena en la cartelera local la película Dirección opuesta, adaptación de la novela de Sánchez Rugeles dirigida por Alejandro Bellame Palacios, un cineasta que desde su cortometraje Fosa común (1998) y hasta su segundo largometraje El rumor de las piedras (2011) ha mostrado una enorme sensibilidad por contar historias de los muchos olvidados de nuestra sociedad. Desde el país donde reside actualmente, Italia, sigue de cerca el comportamiento del público ante su obra.
-¿Qué conexión personal estableció con la novela Blue Level/Etiqueta azul que lo llevó a querer adaptarla al cine?
-Recuerdo que cuando estaba leyendo la novela, percibía en ella una cualidad cinematográfica, una naturaleza cinematográfica en la narrativa de Sánchez Rugeles, que me llamó mucho la atención; es decir, en la medida en que iba leyendo la novela podía verla, aunque hay muchos pasajes de reflexión, de posturas, pero de alguna manera era muy visual, sobre todo muy visual en la construcción de los personajes. Lo que me llamó la atención es que esos personajes que me causaban rechazo en ciertos momentos, después se volvían entrañables, y eso es muy valioso en la narrativa, pero también en el cine.
“Otro aspecto que me atrapó -prosigue Bellame Palacios- fue la pertinencia temática, con el tema de la diáspora en sus momentos incipientes, cuando todavía no se producía este fenómeno social de los siete millones de personas que se han ido del país, sobre todo en las capas más jóvenes de la población cuando se comenzaba a escuchar la necesidad y las ganas de irse, de escapar. Me pareció que la novela era temáticamente muy pertinente con lo que estábamos viviendo y emocionalmente era muy afectiva y muy cercana esa historia de amor, de amistad, de nostalgia, vivida desde la memoria”.


Más allá de los memes creados a partir de una frase como “me quiero ir demasiado”, la obra de Sánchez Rugeles, galardonada con el Premio Iberoamericano de Novela Arturo Uslar Pietri en 2010, es una mirilla por la que muchos lectores adultos pudimos comenzar a entender por qué en un país que se enorgullecía de ser “joven”, su juventud comenzó a huir, a irse. Desde cada individualidad, tal decisión de vida ha obedecido al descomunal proceso de desintegración social, política, económica y ética que vive Venezuela desde hace más de dos décadas. Digámoslo directamente: el país de las oportunidades dejó de serlo para dar paso a un país de sobrevivientes. Este no es un país para jóvenes…
Ahora, Blue Level/Etiqueta azul se presenta para su relectura en un medio distinto a la literatura, pero intrínsecamente relacionado con ésta: el cine. Hoy se estrena en la cartelera local la película Dirección opuesta, adaptación de la novela de Sánchez Rugeles dirigida por Alejandro Bellame Palacios, un cineasta que desde su cortometraje Fosa común (1998) y hasta su segundo largometraje El rumor de las piedras (2011) ha mostrado una enorme sensibilidad por contar historias de los muchos olvidados de nuestra sociedad. Desde el país donde reside actualmente, Italia, sigue de cerca el comportamiento del público ante su obra.
-¿Qué conexión personal estableció con la novela Blue Level/Etiqueta azul que lo llevó a querer adaptarla al cine?
-Recuerdo que cuando estaba leyendo la novela, percibía en ella una cualidad cinematográfica, una naturaleza cinematográfica en la narrativa de Sánchez Rugeles, que me llamó mucho la atención; es decir, en la medida en que iba leyendo la novela podía verla, aunque hay muchos pasajes de reflexión, de posturas, pero de alguna manera era muy visual, sobre todo muy visual en la construcción de los personajes. Lo que me llamó la atención es que esos personajes que me causaban rechazo en ciertos momentos, después se volvían entrañables, y eso es muy valioso en la narrativa, pero también en el cine.
“Otro aspecto que me atrapó -prosigue Bellame Palacios- fue la pertinencia temática, con el tema de la diáspora en sus momentos incipientes, cuando todavía no se producía este fenómeno social de los siete millones de personas que se han ido del país, sobre todo en las capas más jóvenes de la población cuando se comenzaba a escuchar la necesidad y las ganas de irse, de escapar. Me pareció que la novela era temáticamente muy pertinente con lo que estábamos viviendo y emocionalmente era muy afectiva y muy cercana esa historia de amor, de amistad, de nostalgia, vivida desde la memoria”.

Dirección opuesta es también una trágica historia de amor entre Eugenia (Claudia Rojas) y Luis (Christian González) / CORTESÍA
Esta es la sinopsis de Dirección opuesta: “Eugenia, de 17 años, quiere irse de Venezuela, un país en caos y crisis general. Para obtener el ansiado pasaporte Europeo, ella va tras la pista de su desconocido abuelo italiano, en un viaje de 500 kilómetros por carretera, junto a Luis, un joven intrigante e inaccesible, con quien vive un efímero y trágico amor de juventud, sellado por la promesa de una cita en Roma, 13 años más tarde. Eugenia, ahora adulta, se debate entre cumplir o no aquella promesa. Una historia de la diáspora venezolana regada por el mundo. Una celebración de la memoria. Un viaje que explora la nostalgia, el desarraigo y la compleja e imprevisible búsqueda de la felicidad”.
-¿Qué decisiones tomaron usted y Sánchez Rugeles para traducir la novela a guion?
-El proceso fue muy largo y las decisiones muchísimas, así que es difícil recordarlas todas; lo primero que hicimos fue un acuerdo de caballeros en el que estábamos claros que lo que perseguíamos era hacer el mejor trabajo posible, y que no nos íbamos a guardar nada, pero tampoco íbamos a tener unos puntos de honor infranqueables; es decir, que pudiéramos lograr una discusión en la que, argumentando, lográramos llegar al consenso en ciertas ocasiones en que hubiera desacuerdo. La verdad es que los desacuerdos fueron pocos, porque fue un trabajo hecho con mucha generosidad y mucha paciencia. Esperábamos que las cosas se decantaran y era muy posible que una propuesta hecha por Eduardo que a mí no me gustara tanto, yo terminaba aceptándola después de un tiempo, y viceversa.
Cuenta el cineasta que uno de los aspectos acordados por él y el escritor fue que el viaje de Eugenia y Luis debía ser protagónico. “Darle ese carácter de road movie a la película era importante”, dice Bellame Palacios. Así mismo, fue imprescindible para ambos creadores entender que “la historia sucede en un plano temporal que en la novela apenas está dibujado y en la película quisimos darle una mayor presencia, una mayor fuerza a esa capa temporal de la Eugenia adulta que viaja a través de la memoria al momento en que hizo ese viaje por carretera junto a Luis. Si bien el grueso de la película es el viaje por carretera de la Eugenia de 17 años, a quien le está sucediendo la historia es a una Eugenia adulta, que se debate entre acudir o no a una cita y cumplir una promesa que hizo durante su experiencia en aquel viaje. Eso nos planteó un reto complicado en la estructura temporal del guion, que finalmente logramos resolver”, recuerda el director de cine.
-El proceso de producción del filme fue bastante prolongado. Diez años se tomó hacer Dirección opuesta. Con la película terminada, ¿qué reflexión hace de esa circunstancia?
-Hablamos de diez años desde que yo, después de haber leído la novela, comienzo a hablar con Sánchez Rugeles para hacer la adaptación. Toda película tiene un proceso de maceración; en el caso de Blue Level… había que hacer una adaptación, buscar el financiamiento, un coproductor… Es decir, cuando hablamos de diez años estamos hablando de todo ese proceso. Vale acotar que pasamos meses de espera para obtener un resultado del CNAC o un año de espera para conocer los resultados de Ibermedia. Es cierto que ya en 2014 comenzamos a hacer casting, pero la película se filmó en 2017 y estuvo lista en 2019; es decir, no fueron tantos años de producción. Y el problema para su estreno ha sido, precisamente, el tema de la pandemia. En cuanto a reflexión, sí, yo creo que es mucho el trabajo, mucho el tiempo vital que le dedicamos a los proyectos. Lo que me deja Dirección opuesta es una experiencia más de esa entrega que tenemos los creadores, y especialmente los cineastas, a nuestro trabajo. Dejamos, literalmente, la vida en ello. En cuanto al tiempo, creo que la salida es trabajar varios proyectos al mismo tiempo, y eso es lo que estoy haciendo.
-La protagonista de su película es una joven venezolana que termina emigrando a Italia. ¿Cuánto de Alejandro Bellame Palacios hay en este personaje?
-Uno como director, como creador, está en todos los personajes. Un poquito de uno está en cada uno de los personajes. Yo estoy en Italia, en parte, porque soy de origen italiano, mi padre era de este lugar, y mi madre es venezolana, caraqueña. En mí existe esa condición dividida, pero no es algo nuevo que haya sucedido por el fenómeno de la migración. Ya existía, y como yo, seguramente muchos venezolanos se sienten igual; es decir, tienen esa misma condición de tener, de alguna manera, el gentilicio venezolano muy arraigado, porque además yo nací en Venezuela, me eduqué en Venezuela, mis referencias son venezolanas, viví en Venezuela, mi esposa y mi hija son venezolanas, pero también tengo una parte de mí en este lugar, de donde vino mi padre.
Y agrega: “Yo creo que esa búsqueda que hace Eugenia, de manera muy inconsciente y, en su caso, oportunista, de encontrar a sus ancestros italianos para lograr el cometido de tener el pasaporte que la lleva a conocer esa otra parte de sus orígenes, pues tal vez en eso tenemos alguna coincidencia. El hecho de que a Eugenia la hayamos cambiado de Francia a Italia -en la novela se trata de Eugenia Blanc y sus ancestros son franceses-, lo hicimos por un tema de posibilidades de coproducción, aunque también privó el hecho de que yo me sintiera más cómodo y más cercano si la Eugenia del filme era italiana. Eugenia cae en Italia de un modo oportunista, pero yo no, yo lo hice más consciente, buscando esa otra parte que es mía, que me pertenece”.
Esta es la sinopsis de Dirección opuesta: “Eugenia, de 17 años, quiere irse de Venezuela, un país en caos y crisis general. Para obtener el ansiado pasaporte Europeo, ella va tras la pista de su desconocido abuelo italiano, en un viaje de 500 kilómetros por carretera, junto a Luis, un joven intrigante e inaccesible, con quien vive un efímero y trágico amor de juventud, sellado por la promesa de una cita en Roma, 13 años más tarde. Eugenia, ahora adulta, se debate entre cumplir o no aquella promesa. Una historia de la diáspora venezolana regada por el mundo. Una celebración de la memoria. Un viaje que explora la nostalgia, el desarraigo y la compleja e imprevisible búsqueda de la felicidad”.
-¿Qué decisiones tomaron usted y Sánchez Rugeles para traducir la novela a guion?
-El proceso fue muy largo y las decisiones muchísimas, así que es difícil recordarlas todas; lo primero que hicimos fue un acuerdo de caballeros en el que estábamos claros que lo que perseguíamos era hacer el mejor trabajo posible, y que no nos íbamos a guardar nada, pero tampoco íbamos a tener unos puntos de honor infranqueables; es decir, que pudiéramos lograr una discusión en la que, argumentando, lográramos llegar al consenso en ciertas ocasiones en que hubiera desacuerdo. La verdad es que los desacuerdos fueron pocos, porque fue un trabajo hecho con mucha generosidad y mucha paciencia. Esperábamos que las cosas se decantaran y era muy posible que una propuesta hecha por Eduardo que a mí no me gustara tanto, yo terminaba aceptándola después de un tiempo, y viceversa.
Cuenta el cineasta que uno de los aspectos acordados por él y el escritor fue que el viaje de Eugenia y Luis debía ser protagónico. “Darle ese carácter de road movie a la película era importante”, dice Bellame Palacios. Así mismo, fue imprescindible para ambos creadores entender que “la historia sucede en un plano temporal que en la novela apenas está dibujado y en la película quisimos darle una mayor presencia, una mayor fuerza a esa capa temporal de la Eugenia adulta que viaja a través de la memoria al momento en que hizo ese viaje por carretera junto a Luis. Si bien el grueso de la película es el viaje por carretera de la Eugenia de 17 años, a quien le está sucediendo la historia es a una Eugenia adulta, que se debate entre acudir o no a una cita y cumplir una promesa que hizo durante su experiencia en aquel viaje. Eso nos planteó un reto complicado en la estructura temporal del guion, que finalmente logramos resolver”, recuerda el director de cine.
-El proceso de producción del filme fue bastante prolongado. Diez años se tomó hacer Dirección opuesta. Con la película terminada, ¿qué reflexión hace de esa circunstancia?
-Hablamos de diez años desde que yo, después de haber leído la novela, comienzo a hablar con Sánchez Rugeles para hacer la adaptación. Toda película tiene un proceso de maceración; en el caso de Blue Level… había que hacer una adaptación, buscar el financiamiento, un coproductor… Es decir, cuando hablamos de diez años estamos hablando de todo ese proceso. Vale acotar que pasamos meses de espera para obtener un resultado del CNAC o un año de espera para conocer los resultados de Ibermedia. Es cierto que ya en 2014 comenzamos a hacer casting, pero la película se filmó en 2017 y estuvo lista en 2019; es decir, no fueron tantos años de producción. Y el problema para su estreno ha sido, precisamente, el tema de la pandemia. En cuanto a reflexión, sí, yo creo que es mucho el trabajo, mucho el tiempo vital que le dedicamos a los proyectos. Lo que me deja Dirección opuesta es una experiencia más de esa entrega que tenemos los creadores, y especialmente los cineastas, a nuestro trabajo. Dejamos, literalmente, la vida en ello. En cuanto al tiempo, creo que la salida es trabajar varios proyectos al mismo tiempo, y eso es lo que estoy haciendo.
-La protagonista de su película es una joven venezolana que termina emigrando a Italia. ¿Cuánto de Alejandro Bellame Palacios hay en este personaje?
-Uno como director, como creador, está en todos los personajes. Un poquito de uno está en cada uno de los personajes. Yo estoy en Italia, en parte, porque soy de origen italiano, mi padre era de este lugar, y mi madre es venezolana, caraqueña. En mí existe esa condición dividida, pero no es algo nuevo que haya sucedido por el fenómeno de la migración. Ya existía, y como yo, seguramente muchos venezolanos se sienten igual; es decir, tienen esa misma condición de tener, de alguna manera, el gentilicio venezolano muy arraigado, porque además yo nací en Venezuela, me eduqué en Venezuela, mis referencias son venezolanas, viví en Venezuela, mi esposa y mi hija son venezolanas, pero también tengo una parte de mí en este lugar, de donde vino mi padre.
Y agrega: “Yo creo que esa búsqueda que hace Eugenia, de manera muy inconsciente y, en su caso, oportunista, de encontrar a sus ancestros italianos para lograr el cometido de tener el pasaporte que la lleva a conocer esa otra parte de sus orígenes, pues tal vez en eso tenemos alguna coincidencia. El hecho de que a Eugenia la hayamos cambiado de Francia a Italia -en la novela se trata de Eugenia Blanc y sus ancestros son franceses-, lo hicimos por un tema de posibilidades de coproducción, aunque también privó el hecho de que yo me sintiera más cómodo y más cercano si la Eugenia del filme era italiana. Eugenia cae en Italia de un modo oportunista, pero yo no, yo lo hice más consciente, buscando esa otra parte que es mía, que me pertenece”.

"Esta generación es una generación desencantada", dice Alejandro Bellame Palacios (CORTESÍA)
-Dirección opuesta es, como la novela que la inspiró, una obra generacional. ¿Cómo describiría a los jóvenes de la ficción y a la generación a la cual usted pertenece?
-Yo creo que pertenezco a la generación, que también aparece en la película, de los padres de estos jóvenes; aparece muy poco, en realidad, pero es inevitable que haya una confrontación generacional. Esta generación es una generación desencantada, por lo menos la de esos jóvenes venezolanos, en las circunstancias particulares de Venezuela. Hay en ellos una especie de resentimiento por lo que no fuimos capaces de construir para ellos; las equivocaciones que nuestra generación cometió les cerraron a los jóvenes oportunidades dentro del país. Por otro lado, hay características muy propias: la búsqueda de la gratificación inmediata, el acceso a la tecnología, el estar más abiertos a las posturas de cada quien, a la sexualidad bien entendida y sin ningún tipo de prejuicios, a la diversidad. Sí hay ciertas diferencias generacionales que, como todas las diferencias, llevan a ciertos conflictos, que es lo que se ve en la película.
-Pasa de un cine social (El rumor de las piedras) a uno más intimista (El tinte de la fama y Dirección opuesta). ¿En qué dirección se mueve artísticamente Alejandro Bellame Palacios?
-Eso no lo hago demasiado conscientemente. Más bien esperaría que me lo dijeran, que quien quiera analizar mi trabajo, algún día o en este momento, me dijera: “Yo lo veo de esta manera”. A mí me interesan las historias humanas, de personajes, y la conexión emocional con mis personajes, conmigo mismo y con el público. Ese es el eje central de mi trabajo. Hay algunas constantes: el país como referencia, la conexión emocional, la nostalgia como una emoción constantemente presente, la memoria. Pero todo eso no lo tengo muy consciente, por lo que me cuesta hablar de ello.
-¿Qué lo motivó a irse de Venezuela? ¿Regresaría?
-Fueron muchas cosas. En primer lugar, que tengo el pasaporte europeo y tenía la oportunidad de salir sin mayores traumas; en segundo lugar, que tengo una hija de 13 años -en el momento en que decidimos salir, tenía 12 años- y, pues, quise explorar la posibilidad de un mejor futuro para ella. En tercer lugar, había terminado la película y estar en Venezuela representaba una complicación a nivel logístico para acudir a festivales internacionales, por los viajes, por lo costoso, por lo difícil que es enlazar itinerarios de vuelos y viajes desde Venezuela. Tenía la posibilidad de venirme a Italia, pensando además que podía hacer una mejor base para acudir a esas citas y para montar nuevos proyectos. Bueno, llegó la pandemia y eso fue un obstáculo difícil de sortear el primer año, y sigue siéndolo. Pero puedo decir que yo no me he ido de Venezuela, cuando salimos lo hicimos pensando que nos íbamos por un tiempo corto, tal vez como una manera de hacer el duelo menos doloroso. Siento que a pesar de estar aquí, en Italia, sigo en Venezuela, sigo muy presente en Venezuela, sigo pendiente de lo que sucede. Venezuela sigue muy presente en mí. No es un decir. Lo digo de manera comprometida: Venezuela está donde estemos los venezolanos haciendo cosas, siempre con el país presente en nuestra memoria, en nuestros afectos. Todos los proyectos de películas que tengo los he pensado en Venezuela o con Venezuela involucrada.
-¿Si regresaría? Regresaría todos los días. Todos los días me digo: ‘Me encantaría regresar a Venezuela’. La pregunta es si es posible regresar a Venezuela, porque a la Venezuela a la que quiero regresar es muy distinta a la que dejé hace dos años. Quiero regresar a una Venezuela de prosperidad, de armonía, donde hayamos superado las difíciles y graves circunstancias que se están viviendo. Quiero volver a una Venezuela donde haya estado de derecho y donde haya posibilidad de seguir soñando y de seguir haciendo país, concluye Alejandro Bellame Palacios.
@juanchi62
-Dirección opuesta es, como la novela que la inspiró, una obra generacional. ¿Cómo describiría a los jóvenes de la ficción y a la generación a la cual usted pertenece?
-Yo creo que pertenezco a la generación, que también aparece en la película, de los padres de estos jóvenes; aparece muy poco, en realidad, pero es inevitable que haya una confrontación generacional. Esta generación es una generación desencantada, por lo menos la de esos jóvenes venezolanos, en las circunstancias particulares de Venezuela. Hay en ellos una especie de resentimiento por lo que no fuimos capaces de construir para ellos; las equivocaciones que nuestra generación cometió les cerraron a los jóvenes oportunidades dentro del país. Por otro lado, hay características muy propias: la búsqueda de la gratificación inmediata, el acceso a la tecnología, el estar más abiertos a las posturas de cada quien, a la sexualidad bien entendida y sin ningún tipo de prejuicios, a la diversidad. Sí hay ciertas diferencias generacionales que, como todas las diferencias, llevan a ciertos conflictos, que es lo que se ve en la película.
-Pasa de un cine social (El rumor de las piedras) a uno más intimista (El tinte de la fama y Dirección opuesta). ¿En qué dirección se mueve artísticamente Alejandro Bellame Palacios?
-Eso no lo hago demasiado conscientemente. Más bien esperaría que me lo dijeran, que quien quiera analizar mi trabajo, algún día o en este momento, me dijera: “Yo lo veo de esta manera”. A mí me interesan las historias humanas, de personajes, y la conexión emocional con mis personajes, conmigo mismo y con el público. Ese es el eje central de mi trabajo. Hay algunas constantes: el país como referencia, la conexión emocional, la nostalgia como una emoción constantemente presente, la memoria. Pero todo eso no lo tengo muy consciente, por lo que me cuesta hablar de ello.
-¿Qué lo motivó a irse de Venezuela? ¿Regresaría?
-Fueron muchas cosas. En primer lugar, que tengo el pasaporte europeo y tenía la oportunidad de salir sin mayores traumas; en segundo lugar, que tengo una hija de 13 años -en el momento en que decidimos salir, tenía 12 años- y, pues, quise explorar la posibilidad de un mejor futuro para ella. En tercer lugar, había terminado la película y estar en Venezuela representaba una complicación a nivel logístico para acudir a festivales internacionales, por los viajes, por lo costoso, por lo difícil que es enlazar itinerarios de vuelos y viajes desde Venezuela. Tenía la posibilidad de venirme a Italia, pensando además que podía hacer una mejor base para acudir a esas citas y para montar nuevos proyectos. Bueno, llegó la pandemia y eso fue un obstáculo difícil de sortear el primer año, y sigue siéndolo. Pero puedo decir que yo no me he ido de Venezuela, cuando salimos lo hicimos pensando que nos íbamos por un tiempo corto, tal vez como una manera de hacer el duelo menos doloroso. Siento que a pesar de estar aquí, en Italia, sigo en Venezuela, sigo muy presente en Venezuela, sigo pendiente de lo que sucede. Venezuela sigue muy presente en mí. No es un decir. Lo digo de manera comprometida: Venezuela está donde estemos los venezolanos haciendo cosas, siempre con el país presente en nuestra memoria, en nuestros afectos. Todos los proyectos de películas que tengo los he pensado en Venezuela o con Venezuela involucrada.
-¿Si regresaría? Regresaría todos los días. Todos los días me digo: ‘Me encantaría regresar a Venezuela’. La pregunta es si es posible regresar a Venezuela, porque a la Venezuela a la que quiero regresar es muy distinta a la que dejé hace dos años. Quiero regresar a una Venezuela de prosperidad, de armonía, donde hayamos superado las difíciles y graves circunstancias que se están viviendo. Quiero volver a una Venezuela donde haya estado de derecho y donde haya posibilidad de seguir soñando y de seguir haciendo país, concluye Alejandro Bellame Palacios.
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