El pasado viernes 15 de octubre se entregó el Premio Planeta resultando ganadora Carmen Mola con su novela La bestia y como finalista Paloma Sánchez-Garnica con la obra Últimos días en Berlín. Mientras se esperaba conocer a la enigmática escritora, conocida como la Elena Ferrante española y que se presentó con el seudónimo de El Arquelinado, reciben el premio y además un reconocimiento de un millón de euros tres hombres: Antonio Mercero Santos, Jorge Díaz y Agustín Martínez, irónicamente todo esto ocurre al rememorarse cuatro años del movimiento #MeToo y en el mes de las escritoras, conmemoración que se viene realizando en España desde el año 2016.

No era madrileña, ni había nacido en 1973, ni profesora universitaria, ni casada, ni madre; tampoco escribía por diversión, bueno, quizás no ella, pero sí sus tres arlequines. Las escritoras Rosa Montero y Ana Ballabriga fueron las primeras en sospecharlo, también el booktuber Mikey Fernández. En su historia solo 17 mujeres lo han ganado; asunto que también ha ocurrido en otros premios literarios: Nobel de Literatura, Princesa de Asturias, Cervantes, Reina Sofía, o Rómulo Gallegos donde la presencia de escritoras mujeres laureadas es muy poca o inexistente como la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Y no es un asunto de cumplir una cuota igualitaria, es un asunto de aceptar el silencio que han sufrido sistemáticamente las mujeres y también las minorías no solo en el campo literario, sino en todos los ámbitos de la sociedad.

Ahora bien, lo sucedido en el Premio Planeta no es una simple queja de víctimas o un debate absurdo de las feministas o escritoras como señaló el escritor venezolano Rodrigo Blanco en su artículo publicado por el diario ABC; irónicamente, tampoco se pronunció ante las acusaciones de machismo literario que envolvió al Premio Vargas Llosa hace dos años cuando fue el ganador. Lo ocurrido en el Premio Planeta es el vivo ejemplo, público y notorio, de lo que han vivido las mujeres escritoras a lo largo de la historia donde no vale el talento y donde muchas han tenido que utilizar un seudónimo para poder ser publicadas, un caso reciente el de J.K Rowling, autora de la serie de Harry Potter; recomiendo leer el artículo de Lorena Maldonado del diario El Español. Tampoco significa que ahora los hombres para sobresalir deban usar seudónimos femeninos porque ahora las escritoras tienen más oportunidades en el mundo editorial, basta revisar el catálogo de una librería, biblioteca o la gran mayoría de las editoriales y ver cuántos libros han sido publicados por hombres y por mujeres para que este argumento pierda peso.

Otros escritores se han preguntado qué harán las feministas cuando las escritoras trans empiecen a publicar, pues lo han hecho y con éxito; un ejemplo de ello es la argentina Camila Sosa Villada, reconocida por su novela Las malas con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, aplaudida por la mayoría de sus colegas.

Para profundizar sobre este tema del papel que ha tenido la mujer en la literatura y la subestimación de su talento, recomiendo la lectura del ensayo ¿Cómo acabar con la escritura de las mujeres?, de Joanna Russ, escritora, académica y feminista estadounidense: “Cuando se entierra la memoria de nuestras predecesoras, se asume que no había ninguna y cada generación de mujeres cree enfrentarse a la carga de hacerlo todo por primera vez”.

Por cierto, si se quiere más drama, quien está aprovechando para tener sus cinco minutos de fama utilizando el escándalo de Carmen Mola es el escritor español Sergi Puertas, quien contó que se hizo pasar por mujer para que una editorial, Impedimenta, publicara su libro Estabulario, al grado de inventarse un perfil en Facebook, correo electrónico y buscar fotos; en fin, todo para justificar la existencia de Lidia a quien definió “mona y discreta”.

Es importante recordar que las polémicas en el Premio Planeta no son nuevas, más bien parecen superarse cada año y no es de extrañar que el próximo lo gane un escritor creado por inteligencia artificial o que revele su identidad Elena Ferrante para confirmar que también es un hombre. Hace dos años se corrió el rumor que Javier Cercas y Manuel Vilas ganaron para sumar estos autores a su catálogo y quitárselos a su sello rival: Penguin Random House. En el año 1994, Camilo José Cela, ganador con la obra La cruz de San Andrés, fue denunciado por la escritora Carmen Formoso por obtener el premio plagiando la novela que ella presentó a concurso ese año. Por su parte, en 1997, Ricardo Piglia ganó con su novela Plata quemada, pero uno de los participantes, Gustavo Nielsen, hizo una denuncia judicial por considerar que el premio tenía preferencia probada por el escritor argentino, esto debido a sus relaciones contractuales con la editorial, ya que se comprobó que antes de realizarse el premio, la novela iba a ser publicada por ese sello.

Lo que si es cierto es el primer efecto de este engaño: las librerías empiezan a retirar los ejemplares de los libros publicados por Carmen Mola y sus tres arlequines, entre ellas, Mujeres & Compañía, ubicada en Madrid. Una vez, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, durante la conferencia de Mario Vargas Llosa, un señor que pidió la palabra, en su intervención rompió un libro del autor. Inmediatamente fue retirado del recinto por la policía. Quizás, cuando el libro de Carmen Mola llegue a las librerías este 4 noviembre o cuando estos tres señores hagan su gira de promoción, los lectores empiecen a quemarlos o romperlos en las plazas públicas ante un chiste sin gracia porque el Premio Planeta y Carmen ya no molan, aunque mercantilicen a más no poder todo el show porque parece ser que lo realmente importa es el dinero, no la literatura. A fin de cuentas, los premios literarios pierden su credibilidad; son recordados más por sus escándalos que por la calidad literaria de las obras laureadas.
@DulceMRamosR