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Jaime Gili invita a mirar más allá de la maleza

El artista venezolano, residenciado en Londres, expone desde hoy y hasta el 30 de agosto la muestra “Monte”, su primera exposición individual en México

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

29/07/2021 05:36 pm

De su obra ha dicho el académico y curador venezolano Jesús Fuenmayor: “Las pinturas de Jaime Gili son como tirarle una bomba a un Cruz-Diez”. Ciertamente, y entendiendo el carácter metafórico de tal aseveración, ante cualquier pintura del artista caraqueño, de raíces catalanas y con años de residencia en Londres, se tiene la impresión -de espectador no avezado en el tema, claro está- de que aquello que se ve es como una imagen especular rota en muchos pedazos que Gili recompone no para regresarla a su estado original, sino para convertirla en la expresión de su exploración del color, de su tránsito por la abstracción, su mundo interior, su memoria… en “otra” cosa de significaciones más profundas.

El propio artista se lo explica al experto en arte Axel Stein, cuando éste le pregunta en qué momento su pintura deja de ser abstracta:

-Siempre nos repetimos que toda pintura “es abstracta”, o al menos que debemos verla así, sin ocuparnos de la dicotomía figuración-abstracción, pero ese lugar común de las academias se refiere más a una manera de mirar que de trabajar la pintura. Pintando, las imágenes entran inevitablemente, y se pueden diluir o reaparecer fluidamente y con facilidad en el proceso. En ocasiones (…) he trabajado a partir de imágenes preexistentes, y estas se mantienen más o menos “enteras” hasta el final de cada obra de la serie. La mayoría de las veces, estas imágenes, o las historias que dan inicio a las series –y que también son en cierta manera “imágenes”– se diluyen y mezclan con otras al tocar la tela. Además, esas imágenes pueden provenir del propio trabajo anterior, complicando toda interpretación. Me gusta que se vayan contaminando las cosas de esa manera”.

La conversación entre Stein y el artista se produjo a propósito de la inauguración, hoy 29 de julio, de la primera exposición individual de Jaime Gili en Ciudad de México. La muestra se titula Monte y estará abierta hasta el 30 de agosto en el espacio Aparador Cuchilla/Aldo Chaparro Studio, ubicado en Cozumel 81, Roma Norte, de la capital mexicana.

Parte del jardín que el artista invita a recorrer en Monte (CARLOS BAEZA ORTEGA)

-¿Cuál es el origen de la muestra y la intención de su nombre, Monte?
-La exposición parte de una reflexión sobre la visión en perspectiva, lejana, como opuesta a la visión en cercanía, de cuando no podemos ver más allá. Si pensamos en un bosque o en un jardín fallido, el monte, la brousse, un bush, es lo que no deja ver más allá, lo que hay que controlar y lo que crece en los bordes. En esta exposición trabajo las dos profundidades, la perspectiva, en la manera como las pinturas están instaladas y juegan con el espacio, y por otro lado la visión cercana, entreverada, sensual, de cada una de las pinturas.

Así, en la instalación que presenta Gili, compuesta por una decena de obras, el artista guía la mirada del espectador como si se tratara de un jardín, e intenta contrastar la profundidad del campo visual de Aparador Cuchilla/Aldo Chaparro Studio con lo opuesto; es decir, lo que ocurre dentro de cada una de las pinturas, que funcionan como planos autosuficientes en los que todo está ligado de manera indisociable, sensual, compleja e inmediata, reseña la nota de prensa.

-Vuelve a la naturaleza sin abandonar la geometría liberada que ha explorado en su trabajo. ¿Qué relectura hace ahora de ella?
-Hay un texto de mi amiga Carla Zaccagnini para la Bienal de Sao Paulo, que me parece relevante. Ella se remonta al inicio de la modernidad y la relaciona con la idea de ver desde lejos, el mirador o belvedere, que metafóricamente permitía al hombre Europeo ver y ordenar el mundo, sin él adentro. Eso lo compara con la selva, en donde sus habitantes carecen de esos lugares de visión panorámica pues no tienen sentido. En la selva, la cercanía, el tacto, la acumulación de capas, lo inmediato, es lo que manda. En ese sentido -sin llegar a la selva, de la que estoy tan lejos aún de manera idealizada- pensé en la diferencia esencial que hay entre el jardín inglés, que permite cierto elemento salvaje, cierta sensualidad, y el jardín francés, geometrizado y donde se utiliza la profundidad en perspectiva como el más alto valor. Eso es lo que he intentado traer a las pinturas y a la instalación.

"A todos los gobiernos, dictatoriales o no, les vino de perla el experimento de control que supone la pandemia", dice Jaime Gili (CARLOS BAEZA ORTEGA)

-Las obras de Monte fueron creadas durante la pandemia. ¿Cómo afectó esta circunstancia su proceso creativo?, ¿qué temas generó en su trabajo?, ¿hacia qué reflexiones -vitales y artísticas- lo llevó el Covid-19?
-Creo que los artistas, sobre todo los pintores, vivimos siempre un poco “en encierro”. En ese sentido la cosa no nos cambió tanto la vida, pues además tuvimos la suerte de seguir viajando, con todas las precauciones y cuarentenas, en el último año. Lo que sí cambió fue lo que estaba permitido hacer en la ciudad. El no tener compromisos sociales alrededor del arte en una ciudad como el Londres nuestro, fue muy extraño, y eso lo cambiamos en cierta manera por salidas fuera de la ciudad, al campo. Aprovechamos para conocer muchos jardines y bosques que no conocíamos después de tantos años allí, y eso, aunque no lo llamaría una “vuelta a la naturaleza” porque se trata de un país muy domesticado, sí influyó un poco en esta muestra.

-¿Cree que vivimos un tiempo, una época, rodeada de “monte”, de maleza?
-No, al contrario. Creo que se nos quiere controlar todo y marcar los caminos, sin dejarnos perder entre las malezas y ni siquiera deambular o crear nosotros mismos nuestros jardines propios. Este último año dejó muy claro eso. A todos los gobiernos, dictatoriales o no, les vino de perla el experimento de control que supone la pandemia.

-¿Cómo percibe a Venezuela entre tanto “monte”?, ¿la puede ver con claridad?
-Absolutamente. Puedo ver el pasado y el presente, y la piedra con la que tropezamos. Creo que la mayoría podemos. El problema es el lograr que nuestra visión para un futuro en libertad se pueda materializar.

-El hecho de ser migrante, junto con su familia -su esposa es la también artista Lucía Pizzani-, ¿ha generado algún impulso creativo en usted?
-Mas que generar impulsos creativos, creo que el exilio ya desde hace años me ha hecho pensar en la vida, y en la obra, como algo que en parte encaja con el lugar de dónde venimos, con nuestra historia, y en parte abre vectores hacia el mundo. Nunca dejaremos de ser lo que somos, así que el trabajo está en hacer que los demás lo comprendan.

-¿Qué planes tiene a futuro? ¿Volvería a Venezuela a mostrar su trabajo?
-De momento volvemos para proyectos concretos. En realidad eso es una necesidad que tenemos como venezolanos y como artistas. Naturalmente las cosas están muy lentas ahora, pero hay mucha gente trabajando duro con la que seguimos vinculados y con quienes tenemos varios proyectos abiertos.
@juanchi62



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