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La voz comprometida de Guillermo Sucre ya no estará entre nosotros

El poeta, ensayista, crítico y docente falleció a los 88 años en Caracas. Queda, como la de los grandes, su obra, que hay que revisar

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

22/07/2021 06:23 pm

para empezar: no moriremos de poesía/ nadie tiene la palabra aunque hablen/ o todos la tienen aunque callen /poetas de su tiempo llegan a destiempo/ me voy con los que parten y no regreso/ anuncio a los que nada anuncian/ el ojo del poeta se adueña del mundo /que reAparece /condenados a la realidad por la realidad/ que inventamos/ (realidad, realidad, no me abandones)
Poema Entretextos (De En el verano cada palabra respira en el verano, 1976)

La poesía o la forma en que Guillermo Sucre Figarella asumió la poesía -su vida- fue una constante reafirmación del compromiso con que el poeta, ensayista, docente y crítico literario, nacido en Tumeremo, estado Bolívar, el 15 de mayo de 1933, se apropió de la palabra -¿o viceversa?- para no solo hacerla suya, sino de todos quienes lo leyeron y lo leerán en el futuro. Sucre Figarella, autor entre otras obras de Borges, el poeta y La máscara, la transparencia, murió en la madrugada de este día, 22 de julio de 2021 en Caracas. Un día que termina con la languidez de una amenaza de lluvia que no termina de concretarse, pero que deja en los amantes de la literatura, la amarga certidumbre de que ya él no estará. Quedan sus poesía, sus ensayos y críticas. Quedan y quedarán.

Guillermo Sucre, más allá de lo que relatan las biografías escritas con la urgencia que a veces banaliza el periodismo cultural, fue sin dudarlo uno de los últimos intelectuales venezolanos cuya palabra, sensible y honda, certera y a veces necesariamente hiriente, no era excusa para apartarse del Otro, de los otros que éramos sus coterráneos.

Así fue descrita su obra en la revista Cuadernos Hispanoamericanos (www.cuadernoshispanoamericanos.com): "La poesía de Guillermo Sucre invita a una exploración de la interrelación de lo sensorial y de la conciencia a partir de un uso crítico del lenguaje; un uso que no implica solo una opción estética, sino ética, puesto que responde antes bien a la negativa de aceptar sin examen las ilusiones, las trampas que el lenguaje ha creado, condenándonos a una realidad inventada. En esta situación, tanto la exultación como el patetismo son sospechosos. Los recuerdos, la infancia, el amor, los paisajes están de alguna forma presentes en la conciencia, pero su inscripción está irremediablemente mediada por el lenguaje. Y si bien, en el momento de máxima tensión de está dialéctica, La vastedad parece alcanzar una suerte de armisticio, un estado en que la conciencia de los límites de la nominación ha afianzado su control de la enunciación y, sin embargo, permite la precaria revelación del poema, su último libro, La segunda versión, parece replantear la búsqueda, anunciada desde aquel lejano primer poemario, ahora en términos de fidelidad a instancias trascendentales aunque inmanentes (la tierra, la vida) con la conciencia de que las sensaciones y los recuerdos son efímeros, con la certeza de que, aun sin redención, aun sin iluminación, con las «tablas frágiles» (Valéry) del lenguaje, es en el encuentro amoroso que podemos aspirar al único espacio de momentánea y fugitiva reconciliación. Es solo allí que, como quería Pound, podemos construir un precario, pero no por ello ilusorio paradiso terrestre".

Que la muerte del poeta; del niño que perdió tempranamente a su padre; del hombre que, al lado de Rafael Cadenas, Manuel Caballero y Jesús Sanoja Hernández, levantó su voz contra la dictadura perezjimenista; del maestro que hoy lloran sus pupilos, sirva de invitación a revisar una obra poética de incalculable solidez. Y que no tengamos que esperar la muerte de alguna otra gran voz de la poesía venezolana para hacerlo. Saquemos un aprendizaje de este dolor que entristece nuestras letras.   

Urge la memoria y su ejercicio subversivo. Urge revisar la obra de Guillermo Sucre y la de los que se fueron antes que él. Ramón Palomares, Salvador Garmendia y Adriano González León, con quienes Sucre Figarella fundó el grupo literario Sardio. Hay que hacer costumbre el volver a Juan Liscano, a Armando Rojas Guardia, a Ramos Sucre y Picón Salas. A todos los que con su palabra escribieron la historia profunda de un país hoy asediado por quienes persisten, malévolamente, sumirnos en la amnesia.

Cierro esta modesta nota, que para nada pretende ser informativa, con el poema de Guillermo Sucre Los que piensan que les ha llegado la hora...

Los que piensan que les ha llegado la hora
y se aprestan para asumir su destino
los que saben que siempre llegan a deshora
contra todo destino

los que escriben para sobresalir
no para encontrar la salida -¿hay salida?

los que sólo viven para poner la vida en palabras
los que escriben para poner la palabra en la vida

los que lo coleccionan todo para sentirse perdurables
los que han contemplado una sola vez la belleza
y ya ello les depara una riqueza un desamparo
para siempre

la vida no es avara ni para preservarla
hay que saber también arriesgarla
como en el amor: más fuerte cuando más lo alimenta
el desamor
más vívido cuando nace y se extingue cada día


@juanchi62



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