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Rossana Hernández: “Vivir del teatro es complicado desde siempre”

La actriz, productora, directora de teatro y cofundadora, junto con Elvis Chaveinte y Gabriel Agüero, de la compañía Deus Ex Machina, habla de su oficio y la realidad que lo permea

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

25/07/2021 06:00 am

Deus Ex Machina, agrupación de teatro que fundaron los actores Elvis Chaveinte, Gabriel Agüero y Rossana Hernández, arribó este año a su octavo aniversario. Una existencia breve, pero intensa, toda vez que este grupo de jóvenes creadores ha apostado por un tipo de creación que hace difícil sobrevivir ante una oficialidad que ignora a aquellos hacedores de arte que no le sirven para sus propósitos propagandísticos: el teatro comprometido.

Así lo corroboran sus montajes Saverio, el cruel (2013), Trece rosas (2015), La crema y nata (2016), Mi hijo camina (un poco) más lento (2017), Emilia (2017), Tebas Land (2018) y La ira de Narciso (2019), entre otros textos que miran al hombre y su circunstancia, que desnudan realidades, que las denuncian, que analizan las retorcidas formas de poder, que muestran las caras de la violencia y sus consecuencias y que, en definitiva, apuestan por la formación de un espectador sensible y crítico ante los grandes temas de nuestro tiempo.

-¿Por qué Elvis Chaveinte, Gabriel Agüero y usted decidieron crear Deus Ex Machina? ¿Qué necesitaban decir/hacer que no encontraran en otras compañías?
-Necesitábamos hablar de las angustias que nos generaba nuestro entorno. Queríamos traducir a la escena mucho de lo que nos rodeaba. Sentíamos que los remontajes de los grandes éxitos de otras épocas no respondían ni dialogaban ya con el venezolano, que aquello estaba -incluso escénicamente- vencido y, por tal razón, no había resonancia ni se establecía un diálogo con el público.

“Nosotros pensamos que el teatro no termina con la presentación, sino que, precisamente, nace ahí cuando la representación se encuentra con la mirada del espectador y éste le da cierre con su lectura al proceso creativo del artista, y eso no pasaba en lo que veníamos haciendo”, agrega Hernández sobre el germen de Deus Ex Machina. Aún hay más:

"El país atravesaba desde hacía más una década cambios vertiginosos y todo apuntaba a una degeneración inevitable. Nosotros lo podíamos leer claramente, como muchos. ¿Cómo era entonces que no se hablaba de eso o eran muy pocos los que lo hacían? Teníamos muchas inquietudes, no solo de actuar, que era a lo que nos dedicábamos, sino que queríamos explorar otras áreas como la escritura, la dirección, el diseño o la producción. Queríamos saber y aprender todo del teatro. Éramos curiosos, inquietos y sentíamos la necesidad de decir, de hablar de nuestro tiempo, de manera que creamos nuestro propio espacio para hacerlo".

Tebas Land, del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco, montada por Deus Ex Machina en 2018 (OSWER DÍAZ MIRELES)

-¿Cuál es la dramaturgia con la que ustedes se sienten más identificados?
-Aquella que responde a los conflictos del hombre contemporáneo en general, y al caso venezolano, en particular. La que nos obligue a hacernos preguntas, a cuestionarnos. En este sentido, hemos tenido la fortuna de encontrarnos con la dramaturgia de Sergio Blanco, por ejemplo, que nos propone una línea de investigación profundamente interesante y que nos tiene fascinados. También nos encanta Ivor Martinic con su teatro tan descarnado y profundo, a la vez que poético. Nos cautiva su mirada tan honda de las relaciones humanas. Y, desde siempre, Claudio Tolcachir que, junto a su compañía nos ha inspirado en la distancia.

“Si hablamos de autores nacionales, por supuesto, Cabrujas encabeza nuestra lista, pero hemos investigado, también, aunque sin llegar a representar ningunas de sus obras (todavía) en la dramaturgia de Elio Palencia y Karin Valecillos. Sabemos que llegará el momento. Pero entre los que también nos interesan y sí hemos tenido la fortuna de llevar sus textos a escena, están Oswaldo Maccio, Fernando Azpúrua y el propio Elvis Chaveinte, integrante de nuestro grupo”, explica Rossana Hernández.

-Deus Ex Machina cumple años en un momento bastante particular: el confinamiento por la pandemia. A su juicio, ¿cuál ha sido el aprendizaje más importante que le han dejado estos tiempos aciagos?
-Ha pasado mucho tiempo, millones de personas han fallecido o sufrido los embates de la enfermedad y estamos desesperados por recuperar nuestra manera de vivir en el planeta, pero la pandemia nos está enseñando, tal vez de la manera más cruda, que la vida y la salud están por encima de todo. Se hace imperioso un sistema de seguridad social para los artistas venezolanos. Parece una utopía si tomamos en cuenta nuestro contexto, puesto que son muy pocos los que gozan de una consistente seguridad en el área de la salud, pero realmente la situación de los profesionales del gremio artístico es sumamente crítica y requerimos de un plan de acciones tendientes a desarrollar estrategias y alternativas que permitan cubrir, al menos, lo más mínimo.

“En el ámbito profesional, este tiempo nos obligó a preguntarnos sobre lo que hacemos y de qué manera lo hacemos, cuestionarnos nuestro papel en la sociedad, a preguntarnos qué es lo que ofrecemos y si eso es, realmente, lo que queremos ofrecer”.

Emilia, del argentino Claudio Tolcachir, dirigida por Rossana Hernández en 2016 (CORTESÍA)

-¿Cómo ha cambiado el oficio del actor y del director ante la realidad actual?
-No ha sido fácil trabajar vía remota un oficio que se funda en el encuentro, pero para no morir de inanición y por la inmensa pasión que habita en quienes nos dedicamos a las artes, hemos encontrado algunas vías. Pienso que en el caso de los actores que han desarrollado sus trabajos para ser mostrados online y que para ello se han convertido en directores, escenógrafos, utileros, camarógrafos y más, la situación actual -si quisieran aprovecharla- les está demostrando que pueden tener una mayor autonomía, que tienen una voz dentro del discurso escénico, que no son marionetas y esto es fantástico.

“Los directores de teatro -prosigue- han tenido que abrir más el ojo para pensar en ángulos de cámara y muchas otras cosas, algunas de las cuales quedarán como material para seguir trabajando, pero por encima de todo, ha sido un aprendizaje, y todo aprendizaje es ganancia porque el teatro es como la vida misma”.

-De por sí, para las compañías teatrales que no reciben apoyo oficial es difícil sobrevivir. ¿Cómo ha logrado seguir adelante su compañía con el agravante de la pandemia? ¿De qué viven actores como ustedes?
-Damos clases en la universidad, brindamos asesorías, eventualmente dictamos talleres, hacemos escenografías para otras producciones, participamos en películas o publicidad, e incluso, hacemos trabajos de otras áreas muy distintas a la artística. Vivir del teatro es complicado desde siempre, mucho más en un sistema como el venezolano. A nuestras piezas de teatro les ha ido, afortunadamente, muy bien, pero no recuerdo haber pagado todas mis cuentas del mes con un pago por lo que hacemos, y esta es la realidad para casi todos mis colegas, por eso siempre tenemos que hacer algo más.

“Si sacáramos la cuenta de la cantidad horas-hombre de trabajo que debemos hacer para atender a esa pregunta, ¿de qué viven ustedes?, nos sorprenderíamos porque debemos trabajar mucho y muy duro. Por esta razón estamos muy agradecidos de dos pilares que han sido fundamentales para poder hacer nuestras obras, en primer lugar, el apoyo de todo el equipo que nos acompaña en nuestros proyectos, que siempre decimos que es el capital más importante con el que contamos, y el de algunas instituciones y personas que nos han brindado apoyo económico, como es el caso de algunas embajadas. Así que hemos comprobado que el teatro también encuentra siempre sus maneras de hacerse, es como los bebés, que traen su pan debajo del brazo. Lo esencial es la voluntad y cuando se logran reunir varias voluntades hacia un mismo fin, los proyectos son posibles”.

 
Gabriel Agüero en La ira de Narciso, puesta en escena por Hernández en 2019 (OSWER DÍAZ MIRELES)

-¿Han sido las plataformas digitales un verdadero aliado de los grupos de teatro?
-Desde de mi perspectiva creo que no tanto como se esperaba o, al menos, aún no se confirma un verdadero impacto. El año pasado se hizo mucho a través de las plataformas digitales y la aspiración era que para esta época las redes iban a estar minadas de propuestas, pero no ha sido así. Son innumerable los factores que inciden: en la mayoría de los casos, el esfuerzo que significa realizar un proyecto que no encuentra retribución económica, la mayoría de las veces estas presentaciones son gratuitas y cuando no, son muy susceptibles de burla a las medidas de accesibilidad. Sobre el alcance que se esperaba podían proporcionar, por lo que he podido constatar, generalmente el público es el mismo que se dedica al teatro. Probablemente, el público espera ver teatro en una sala y si quiere ver cine, pensará que para eso están las salas de cine, Netflix o Amazon Prime. Sí es verdad que en el caso venezolano, la virtualidad adquiere una especial significación porque por razones de la diáspora muchos han perdido el contacto con sus artistas y con nuestro teatro, y esta es una manera de poder disfrutarlo en la distancia.

-¿Cuál es su percepción de los montajes que se hacen a través de Zoom, y que pretenden ser más que teatro grabado?
-Que es una alternativa, una manera de seguir entrenándonos, pero que no sustituye de ninguna manera nuestro arte. Aún no me siento en capacidad de aseverar si se trata de un nuevo género ni adelantarme a lo que puede surgir ahí, porque si algo nos enseñó la pandemia es que del futuro no somos dueños ni sabemos absolutamente nada. Solo puedo hacer una lectura de lo que veo. Admiro la tenacidad, la curiosidad y el compromiso. He visto trabajos tan creativos, hermosos, conmovedores, como muchos otros sencillamente lamentables, pero en ninguno he encontrado eso que sucede en una representación: el “cuerpo a cuerpo”.

-Esta es una percepción personal: el teatro que se hace en el país no ha abordado de manera directa la realidad venezolana; más bien ha recurrido a textos que plantean circunstancias y situaciones cercanas, pero ajenas. ¿Qué opina usted?
-Estoy de acuerdo, pero porque la dramaturgia nacional no responde a la necesidad de los realizadores. Pienso que una de las áreas que requiere de mayor fortalecimiento y apoyo es, precisamente, el de la escritura para teatro, hay algunas iniciativas como las que llevan adelante el Trasnocho Cultural o, eventualmente, La Caja de Fósforos o maestras como Lupe Gehrenbeck en sus talleres de Teatro La Comarca para incentivar nuevas voces, pero no son suficientes, se necesita de mucho más apoyo y esfuerzo.

“Nuestra dramaturgia adolece de la valentía que se requiere para hacerse eco de las historias tan duras, sorprendentes y hasta absurdas que genera nuestra sociedad segundo a segundo. Necesitamos contarnos, vernos en el escenario, responder al momento tan rudo y complejo que estamos viviendo, no quedarnos en el coqueteo, en el asomo y en bordear nuestros abismales conflictos, sin atrevernos a meter el dedo en la llaga aunque duela, a llamar las cosas por su nombre, caramba, no somos la sociedad norteamericana para regirnos por la idea de lo ‘políticamente correcto’ y, con todo y eso, la dramaturgia siempre se levanta, porque si hay una dramaturgia que nos da lecciones de lo que es mirarse las entrañas es la norteamericana. Por eso, no me parece nada mal que un director tome un texto extranjero para hablar de nuestra realidad si los nuestros son insuficientes, si aquel texto nos habla más directa y profundamente. Una vez en las tablas, lo que verdaderamente importa es el diálogo, no el origen de los intervinientes”.

Entre los próximos proyectos de Deus Ex Machina está el estreno en octubre de la pieza de Sergio Blanco, El bramido de Düsseldorf, que cuenta con el apoyo de la Embajada de Francia. También seguirán impartiendo talleres de formación y “varios platos fuertes” para 2022.
@juanchi62

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