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Slavko Zupcic: “Soy un escritor de un país que ya no existe”

El escritor venezolano, quien actualmente vive en España, publicó recientemente el libro de relatos "Cementerio de médicos” con la Editorial Nazarí

  • DULCE MARÍA RAMOS

24/05/2018 01:00 am

Slavko Zupcic pertenece a la primera diáspora literaria venezolana de finales del siglo XX; si bien sus razones fueron más personas y de estudios, desde hace veinte años ve al país con dolor, con la misma orfandad que sienten los venezolanos que actualmente emigran. Tres generaciones de su familia han sido inmigrantes y de alguna forma ha intentado reconstruir –de forma inversa e inconsciente– el viaje de su padre: “He convertido la vida y la escritura en un viaje, es verdad que no llegas a ningún parte. La vida continua marcada por el sino que me dejaron mi padre, mis abuelos y mis bisabuelos. Estoy en una especie de limbo y en realidad esta es la vida de todos los migrantes”.

Cementerio de médicos, su más reciente libro, lo define como un discurso mestizo que combina la literatura con la medicina: “Es una mirada medica que logra transformarse en literatura”, afirma Zupcic, quien sigue fiel a escribir a pesar de las derrotas o los fracasos: “He hecho mi vida posible gracias al milagro de la lectura y la escritura”.

-Los relatos de Cementerio de médicos están marcados por la muerte y el ser extranjero.
-Soy una persona marcada por la vida y por la muerte. La reflexión que se hace de la muerte es que el médico que ejerce en el extranjero, convierte el discurso de la medicina en su propio cementerio. El discurso literario de la muerte y la extranjería está impregnado con vivencias personales y con una lectura que me tiene marcado desde cuarenta años: El extranjero de Camus. En lo personal, vengo de una familia que tiene más de cien años migrando alrededor del mundo, entonces los migrantes cambian su forma de vida, su forma de hablar, pero al mismo tiempo viven dos o tres vidas simultáneamente. Soy en resumen varias de esas vidas e intento representarlas.

-Sin embargo, cuando habla de la muerte en sus relatos está presente el humor negro. 
-Me he terminado resignado con el tema de la muerte. Puede ser algo dramático y la mejor forma de convivir con ese drama es sin lugar a dudas el humor.

-En sus relatos es evidente su obsesión por transgredir las formas tradicionales del lenguaje y por ende del género. 
-Yo soy varias cosas: un "medritor" –médico escritor–, soy el cura que no fui y que mi tía quería que fuese, soy el espía que quise ser y que nunca fui, soy el constructor inacabado del cubo mágico, solo pude armar la cara amarilla. Todo mi talento, entre comillas, constructor lo he destinado para la literatura. A mí me fascina transgredir, pervertir el orden de las cosas, me gusta más proponerle al lector un juego constante, al final es el mismo reto de la infancia: vamos armar este cubo mágico entre tú y yo, te propongo las piezas amarillas, tú -lector- encárgate de las otras. Son formas expresivas que se parecen más a mi forma de pensamiento, yo no pienso en linealmente, en la medida que pienso voy agregando cosas. Soy un narrador fragmentario y por ahí he decidido seguir creciendo.

-En La Liga es un cuento cuestiona la figura del escritor. 
-En algún momento pudimos creer que el escritor era un personaje central de la vida y de la cultura occidental. Sin embargo, desde hace veinte años, vengo trabajando la idea de que el escritor es una figura periférica. No hay que tener problemas con eso, el escritor forma parte más de la periferia que un político o un narcotraficante, y está bien que lo sea y que desde allí siga escribiendo y trabajando su obra. En el caso de este relato, la posibilidad en el mundo actual de que todo lo que suceda alrededor de nosotros sea un ejercicio de ficción le confiere al escritor un rol secundario, periférico pero omnisciente y omnipresente, porque un escritor puede estar en cualquier parte, no solo en un libro, en la librería, en una conferencia o una universidad, el escritor también puede estar en un estadio de fútbol.

-Aunque se ha tratado de satanizar la presencia del fútbol en la literatura.
-Si un autor que admiro mucho como lo es Vila-Matas, el más delirantemente literario de los últimos treinta o cuarenta años, no tiene ningún problema en comentar las andanzas del Barcelona en un periódico como El País, a partir de ese simple hecho no creo que deba existir ningún conflicto. Lo que sí preocupa a muchas personas es juntar a varios dioses en una misma iglesia: el dios literario con el dios futbolístico. A mí el mestizaje me atrae; sin embargo, hay mestizajes perversos entre el futbol y la política. Hay un futbolista africano –George Weah– que fue elegido presidente en su país, ese es un caso afortunado; ahora Maradona meneándose en la tribuna electoral de Nicolás Maduro, es un caso desafortunado. Si el hombre del siglo XXI ve fútbol, pues lo más seguro es que el escritor del siglo XXI también lo vea.

-En el relato Doctor Bogotá explica literariamente el concepto que ha venido desarrollando estos años: “medritor”. 
-En este momento de la vida, sin haber pasado por la práctica de la psiquiatría no podría ni siquiera ser padre, no podría ser médico, tampoco ser escritor. Yo a la medicina le agradezco mucho la escritura que he venido haciendo en los últimos años. Creo que la "medritura" me ayuda a ser mejor médico y mejor escritor. La medicina le da a mi ejercicio como escritor ética, seriedad y la literatura le da mi ejercicio como médico, sensibilidad. 

-Alguno de los relatos de Cementerio de médicos se construyen a través de la memoria de la infancia.
-El recuerdo de la infancia es recurrente en todos los seres humanos, es un lugar cálido, hermoso, plácido, donde estábamos acompañados por personas que nos querían; incluso las personas que tienen vivencias violentas logran rescatarla y sublimarla. En mi caso, la infancia es toda la etapa que viví en Venezuela, se deja de ser niño no sólo cuando se crece también cuando se sale del país. Como escritor venezolano, soy escritor de un país que ya no existe, recuerdo una etapa de mi vida feliz, pero también la época en que mi país era un país verdadero, un país dulce, donde yo podía vivir acompañado de familiares y amigos.

-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Slavko Zupcic?
-Desde la presbicia que me habita y que observo todo lo que está a mí alrededor, procuro que mi desempeño como "medritor" no dañe la vida de ninguno. Parece una tontería, pero nosotros estamos aquí para ayudar a los demás, que el entorno sea más amable, más sereno, más tranquilo.
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