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Vivir en libertad no es fácil

Si en la actualidad estamos en medio de un progreso de valores humanos ecuánimes, es porque seres imbuidos de noble intrepidez, han abierto oquedades con sus propias manos para enseñarnos el camino que encauza la libertad...

  • RAFAEL DEL NARANCO

13/06/2021 05:07 am

Reviso una vez más –es libro de cabecera- algunas páginas de “La libertad, solo camino” de Alexis Henri Charles de Clérel, más conocido como Alexis de Toqueville vizconde de Tocqueville, ese pensador, ensayista y político francés, precursor de la sociología clásica y uno de los más eminentes teóricos del liberalismo en su concepto más desinteresado y moderno.

En él vislumbramos que democracia y el socialismo sólo poseen en común la igualdad, con una diferencia: la primera busca la equivalencia en la libertad, mientras el marxismo la quiere en bajo la privación y la servidumbre.
 
El francés grabó una idea a la que nos unimos, y sería deseable que igualmente lo hicieran los lectores si posible fuera: “Pienso que yo habría amado la libertad en todos los tiempos; pero me siento inclinado a adorarla en la época en que vivimos”. Y es que ese raciocinio nos ayudaría en lo personal a tener una vivencia meditada y coexistida.
 
Habían pasado los años en que Robespierre gritaba: “Huid de la antigua manía de querer gobernar demasiado; dejad a los municipios el derecho de organizar sus propios asuntos; en una palabra, devolved a la libertad de los individuos todo lo que se les ha arrebatado ilegítimamente”.
 
Corría el final del siglo XIX faltando algunos años para encontrarnos con las páginas de “Extraterritorial”, a cuyo autor, George Steiner, uno lo recuerda entre las notas biográficas escritas en el “New Yorker”, la revista que dirigía William Shawn, pero principalmente por todo su legado intelectual que uno poseía en su pequeña librería casera traída de Caracas para vivir nuestro exilio interior en la Valencia mediterránea.
 
Nombro algunas de sus reliquias literarias en nuestras manos: “Errata”, “La idea de Europa”,”Nostalgia del absoluto”, “Extraterritorial”, “Pasión Intacta”, “Elogios de la transmisión” y “Un lector”, en cuyas páginas Steiner camina por los vericuetos de la historia y la cultura, con el mismo sentido y fe que lo hace un capitán de barco por los océanos del planeta.
 
Aquel tiempo brumoso de dudas trajo un embarazo moral, y a su vez la expansión de la conciencia y la creación de nuevos signos quejumbrosos. No era nueva la luz alargada sobre los muros, y aún con todo y su clima político, coexistía el respeto al ser humano y la certeza de ser portadores de valores inconmensurables enraizados sobre la propia esperanza, tan necesaria en cualquier tiempo.
 
Años después llegaría la barbarie sobre una cruz svástica y el horror inundaría el horizonte de millones de personas hasta hacerles preguntar al cielo bienhechor la razón desmesurada del tan agónico calvario.

Levantadas de su olvido, su grito demoledor remueve ahora el letargo de una nación languidecida, reflejo de un país entregado a la voluntad de un gobierno desmesurado en conceptos políticos.

Sobraría una nimiedad de conciencia, o estas cortas palabras, para saber que todo tentáculo de poder individualista se sustenta sobre la inquisición del pensamiento, en la pillería y en la timidez de la sumisión al poder.

Los dispuestos a entregar la política en sus manos a cambio del “orden-orden”, no han reparado quizás en que esa acción es un pacto con leviatán, y que, una vez se convierta el cachalote en amo, no habrá respeto por décadas hacia los que han vendido su dignidad.
 
No cabe duda y es bien sabido: Vivir en democracia es hacerlo con riesgo y con dudas, a razón porque se trata de un signo de cultura y civilización que por su inestabilidad exige, más que ninguna otra, pensamientos, análisis, reflexiones, ideas libres y diálogo sin cortapisa y, en lo más alto del mástil: coraje noble.
 
La historia que a todos nos atañe al alba de cada día, es la libertad como forjadora del humanismo, al ser el sujeto mismo parte de toda ella.
En este instante pensamos en la Venezuela de hoy y en ciertos países latinoamericanos, siendo esa la razón de las presentes líneas, escritas en aprisco cercano al mar mediterráneo en el levante español, sabiendo que sobre ese lago azulino nacieron las grandes civilizaciones y las dos palabras más hermosas en cualquier lengua: democracia y diálogo.

No viene a mano ahora, pero posiblemente sí cuando se habla de libertad. Siempre que puedo ir a Berlín, camino al encuentro de la Puerta de Brandeburgo y recuerdo que sobre el suelo de la parte Occidental, alguien había garabateado con alquitrán, para que perdurara:
“La libertad es para el cuerpo social lo que la salud para cada individuo. Si el hombre pierde la salud ya no disfruta de placer alguno en el mundo; si la sociedad pierde la libertad, envejece y llega a desconocer sus genes”.

Debemos recordar que sin el pensamiento emancipado, cuya base es la escritura y la palabra, estaríamos en la Baja Edad Media. Y a tal causa, si en la actualidad estamos en medio de un progreso de valores humanos ecuánimes, es porque seres imbuidos de noble intrepidez, han abierto oquedades con sus propias manos para enseñarnos el camino que encauza la libertad.

rnaranco@hotmail.com
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