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Por qué Carabobo

¿Estamos a la altura de aquella gesta y del sacrificio en vidas humanas que significó? Porque eso si le daría sentido de presente a la conmemoración: hacer balance de doscientos años de vida republicana.

  • REINALDO ROJAS

07/06/2021 05:04 am

Los venezolanos nos aprestamos a celebrar este próximo 24 de junio de 2021, el Bicentenario de la Batalla de Carabobo. Los rituales oficiales y los discursos inflados de nacionalismo seguramente servirán para cumplir con esta cita histórica. Pero, no debiéramos desaprovechar la oportunidad de preguntarnos como sociedad, cuáles fueron los objetivos que nos llevaron a dar aquella batalla en las sabanas de Carabobo; y si los sueños y propósitos que perseguían aquellos venezolanos, son hoy realidad. Es decir, ¿estamos a la altura de aquella gesta y del sacrificio en vidas humanas que significó? Porque eso si le daría sentido de presente a la conmemoración: hacer balance de doscientos años de vida republicana. ¿Dónde estamos? Qué hemos hecho con el país por el cual lucharon nuestros antepasados aquel 24 de junio 1821 en Carabobo?

Múltiples serían seguramente las respuestas y hasta contradictorias. Eso es válido, pero necesario. Lo fundamental es hacernos la pregunta y mirar aquel pasado para sacar cuentas. Mientras esto sucede, quisiera aprovechar el aniversario para tratar de responder la pregunta con la que damos título a nuestro artículo: ¿Por qué Carabobo?

Lo primero que tenemos que señalar es que para Bolívar, General en Jefe de esta campaña militar y Presidente de la República de Colombia, el objetivo político era lograr la Independencia de Venezuela del dominio español, lucha iniciada con la declaración emancipadora del 5 de julio de 1811. Y si el camino que se impuso fue el de la guerra a muerte contra la monarquía, el gobierno liberal (1820-1823) que llegó al poder en España tras el levantamiento militar de Riego y Quiroga el 1º de enero de 1820, abrió las posibilidades de alcanzar la ansiada independencia por vías de una negociación.

El Rey Fernando VII había sido obligado a jurar la Constitución de Cádiz, abriendo con ello un periodo de gobierno que le dio a las fuerzas republicanas hispanoamericanas esa oportunidad. Y Bolívar, aprovechó ese nuevo escenario, ya que “variados los principios y fundamentos del gobierno español, habían también cambiado sus sentimientos con respecto América”.

Pues bien, ese cambio político en la Península es el que explica la firma del Armisticio y los Tratados de Regularización de la Guerra de noviembre de 1820, entre el general Pablo Morillo, en representación del gobierno de España, y el Libertador Simón Bolívar, como Presidente de la República de Colombia. De la importancia de este cambio político en España y de sus repercusiones en el futuro de la guerra, le dice lo siguiente, el propio Bolívar, al Director Supremo de las Provincias Argentinas, en carta que le dirige desde Tunja, el 4 de febrero de 1821. Allí señala el Libertador:

“Tan felices e inesperadas disposiciones de parte de los españoles, y las reiteradas protestas de sinceridad y buena fe con que anunciaron sus vivos deseos de alcanzar la reconciliación verdadera, sirvieron de base al tratado de armisticio que acepté en Trujillo el 27 de noviembre último, y al de regularización de la guerra que le siguió inmediatamente”.  En aquellas condiciones, la diplomacia entró en juego, ya que fue “depuesta no sólo la presuntuosa arrogancia de superioridad y dominio, sino la bárbara sed de sangre y de venganza que había marcado hasta ahora la conducta de los españoles en América”.

Sin embargo, el Armisticio tenía un límite de seis meses, mientras se esperaba la respuesta de Madrid, de abrir conversaciones formales sobre la independencia de Venezuela. Bolívar le escribe, sobre este particular al general Miguel de La Torre, el 20 de abril de 1821: “Es bien difícil, por no decir imposible, que se concilien, de un modo satisfactorio, pretensiones tan distantes entre sí, cuando no se examinan con interés las contrarias y se cierran las puertas a toda composición”. Esas “contrarias”, era volver a la guerra. Y así se lo expone:

“Siento tan vivamente como Ud. la sangre que vamos a derramar, tal vez inútilmente, mientras no tengamos el resultado definitivo de nuestra misión en Madrid”. Por Colombia, llevaban adelante esas negociaciones José Rafael Revenga, Ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores, junto a Tiburcio Echeverría. Pero el Libertador, mientras se esforzaba en presionar a las autoridades españolas por la salida negociada, ya en enero de ese mismo año de 1821, había dado órdenes para entrar en campaña a fin de “terminar la guerra en Venezuela”. Es decir, prepararnos antes del 27 de marzo, cuando vencía el Armisticio y se renovaban las hostilidades. El 25 de enero, desde Bogotá el Libertador le escribe al general de la Torre, antes de tomar camino a Venezuela:

“Adiós, querido general; haga Ud. sus esfuerzos por que esos señores comisionados interpongan sus facultades en el buen éxito del nuevo armisticio, porque de otro modo, yo temo mucho por nuestra ruina o nuestra ruptura.” La suerte estaba echada. 

enfoques14@gmail.com

@reinaldorojashistoriador




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