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El amor según Ortega y Gasset

Para Ortega el amor es “un hecho poco frecuente y un sentimiento que solo ciertas almas pueden llegar a sentir, un talento específico que algunos seres poseen” y enumera tres condiciones que tienen esas almas...

  • ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE

17/05/2021 05:04 am

El intelectual y académico José Ortega y Gasset, considerado el padre de la filosofía española contemporánea, escribió considerablemente sobre el sentimiento del amor durante toda su vida. Sus trabajos fueron recopilados en un libro titulado “Estudios sobre el amor”, que se publicó por primera vez en Madrid en el año 1940. En sus páginas el filósofo logró aislar y depurar la esencia del amor, en una forma claramente esclarecedora y sencilla. Ortega partió de la premisa de que la existencia del ser humano se podía resumir así: “Yo soy yo y mis circunstancias”, lo cual le convirtió en un científico de los sentimientos. “Desde hace dos siglos se habla mucho de amores y poco de amor”, afirmaba.

Comienza su tratado tocando el tema de la psicología del hombre: “Nada hay tan halagüeño para un varón como oír que las mujeres dicen de él que es un hombre interesante”. Pero al tratar de averiguar qué es un hombre interesante para las mujeres, llegó a unas encrucijadas dilemáticas asegurando que los hombres que han vivido más en el amor son incapaces de pensarlo, y los que menos lo han experimentado se creen doctores en la materia, tal y como sucede en la política. “Conocer las cosas no es serlas; y serlas no es conocerlas” escribió Ortega, además de afirmar que un “Don Juan es siempre un hombre interesante, pero no todo hombre interesante es un Don Juan”. Para resumir, este filósofo plantea que el hombre interesante es aquel del cual muchas mujeres se enamoran.

Luego Ortega se pasea en su obra por diferentes amores, cuidando de separarlos del “fervor sensual” o “amour-vanité” que responde a otras emociones. Resulta que en nuestro cuerpo se despiertan ganas de satisfacer un apetito, por medio de un deseo que no nos lleva hacia lo deseado si no al revés: “nuestra alma tira de lo deseado hacia sí”. Ortega no escarba mucho esa pasión sino examina con entusiasmo el “amor de enamoramiento”, con el cual uno se siente “encantado” por otra persona que nos causa una “ilusión íntegra”. Eso nos hace entregarnos completamente, en cuerpo y alma, independientemente de que esa cesión se haya cumplido o no. Más que un “querer entregarse, es entregarse sin querer”. Para el filósofo, la voluntad y el amor se disocian entre dos elementos claves: encantamiento y entrega. En los otros tipos de amores de convivencia como el de la madre al hijo, entre hermanos, o en aquel entre amigos, existe la entrega por instinto o lealtad, pero no florece el encantamiento o la ilusión. Él ubica al cariño como un sentimiento entre dos personas que se profesan mutua simpatía, fidelidad y adhesión, pero sin encantamiento y ni entrega.

Por otra parte, el autor es contundente al deducir que “tampoco hay entrega verdadera en la pasión”. Contradiciendo a la mayoría que le ha otorgado a esa “forma inferior del amor” un rango indebido. Ortega va en contra de la “falsa mitología” que encuentra el origen del amor en la animalidad humana, y que se “apodera brutalmente de la persona sin la intervención de las porciones más delicadas del alma”. Él no ve al amor como un instinto, sino como una creación nada primitiva en el hombre. Nos recuerda a al escritor francés André Maurois al escribir que “El amor físico es un instinto natural como el hambre y la sed; pero la permanencia del amor no es un instinto”. Para Ortega el amor es “un hecho poco frecuente y un sentimiento que solo ciertas almas pueden llegar a sentir, un talento específico que algunos seres poseen” y enumera tres condiciones que tienen esas almas: Percepción para ver a la persona que va a ser amada, emoción con la cual responderemos a esa vista, y constitución de nuestro ser para el amor.

Ortega además examina la “cristalización” del amor que propuso el escritor francés Stendhal. El francés afirmaba que el amor se da por etapas: comienza con la admiración a una persona, para después de algunas encrucijadas de dudas y esperanzas dar nacimiento a un sentimiento amoroso. Luego ocurren unas cristalizaciones que terminan idealizando a ese ser amado. Pero Ortega no cree que el amor se equivoca o es ciego. Argumenta que la cristalización “No solo no ve lo real, sino que lo suplanta”. Explica la posición de Stendhal por el entorno amoroso europeo del siglo XIX, en el cual las características primordiales eran idealismo y pesimismo. Stendhal era un idealista, asegura. Además, apunta Ortega, el escritor francés fue un teórico de los sentimientos que “ni verdaderamente amó, ni sobre todo, verdaderamente fue amado”.

Ortega también trata el tema de la elección en el amor afirmando que “somos en esencia un sistema nato de preferencias y desdenes”, para explicar el movimiento natural por el cual escogemos a una persona para amar y no a otra. Termina con algunas consideraciones sobre el cambio de generaciones y el amor cortés. Para el autor, el amor romántico “es una de las creaciones más sugestivas de la evolución humana”. Preguntémonos nosotros en cuáles de estas reflexiones vemos retratada nuestra vida amorosa, y valoremos ese sentimiento tan hermoso y tan humano.

alvaromont@gmail.com

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