Política deletérea
GUSTAVO MERINO FOMBONA. Cayo César o Calígula en los años 30 personificó la degeneración de la política, comenzó un agregado de reformas públicas y urbanísticas que acabaron por vaciar el tesoro nacional, quedó como un tirano demente
GUSTAVO MERINO FOMBONA
Las cabezas enumeradas en serie, decapitadas en la vialidad de México como simbología del lenguaje criminológico de terror sanguinario y la competencia pujante por el botín mil millonario de la economía de los carteles del narcotráfico o cualquier riqueza rebosada en las mieles del poder político ha sido conducta antropológica de la desviada especie humana, estando presente en las etapas históricas. Los maras salvatruchas, MS y los MS-13 en Los Ángeles, Canadá, México, Honduras, El Salvador, Centroamérica, el sur europeo y otros países latinoamericanos obvios erigieron redes financieras, industriales y comerciales bajos los flujos del tráfico de estupefacientes, robo, extorsión, trata de personas, inmigración ilegal, blanqueo de dinero, asesinato, proxenetismo, crimen, asalto, secuestro y tráfico de armas, todo tipo de hechos punitivos derivados y la hibridación entre las organizaciones del crimen organizado y la estructura del aparato político ortodoxo donde lo legal y lo ilegal es lo mismo; alcaldes, gobernadores, ministros y sus periferias familiares fundamentan sus carreras y fabulosas fortunas vertiginosas y cuantiosas desde la lava criminal.
Ya en el Imperio romano se describe por el historiador Tácito como si fuera hoy: dijo: “en pocos años a, de C., Sejano, funcionario fuerte en la Roma imperial protegido por el emperador Tiberio, le delegaron el poder pero comenzó la desconfianza avivada por intrigas sobre el desplazamiento del poderío político. El emperador Tiberio en consecuencia emprendió un genocidio, asesinó a hombres, mujeres, niños y ancianos cercanos a Sejano y sus propiedades fueron confiscadas; dolientes eran espiados para ser enjuiciados, montones de cadáveres fueron arrojados al río Tíber en Roma”.
Otro emperador, Calígula, parece un perfecto y sombrío presidente subdesarrollado actual; las fuentes de la época Filón de Alejandría y Séneca el Joven, narran al emperador como un demente irascible, maniático, manirroto y enfermo sexual. Se le acusaba de jactarse de acostarse con las esposas de sus súbditos, de matar por puro esparcimiento, de provocar una hambruna al gastar demasiado dinero en la construcción de sus obras físicas, y de hedonismo paroxístico queriendo crear una estatua de sí mismo en el Templo de Jerusalén con el objeto de ser venerado por todos, mientras la población naufragaba en la miseria. Cayo César o Calígula en los años 30 personificó la degeneración de la política, comenzó un agregado de reformas públicas y urbanísticas que acabaron por vaciar el tesoro nacional, quedó como un tirano demente. Se convirtió en el primer emperador en presentarse ante el pueblo como un dios.
Cualquier semejanza con el presente no es por casualidad, la misma guardia pretoriana lo asesinó. Seguirá siendo así en menor o mayor grado igual que las excepcionales antítesis en la oferta política, poca evolución; muchas naciones y sociedades de hoy son Tiberio y Calígula o van hacia allá, años luz falta para la restauración del globo extraviado sin brújula de dignidades y decencias.
Profesor UCV
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