Al Perú si no lo agarra el chingo, lo coge el sin-nariz. En las elecciones de primera vuelta más extrañas de la historia universal de la democracia, los peruanos decidieron meterse —ellos solitos, sin que nadie los empujara— en una segunda y definitiva vuelta donde cualquiera de los dos que obtenga la presidencia será la peor opción.
Pedro Castillo, un profesor de primaria y dirigente sindical, resultó ser el Silky Sullivan de la carrera —para hablar en jerga hípica— a pesar de que el candidato demostró su absoluta incapacidad para controlar al caballo con el cual intentó dar un impacto publicitario, absolutamente fallido cuando el corcel se encabritó sin descanso hasta que obligó a su jinete a apearse. Creo que se trata de un vaticinio de lo que ocurrirá una vez que llegue a la presidencia.
Y es que Castillo será presidente porque su contrincantes es nada menos que Keiko Fujimori, la infame hija del autócrata nikkei, actualmente presidiario, quien creó la estructura gubernamental más maquiavélicamente corrupta de la historia peruana; y quien durante su gobierno secuestró y torturó a la madre de la actual candidata… con su anuencia, la de la hija-candidata, me refiero.
Y Castillo será presidente no tanto porque sea popular, ni siquiera obtuvo un 20% de los votos, sino porque Keiko Fujimori es detestada por el 70% del electorado. Ciertamente Castillo tiene un discurso de cambio radical, pero no deja de ser lo que podríamos llamar un “conservador de izquierda”, no es un socialdemócrata con intenciones de modernizar la economía, sino el típico trasnochado que aspira a un gran Estado benefactor y cuya principal promesa electoral fue cambiar la Constitución, ¿suena conocido?
En el (para mi entender) supuesto negado de que la Fujimori gane, será la culminación de la estrategia anti-ética de mediocridad, falacias y corrupción con la que ha logrado consolidar una minoritaria, pero sólida fanaticada clientelar.
Gane quien gane, pierde el Perú.
@JorgeSayegh
Pedro Castillo, un profesor de primaria y dirigente sindical, resultó ser el Silky Sullivan de la carrera —para hablar en jerga hípica— a pesar de que el candidato demostró su absoluta incapacidad para controlar al caballo con el cual intentó dar un impacto publicitario, absolutamente fallido cuando el corcel se encabritó sin descanso hasta que obligó a su jinete a apearse. Creo que se trata de un vaticinio de lo que ocurrirá una vez que llegue a la presidencia.
Y es que Castillo será presidente porque su contrincantes es nada menos que Keiko Fujimori, la infame hija del autócrata nikkei, actualmente presidiario, quien creó la estructura gubernamental más maquiavélicamente corrupta de la historia peruana; y quien durante su gobierno secuestró y torturó a la madre de la actual candidata… con su anuencia, la de la hija-candidata, me refiero.
Y Castillo será presidente no tanto porque sea popular, ni siquiera obtuvo un 20% de los votos, sino porque Keiko Fujimori es detestada por el 70% del electorado. Ciertamente Castillo tiene un discurso de cambio radical, pero no deja de ser lo que podríamos llamar un “conservador de izquierda”, no es un socialdemócrata con intenciones de modernizar la economía, sino el típico trasnochado que aspira a un gran Estado benefactor y cuya principal promesa electoral fue cambiar la Constitución, ¿suena conocido?
En el (para mi entender) supuesto negado de que la Fujimori gane, será la culminación de la estrategia anti-ética de mediocridad, falacias y corrupción con la que ha logrado consolidar una minoritaria, pero sólida fanaticada clientelar.
Gane quien gane, pierde el Perú.
@JorgeSayegh
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