No siempre creas en ti
Alerta, ¡cuidado con la romántica invitación a creer en ti mismo!, porque puede ser absolutamente contraproducente, y llevarte a ratificar algo que, aunque lo parezca muy claramente, no sea, ni de cerca, la verdad que puedes y mereces crear...
La verdad es que por más que nos repitan que lo único que necesitamos es creer en nosotros mismos, no parece ser suficiente. Y no lo será.
¿Por qué? Porque en la práctica, la invitación a creer en mí puede justamente significar que crea en lo que pienso, y en lo que yo mismo me digo desde hace mucho tiempo. Y puedo, por ejemplo, creer que no tengo talento, que soy torpe, que soy un fracasado o que simplemente nací destinado a sufrir.
Así que alerta, ¡cuidado con la romántica invitación a creer en ti mismo!, porque puede ser absolutamente contraproducente, y llevarte a ratificar algo que, aunque lo parezca muy claramente, no sea, ni de cerca, la verdad que puedes y mereces crear.
¿Y entonces qué? ¿En quién creer cuando creer en mí no me funciona?
Estoy seguro de que muchos de ustedes pueden acompañarme en este recuerdo, desde sus historias personales…
La verdad es que antes de que yo creyese que era lejanamente posible hacer mucho de lo que he logrado profesionalmente, hubo algunas personas claves a mi alrededor que lo creyeron mucho antes que yo.
En esas fases, yo no creía en mí tal como nos invitan por doquier… Es decir, yo creía firmemente en la presunción autodestructiva que me declaraba incompetente, gris, otro “estrellado” en un mundo de pocas y privilegiadas estrellas, que llegaron mucho más temprano que yo a la repartición de los dones.
Pero eso sí, tuve líderes a mi alrededor a quienes admiraba, y en consecuencia escuchaba. Líderes que comenzaron a apostar en mí a pesar de que yo estaba listo para sabotearles, con tal de demostrarme que yo tenía razón y que había nacido para perder, sufrir, o al menos para conformarme.
Si hubiese creído en mí, no me hubiese movido. Fue creer en otros lo que me salvó de un futuro mediocre, pues, si ellos creían en mí, y yo creía tanto en ellos… “¿Será que tenían razón?”.
Es entonces desde lo estudiado que te invito a:
Observar tus creencias sobre ti. Lo que te dices, lo que crees, lo que declaras después de un “yo soy…”. Las etiquetas que te han colocado, y que tú has aceptado como propias.
Y a observar las creencias de quienes creen en ti. Escúchalos, indaga… En algo se basan para decirte que tienes cómo lograrlo, así que ¡descúbrelo y aprópiate de semejante hallazgo!
liderazgo@argenisangulo.com
¿Por qué? Porque en la práctica, la invitación a creer en mí puede justamente significar que crea en lo que pienso, y en lo que yo mismo me digo desde hace mucho tiempo. Y puedo, por ejemplo, creer que no tengo talento, que soy torpe, que soy un fracasado o que simplemente nací destinado a sufrir.
Así que alerta, ¡cuidado con la romántica invitación a creer en ti mismo!, porque puede ser absolutamente contraproducente, y llevarte a ratificar algo que, aunque lo parezca muy claramente, no sea, ni de cerca, la verdad que puedes y mereces crear.
¿Y entonces qué? ¿En quién creer cuando creer en mí no me funciona?
Estoy seguro de que muchos de ustedes pueden acompañarme en este recuerdo, desde sus historias personales…
La verdad es que antes de que yo creyese que era lejanamente posible hacer mucho de lo que he logrado profesionalmente, hubo algunas personas claves a mi alrededor que lo creyeron mucho antes que yo.
En esas fases, yo no creía en mí tal como nos invitan por doquier… Es decir, yo creía firmemente en la presunción autodestructiva que me declaraba incompetente, gris, otro “estrellado” en un mundo de pocas y privilegiadas estrellas, que llegaron mucho más temprano que yo a la repartición de los dones.
Pero eso sí, tuve líderes a mi alrededor a quienes admiraba, y en consecuencia escuchaba. Líderes que comenzaron a apostar en mí a pesar de que yo estaba listo para sabotearles, con tal de demostrarme que yo tenía razón y que había nacido para perder, sufrir, o al menos para conformarme.
Si hubiese creído en mí, no me hubiese movido. Fue creer en otros lo que me salvó de un futuro mediocre, pues, si ellos creían en mí, y yo creía tanto en ellos… “¿Será que tenían razón?”.
Es entonces desde lo estudiado que te invito a:
Observar tus creencias sobre ti. Lo que te dices, lo que crees, lo que declaras después de un “yo soy…”. Las etiquetas que te han colocado, y que tú has aceptado como propias.
Y a observar las creencias de quienes creen en ti. Escúchalos, indaga… En algo se basan para decirte que tienes cómo lograrlo, así que ¡descúbrelo y aprópiate de semejante hallazgo!
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