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Viva la diferencia (y la igualdad), pero…

Decidir si somos o no iguales –y si es mejor serlo o no- comienza con una pregunta: ¿iguales o diferentes con respecto qué?

  • DANIEL ASUAJE

07/04/2021 05:00 am

Tan notable como la ironía de las guerras en nombre de la paz es la paradoja entre el gran esfuerzo por la aceptación de la igualdad de todos los hombres como condición universal y el formidable empeño en pro del reconocimiento de personas que por sus diferencias de edad, sexo, condición social, física o mental, de modo permanente o coyuntural, ameritan tratos más ventajosos que el generalmente dado a los demás para asegurar una distribución socialmente más equitativa de oportunidades. Contradicción problemática por su capacidad de generar tensiones de todo tipo amén de enfrentamientos a veces muy sangrientos. Por su parte resulta absolutamente condenable la existencia de regímenes que bajo el pretexto de justicia impongan condiciones de nivelación forzada a los miembros de una sociedad desconociendo el derecho de las minorías, exhibiendo intolerancia hacia el diferente o el disidente sosteniéndose sobre un estado policial que hace a todos igualmente inseguros y temerosos en medio de la más pornográfica desigualdad de privilegios disfrutada solo por la nomenklatura gobernante en nombre de una supuesta igualdad general. La lucha entre las fuerzas sociales que pugnan por una sociedad uniforme, estable, pacífica e igualitaria en donde todos sean clones del resto, contra las que buscan un mundo de diferentes que se toleren, respeten y cooperen en un tejido social que admita tanto la competencia como la solidaridad, está lejos de terminar.

Decidir si somos o no iguales –y si es mejor serlo o no- comienza con una pregunta: ¿iguales o diferentes con respecto qué? Diferencias sin dudas las hay y para muestra listaremos entre muchas las de edades, condiciones de vida, preferencias y peso. Algunas parecen ser muy convenientes como la variedad de necesidades, hábitos y preferencias en el consumo de bienes y servicios por haber dado lugar a la diversificación de mercados para beneplácito de consumidores diferentes que ven satisfechas sus condiciones particulares. Al mismo tiempo si bien estas diferencias existen, podemos resaltar que muchos somos iguales en nacionalidad, profesión, estado civil, preferencias o antipatías políticas. Todos somos iguales en cuanto a nuestra condición humana y en un estado de derecho todos somos iguales ante la ley mientras que en un régimen totalitario solo lo somos ante la narrativa oficial, para mencionar algunas dimensiones o circunstancias en las que tendemos o se postula consensual o forzosamente igualdades. Pero ¿qué debemos entender por igualdad?

Con frecuencia se la entiende como lo idéntico, pero difícilmente puede defenderse tal grado de semejanza como no sea en las igualdades matemáticas, pues en el mundo físico las entidades aparentemente iguales ven disipadas la identidad cuando la medición se hace más precisa, pueden medir la misma longitud en milímetros pero diferir en millonésimas de esa unidad. Dos autos de la misma marca, modelo y año no son idénticos, como no lo son dos hermanos gemelos. Dos personas iguales en su naturaleza humana, presentan diferencias de vida que pueden hacerlas social y culturalmente distintas; biológicamente no tenemos las mismas simetrías, ni el mismo acervo genético, por tanto diferimos en capacidades, propensiones, actitudes, saberes, opiniones y comportamientos y todos merecemos vivir con nuestras singularidades.

A medida que las poblaciones se hacen más numerosas indefectiblemente tienden sus miembros a diferenciarse. Una persona es ciertamente igual a sí misma pero dos personas, por ejemplo dos gemelos, si bien comparten muchas similitudes tienen apreciables diferencias. Un tercer hermano introduce más diversidad y aumenta al añadir, primos, familiares lejanos, gente del mismo ´pueblo, raza, y así hasta el cansancio. Pero esta variabilidad no es infinita porque las grandes poblaciones tienden a concentrar sus miembros en los valores promedio sean estos de talla, ingreso, edades o cualquier cosa que midamos. Por ello ni igualdades ni diferencias son absolutas e infinitas, son acotadamente variables en el aquí y el ahora.

Estas corrientes nos diferencian y tornan semejantes al mismo tiempo, no iguales ni distintos esencialmente al menos en un corto plazo de evolución genética. Estas fuerzas permiten elegir cuán diferentes o nivelados seamos, así la democracia como sociedad de personas libres puede ser comprendida como el contexto facilitador de las oportunidades necesarias para tender a ser tan diferentes de quienes queramos diferenciarnos o tan semejantes a aquellos con quienes busquemos compartir parecidos. Es una realidad en la cual estadística, biológica y físicamente es imposible que todos sean exactamente iguales o completamente diferentes. No toda igualación es justicia ni toda diferencia discriminación. El quid es que tanto semejanzas como diferencias sean deseables o aceptables y las indeseables sean susceptibles de ser corregidas entre todos. ¡Que vivan la diferencia y la igualdad, pero sin estridencias!

@signosysenales

dh.asuaje@gmail.com

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