La fractura del partido de gobierno
Con la ausencia definitiva del caudillo, la unidad del oficialismo demuestra estar pegada con saliva y comienza a desmoronarse rápidamente
El Dr. Juan Pablo Rojas Paúl ha resultado electo como Presidente de la Republica para el bienio 1888-1890 y la ausencia de Antonio Guzmán Blanco se hace sentir en Venezuela. El jefe de la causa se ha retirado a un lujoso palacio parisino y la gente observa en silencio como este va perdiendo importancia e interés en la vida política del país. La integridad del Partido Liberal se encuentra ahora en pico de zamuro pues se ve amenazada por pugnas internas entre aquellos que alegan el mérito y categoría suficiente para sustituir al “Ilustre Americano”.
Con la ausencia definitiva del caudillo, la unidad del oficialismo demuestra estar pegada con saliva y comienza a desmoronarse rápidamente. El partido se ha fraccionado entre los de Crespo, los de Araujo, los de Muñoz Tébar, los de Fonseca, los de Matos y los de Abreu. Los estudiantes universitarios han decidido tomar las calles y, entre mofas y protestas, predican la idea de tumbar las estatuas del tirano y así lo hacen sin represalias del nuevo gobierno. Todos estos hechos demuestran que, en Venezuela, no existe Guzmancismo sin la presencia de Guzmán.
Rojas Paúl no desea seguir los pasos de su compadre y se encuentra al tanto de sus debilidades políticas. Sabe que su gobierno es jipato y su fuerza únicamente puede nutrirse de la división ajena, entonces opta por mantener silencio y permitir que los otros hagan y deshagan a su antojo.
Todos aquellos que se creen potenciales herederos del trono mueven sus tentáculos, derraman su tinta y atacan al caraqueño por ser uno de los zalameros predilectos del “Ilustre Americano”. Lo tildan de falso, hipócrita y escurridizo, pero él hace caso omiso a sus detractores, pues sabe que las palabras no tumbarán su gobierno por anémico que se halle.
El hombre es cultivado, tiene experiencia y es político habilidoso, por ello intuye que el poder reposará en aquel que sepa liquidar el peso muerto de los intereses de Guzmán Blanco, quien sepa capitalizar en la división del partido.
La suerte parece estar del lado de Rojas Paúl y los vientos empiezan a soplar para hinchar las velas de su bienaventuranza. Su gobierno, sin mucho esfuerzo, descubre que el General Joaquín Crespo prepara una invasión para derrocarlo. Sus espías en el exterior le han informado que el guariqueño se dispone a embarcar un vapor en la isla de Trinidad y va acompañado de un ejército dotado de armamento europeo. “El Tigre de Santa Inés” sospecha que su intentona ha sido delatada y hace caso omiso a las circunstancias. Como llanero muere cantando así esté penando el alma, igual decide embarcarse en su empresa quijotesca.
La invasión es recibida en alfombra roja que lleva a los conjurados directamente hacia los calabozos de La Rotunda. Con Crespo tras las rejas, desaparece la amenaza principal contra su gobierno. Finalmente ha llegado la hora de Rojas Paul y éste empieza por visitar al guariqueño en la cárcel. Allí se entrevistan ambos sin testigos y la reunión trae paz a la República, garantizando la renuncia de Crespo en su pretensión de llegar a la silla por la fuerza.
Con el panorama libre de amenazas armadas, el caraqueño decide aprovechar en su favor la creciente ola reaccionaria en contra del Guzmancismo. El Presidente toma, de aquí y de allá, a cualquier personaje que se desprende de otras facciones y lentamente construye su fortín político a base de ripios y desechos. Así se escribirán entonces las primeras letras de un nuevo capítulo de la historia política de Venezuela.
El Dr. Juan Pablo Rojas Paúl se decide a llevar adelante, sin temor o vacilaciones, la reacción anti-guzmancista. Así hace despegar un innovador proyecto que será bautizado como la “Rehabilitación Nacional”.
Jimenojose.hernandezd@gmail.com
Con la ausencia definitiva del caudillo, la unidad del oficialismo demuestra estar pegada con saliva y comienza a desmoronarse rápidamente. El partido se ha fraccionado entre los de Crespo, los de Araujo, los de Muñoz Tébar, los de Fonseca, los de Matos y los de Abreu. Los estudiantes universitarios han decidido tomar las calles y, entre mofas y protestas, predican la idea de tumbar las estatuas del tirano y así lo hacen sin represalias del nuevo gobierno. Todos estos hechos demuestran que, en Venezuela, no existe Guzmancismo sin la presencia de Guzmán.
Rojas Paúl no desea seguir los pasos de su compadre y se encuentra al tanto de sus debilidades políticas. Sabe que su gobierno es jipato y su fuerza únicamente puede nutrirse de la división ajena, entonces opta por mantener silencio y permitir que los otros hagan y deshagan a su antojo.
Todos aquellos que se creen potenciales herederos del trono mueven sus tentáculos, derraman su tinta y atacan al caraqueño por ser uno de los zalameros predilectos del “Ilustre Americano”. Lo tildan de falso, hipócrita y escurridizo, pero él hace caso omiso a sus detractores, pues sabe que las palabras no tumbarán su gobierno por anémico que se halle.
El hombre es cultivado, tiene experiencia y es político habilidoso, por ello intuye que el poder reposará en aquel que sepa liquidar el peso muerto de los intereses de Guzmán Blanco, quien sepa capitalizar en la división del partido.
La suerte parece estar del lado de Rojas Paúl y los vientos empiezan a soplar para hinchar las velas de su bienaventuranza. Su gobierno, sin mucho esfuerzo, descubre que el General Joaquín Crespo prepara una invasión para derrocarlo. Sus espías en el exterior le han informado que el guariqueño se dispone a embarcar un vapor en la isla de Trinidad y va acompañado de un ejército dotado de armamento europeo. “El Tigre de Santa Inés” sospecha que su intentona ha sido delatada y hace caso omiso a las circunstancias. Como llanero muere cantando así esté penando el alma, igual decide embarcarse en su empresa quijotesca.
La invasión es recibida en alfombra roja que lleva a los conjurados directamente hacia los calabozos de La Rotunda. Con Crespo tras las rejas, desaparece la amenaza principal contra su gobierno. Finalmente ha llegado la hora de Rojas Paul y éste empieza por visitar al guariqueño en la cárcel. Allí se entrevistan ambos sin testigos y la reunión trae paz a la República, garantizando la renuncia de Crespo en su pretensión de llegar a la silla por la fuerza.
Con el panorama libre de amenazas armadas, el caraqueño decide aprovechar en su favor la creciente ola reaccionaria en contra del Guzmancismo. El Presidente toma, de aquí y de allá, a cualquier personaje que se desprende de otras facciones y lentamente construye su fortín político a base de ripios y desechos. Así se escribirán entonces las primeras letras de un nuevo capítulo de la historia política de Venezuela.
El Dr. Juan Pablo Rojas Paúl se decide a llevar adelante, sin temor o vacilaciones, la reacción anti-guzmancista. Así hace despegar un innovador proyecto que será bautizado como la “Rehabilitación Nacional”.
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