Pensamiento Propositivo
Envejecer con Pensamiento Propositivo
Esos ojos que comienzan a perder su brillo tienen tras de sí un complejo aparato cerebral que reacciona ahora a los estímulos de forma diferente
Marayira Chirinos
Envejecer tiene una magia especial. Esos ojos que comienzan a perder su brillo tienen tras de sí un complejo aparato cerebral que percibe estímulos y reacciona diferente a como lo hacía años atrás, despertando emociones capaces de afectar seriamente el también desgastado aparato corporal. Es por esa razón que debemos “aprovechar” las ventajas de la experiencia acumulada durante la juventud prolongada para estimular ese cerebro poderoso que tiene la capacidad de disminuir las dolencias propias de la edad.
Desde el pensamiento propositivo logramos articular algunas fórmulas sobre la base experimental y siempre documentada y certificada de la doctora Tirro, quien asegura que “El paso de los años lleva consigo una variedad de cambios que generan ganancias y pérdidas de diversa índole; por lo que el envejecer no puede ser visto sólo como una etapa de decadencia”.
La primera fórmula es priorizar las emociones, la vulnerabilidad aumenta en esta etapa y en muchas oportunidades debemos actuar de tal forma que los hagamos sentir útiles y fuertes de temperamento, generar en ellos esa confianza a ratos perdida, aplicar la misma psicología que a los niños, solo que a ellos no los estamos formando para la vida, sino, aunque suene duro, estamos preparándolos para una eventual partida. Demostrar lo importantes que son para la familia sirve de estímulo clave para darles la fuerza que necesitan para enfrentar algunas dolencias físicas y frenar la aparición de otras venideras.
Otra herramienta a considerar por el entorno del adulto mayor es exaltar la figura del anciano, como ocurre en la mayoría de los países del continente asiático. El anciano en casa debe ser el maestro, el sabio, el consejero a quien debemos consultar todo, cuidar, respetar y honrar (o por lo menos hacerlo sentir así), nunca ha de ser visto como una carga. Envejecer es un premio, no un castigo, y como tal debemos asumirlo, además que, en el mejor de los casos, tendremos la fortuna de transitar ese camino del envejecimiento, por eso debemos hacerlo saludable mental y físicamente. “Desarrollemos la empatía, hagamos el ejercicio mental de cómo nos gustaría sentirnos cuando nos llegue ese momento, y cómo quisiéramos ser tratados”, sugiere Tirro.
Existen numerosas variables de tipo cultural, social, económica, política, biológica, psicológica e institucional que influyen en el concepto del envejecimiento y en la consideración de lo que supone ser anciano. No menos importante también son las particularidades de cada país. En Venezuela, por ejemplo, donde la población ha envejecido por la altísima migración de los jóvenes, debemos hacer una valoración diferente que parta de políticas públicas que protejan a nuestros ancianos. Una aspiración bastante utópica conociendo nuestra realidad nacional, pero el llamado queda y mientras, quienes tengamos la posibilidad de ayudar a incrementar el envejecimiento saludable, no lo dejemos para después.
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