¡Que ganemos todos!
Los valores se transmiten de generación en generación. ¿Qué valores les enseñamos a nuestros hijos y cuánto inspiras a otros a ganar? La mayoría de nosotros aprovechamos las debilidades de las personas en lugar de ayudar a fortalecerlas...
¿Solo el dinero cuenta? ¿Estamos seguros? Reporta el diario El País: “Hace un par de semanas, el 2 de diciembre del 2012, Iván Fernández Anaya, atleta de 24 años, se negó a ganar el cross de Burlada, en Navarra. “No merecía ganarlo. Hice lo que tenía que hacer”, dice Fernández Anaya, quien, cuando iba segundo, bastante distanciado del primero, en la última recta de la carrera, observó cómo el seguro ganador, el keniano Abel Mutai (un muy buen atleta: medallista de bronce en los 3.000 metros obstáculos de los Juegos de Londres) se equivocaba de línea de meta y se paraba una decena de metros antes de la pancarta. Fernández Anaya le alcanzó con rapidez, pero en vez de aprovechar la situación para acelerar y ganar, se quedó a su espalda y con gestos y casi empujándole le llevó hasta la meta, dejándole pasar por delante. Él era el justo vencedor. Me sacaba una distancia que ya no podía haber superado si no se equivoca. Desde que vi que se paraba sabía que no iba a pasarle”.
El corredor keniano Abel Mutai estaba a solo unos metros de la línea de meta, pero se confundió con las señales y se detuvo, pensando que había terminado la carrera. El español, Iván Fernández, estaba justo detrás de él y, al darse cuenta de lo que estaba pasando, comenzó a gritarle al keniano que siguiera corriendo. Mutai no sabía español y no entendía.
Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Fernández empujó a Mutai hacia la victoria.
Un periodista le preguntó a Iván: "¿Por qué hiciste esto?" Iván respondió: "Mi sueño es que algún día podamos tener algún tipo de vida comunitaria en la que nos empujemos a nosotros mismos y también a otros a ganar". El reportero insistió "¿Pero por qué dejaste que ganara el keniano?" Iván respondió: "No lo dejé ganar, él iba a ganar. La carrera era suya".
El reportero insistió y volvió a preguntar: "¡Pero podrías haber ganado!" Iván lo miró y respondió: "¿Pero cuál sería el mérito de mi victoria? ¿Cuál sería el honor de esta medalla? ¿Qué pensaría mi Madre de ella?" Los valores se transmiten de generación en generación. ¿Qué valores les enseñamos a nuestros hijos y cuánto inspiras a otros a ganar? La mayoría de nosotros aprovechamos las debilidades de las personas en lugar de ayudar a fortalecerlas.
En nuestra Venezuela vemos que muchos en élite política y económica han buscado privilegios en las políticas económicas para ganar dinero y desembolsar el gasto fiscal sin licitaciones, o no ejecutan las obras o a sobreprecio, exagerando los dólares que solicitaron ante Cadivi para importar materias primas, usando al Banco Central como caja chica, expropiando sin pagar etc.. Los políticos de la oposición también repitiendo esos mismos parámetros de saltar los procesos constitucionales para buscar la democracia, como “La Salida”, “Las Sanciones” un quítate tu para ponerme yo, y tampoco conocen el termino “rendición de cuenta”. Tanto ha sido el abuso de los privilegios y trampas al fisco de los que tienen el ejercicio del poder que hasta nuestra prácticas de desviaciones de recursos contaminó el sistema financiero internacional como un brote o más bien una inundación de dinero malhabido de nuestra nación hacia el mundo.
El pueblo venezolano. Muchas veces pensamos que el pueblo venezolano es muy conformista. No se alteran cuando ven que el dinero del fisco para sus escuelas, para su vialidad, para sus hospitales terminan en cuentas privadas de unos pocos tramposos en los bancos del exterior. Tal vez pudiéramos pensar que son unos bobos los venezolanos de a pie que no reaccionan ante el mal uso de los recursos del Estado. Pero tal vez pudiéramos pensar que la gente sencilla de Venezuela también tienen unos valores diferentes al de monetizar la vida. Tal vez, nuestro pueblo es un poco como el atleta español Iván Fernández. Como Iván Fernández ante el keniano Mutai, el pueblo venezolano se da cuenta que la vida es mucho más que dinero. Que la vida es una sonrisa de una persona agradecida que le brinda a otra apoyo. Que ir al océano o a un rio a bañarse es como sentir el cielo en la tierra. Que todo el dinero del mundo no puede comprar la paz mental. Que las batallas para descubrir nuestros talentos, cómo podemos contribuir a la gran fiesta que es la vida, es un gusto mayor que se atrofia al buscar atajos para ganar dinero sin aportar nada a la sociedad.
Comer en familia, entre amigos, visitar la ciudad a pie, andar en bicicleta o en Ferrari, ir a los pequeños restaurantes, y a las grandes obras, ver cómo germinan iniciativas de cada ciudadano y florecen sus creaciones en todo el país, todo eso es vivir. Apropiarse de un dinero del fisco para uso personal y depositarlo en Suiza en lugar de desarrollar una escuela para la gente del pueblo, distorsiona en una forma tan profunda la razón de la vida que las personas que lo hacen más que de los afectados. Muchas veces los venezolanos pudientes creemos que el dinero es lo que nos da valor en la vida. Y esa distorsión nos impide desarrollar nuestros talentos y la de nuestros conciudadanos.
Twitter @alejandrojsucre
El corredor keniano Abel Mutai estaba a solo unos metros de la línea de meta, pero se confundió con las señales y se detuvo, pensando que había terminado la carrera. El español, Iván Fernández, estaba justo detrás de él y, al darse cuenta de lo que estaba pasando, comenzó a gritarle al keniano que siguiera corriendo. Mutai no sabía español y no entendía.
Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Fernández empujó a Mutai hacia la victoria.
Un periodista le preguntó a Iván: "¿Por qué hiciste esto?" Iván respondió: "Mi sueño es que algún día podamos tener algún tipo de vida comunitaria en la que nos empujemos a nosotros mismos y también a otros a ganar". El reportero insistió "¿Pero por qué dejaste que ganara el keniano?" Iván respondió: "No lo dejé ganar, él iba a ganar. La carrera era suya".
El reportero insistió y volvió a preguntar: "¡Pero podrías haber ganado!" Iván lo miró y respondió: "¿Pero cuál sería el mérito de mi victoria? ¿Cuál sería el honor de esta medalla? ¿Qué pensaría mi Madre de ella?" Los valores se transmiten de generación en generación. ¿Qué valores les enseñamos a nuestros hijos y cuánto inspiras a otros a ganar? La mayoría de nosotros aprovechamos las debilidades de las personas en lugar de ayudar a fortalecerlas.
En nuestra Venezuela vemos que muchos en élite política y económica han buscado privilegios en las políticas económicas para ganar dinero y desembolsar el gasto fiscal sin licitaciones, o no ejecutan las obras o a sobreprecio, exagerando los dólares que solicitaron ante Cadivi para importar materias primas, usando al Banco Central como caja chica, expropiando sin pagar etc.. Los políticos de la oposición también repitiendo esos mismos parámetros de saltar los procesos constitucionales para buscar la democracia, como “La Salida”, “Las Sanciones” un quítate tu para ponerme yo, y tampoco conocen el termino “rendición de cuenta”. Tanto ha sido el abuso de los privilegios y trampas al fisco de los que tienen el ejercicio del poder que hasta nuestra prácticas de desviaciones de recursos contaminó el sistema financiero internacional como un brote o más bien una inundación de dinero malhabido de nuestra nación hacia el mundo.
El pueblo venezolano. Muchas veces pensamos que el pueblo venezolano es muy conformista. No se alteran cuando ven que el dinero del fisco para sus escuelas, para su vialidad, para sus hospitales terminan en cuentas privadas de unos pocos tramposos en los bancos del exterior. Tal vez pudiéramos pensar que son unos bobos los venezolanos de a pie que no reaccionan ante el mal uso de los recursos del Estado. Pero tal vez pudiéramos pensar que la gente sencilla de Venezuela también tienen unos valores diferentes al de monetizar la vida. Tal vez, nuestro pueblo es un poco como el atleta español Iván Fernández. Como Iván Fernández ante el keniano Mutai, el pueblo venezolano se da cuenta que la vida es mucho más que dinero. Que la vida es una sonrisa de una persona agradecida que le brinda a otra apoyo. Que ir al océano o a un rio a bañarse es como sentir el cielo en la tierra. Que todo el dinero del mundo no puede comprar la paz mental. Que las batallas para descubrir nuestros talentos, cómo podemos contribuir a la gran fiesta que es la vida, es un gusto mayor que se atrofia al buscar atajos para ganar dinero sin aportar nada a la sociedad.
Comer en familia, entre amigos, visitar la ciudad a pie, andar en bicicleta o en Ferrari, ir a los pequeños restaurantes, y a las grandes obras, ver cómo germinan iniciativas de cada ciudadano y florecen sus creaciones en todo el país, todo eso es vivir. Apropiarse de un dinero del fisco para uso personal y depositarlo en Suiza en lugar de desarrollar una escuela para la gente del pueblo, distorsiona en una forma tan profunda la razón de la vida que las personas que lo hacen más que de los afectados. Muchas veces los venezolanos pudientes creemos que el dinero es lo que nos da valor en la vida. Y esa distorsión nos impide desarrollar nuestros talentos y la de nuestros conciudadanos.
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