Siguen adelante, al paso de la entrega secreta de los activos públicos, las diligencias del comité de postulaciones de la sedicente Asamblea Nacional. A pesar de todo, valientemente algunos importantes demócratas se han lanzado al ruedo, y al menos no se podrá decir que si de nuevo se nombra rector a un ministro o a un diputado del PSUV fue por forfai.
Menos atención ha recibido el importante tema de las elecciones en las Universidades nacionales, elecciones que tanta falta hacen para que nuestras principales casas de estudio brillen de nuevo venciendo la sombra. El gobierno, todavía en vida del Gigante, usó al TSJ para prohibir las elecciones de rectores, vicerrectores y decanos, sobre la base de una interpretación de la Ley Orgánica de Educación que, metiéndose donde no le tocaba, hacía de la universidad una junta de condominio (con todo respeto y admiración a esas juntas).
Así que tenemos más de una década con las mismas autoridades, resistiendo también con valentía las maniobras intervencionistas del gobierno (basta ver lo que pasa en la Simón Bolívar), pero sin que el necesario debate de ideas y decisiones dentro de la comunidad universitaria tuviera modo de expresarse. Así, el gobierno ha logrado, al menos en buena medida, su objeto de paralizar la universidad autónoma al cancelar la expresión de la voluntad de profesores y alumnos a través de las elecciones universitarias.
Luego de que en febrero del año pasado estuvimos a horas de la intervención pura y dura, ahora resurgen con fuerza iniciativas concretas en el camino hacia las elecciones en la Universidad. Por supuesto, nadie es tan venado para creer que el gobierno verá este proceso con buenos ojos, pues no los tiene para ninguna elección que tenga riesgo de perder.
Pero la pelea, al igual que la elección de gobernadores y alcaldes, vale la pena y sólo enfrentarla será un revulsivo para esto que nos cayó en Venezuela en 1999.
@glinaresbenzo
Las elecciones de gobernadores y alcaldes representan la cuasi única alternativa interna en manos de la oposición, y una importante. Como se dijo en este lugar la vez pasada, son comicios en los que la trampa tendría que ser escandalosa, a costo de fraude galáctico y mundial, a lo Lukashenko. En estas elecciones, al menos en muchos estados, bastaría un buen candidato, que los hay, y un mínimo de maquinaria para ganarlas. Que después se forme un protectorado es cosa del imperio.
Menos atención ha recibido el importante tema de las elecciones en las Universidades nacionales, elecciones que tanta falta hacen para que nuestras principales casas de estudio brillen de nuevo venciendo la sombra. El gobierno, todavía en vida del Gigante, usó al TSJ para prohibir las elecciones de rectores, vicerrectores y decanos, sobre la base de una interpretación de la Ley Orgánica de Educación que, metiéndose donde no le tocaba, hacía de la universidad una junta de condominio (con todo respeto y admiración a esas juntas).
Así que tenemos más de una década con las mismas autoridades, resistiendo también con valentía las maniobras intervencionistas del gobierno (basta ver lo que pasa en la Simón Bolívar), pero sin que el necesario debate de ideas y decisiones dentro de la comunidad universitaria tuviera modo de expresarse. Así, el gobierno ha logrado, al menos en buena medida, su objeto de paralizar la universidad autónoma al cancelar la expresión de la voluntad de profesores y alumnos a través de las elecciones universitarias.
Luego de que en febrero del año pasado estuvimos a horas de la intervención pura y dura, ahora resurgen con fuerza iniciativas concretas en el camino hacia las elecciones en la Universidad. Por supuesto, nadie es tan venado para creer que el gobierno verá este proceso con buenos ojos, pues no los tiene para ninguna elección que tenga riesgo de perder.
Pero la pelea, al igual que la elección de gobernadores y alcaldes, vale la pena y sólo enfrentarla será un revulsivo para esto que nos cayó en Venezuela en 1999.
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