Confieso que soy muy poco tendente a efectuar apuestas, pero, siempre el pero, toda regla tiene su excepción, salvo ésa regla. Cuando detuvieron a Alex Saab en Cabo Verde, con fines de extradición a EEUU, aposté con mi socio Alfredo Altuve, la suma de un millón de bolívares, entiéndase un dólar gringo, a que no lo extraditaban. La verdad es que lo hicimos por diversión. Ninguno de los dos teníamos base para apostar, simplemente por no conocer ni los hechos que motivaron la solicitud ni las reglas que exige la nación africana para su procedencia.
Por esa razón, y quizás fue un error, no fijamos fecha para que el país requerido declarase la procedencia o no de la solicitud, y repito, no sabíamos en aquel entonces, ni ahora, salvo los chismes que uno lee en los medios de comunicación, la fundamentación del requerimiento. Lo extraño es todo lo que ha ocurrido en el ínterin.
Comencemos por el principio. Alex Nain Saab Morán es su nombre, abogado de profesión, aparentemente sin ejercerla, colombiano de nacimiento, descendiente de libaneses, y también posee las nacionalidades venezolana y antiguana. Desde la época de los Panamá Papers, se le comenzó a conocer malamente. Luego se le distinguió como el único empresario del hermano país que exportaba a Venezuela, y según versiones de prensa no confirmadas por nadie, negoció alimentos con nuestro gobierno hasta por el orden de 135 millones de dólares americanos.
La Dra. Luisa Ortega Díaz, ex Fiscala General, considerada traidora por el régimen, fue la primera que señaló a Saab como socio del Presidente Maduro, alegando que tenía pruebas de ello y las entregaría a diferentes países, entre ellos a Estados Unidos, así lo reseñaba el diario barranquillero El Heraldo en agosto del año 2.017. Particularmente creo que aquello fue más bulla que la cabuya.
Regresando al hecho concreto, Saab, como sabemos, fue detenido el 12 de junio del año pasado, cuando el avión privado en el que viajaba realizó una parada técnica. La privación de libertad fue producto de una solicitud de Estados Unidos de América, donde, según los tribunales de aquel país, se le requiere para ser enjuiciado por la presunta comisión del delito de Lavado de Activos. Fue lo que se dijo en aquel momento.
Acto seguido, la Corte de Apelaciones de Cabo Verde autorizó la extradición, y ahí comenzó el calvario no solo para él, también para su familia, y como parece ser, para el gobierno venezolano.
La defensa del solicitado en extradición ha ejecutado, como debe ser, todos y cada uno de los recursos legales que le han resultado pertinentes, y la justicia del país africano llegó a negarle la casi totalidad de los recursos ejercidos, entre ellos 3 recursos de Habeas Corpus. Hasta la Corte de Justicia de la Comunidad de los Estados de África Occidental, a la que recurrieron sus defensores, aprobó un arresto domiciliario, pero se decidió que no tenían jurisdicción, y continuó detenido.
El gobierno venezolano también se terció en el pleito; primero, alegó inmunidad diplomática de Saab como agente de gobierno, argumento que no sirvió de nada, y luego se le designó como Embajador Plenipotenciario en África, nombramiento sobrevenido una vez detenido que tampoco fue valorado por sus captores.
Por fin, le concedieron un arresto domiciliario, pero como que el suplicio no ha terminado, ya que se quejan que el Embajador ni tan siquiera tiene acceso a internet en su nuevo lugar de reclusión, y además, señalan que está hasta vigilado por drones, policías y soldados las 24 horas del día.
Lo que sigue siendo jurídicamente inexplicable, es que hasta el día de hoy, sigue sin salir de Cabo Verde ¿Qué ocurrirá?
@gadeaperez
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